Por Maritza López González
La décimosegunda Semana de la Cultura Polaca fue la mejor excusa para volver a ver en escena el proyecto OtroLado. Sus anteriores presentaciones en el Festival Mozart Habana con Historia de un soldado, y en Fábrica de Arte Cubano con las piezas coreográficas Escena del crimen, Nudos; estas últimas los acreditaron como ganadores del Concurso del Atlántico Norte Vladimir Malakhov. Polonia, 1050 años…más resulta una forma de permanecer en la escena danzaria cubana.
Polonia, 1050 años…más relata diferentes perspectivas de los sucesos que atravesó Europa durante la Segunda Guerra Mundial. La muerte, la desesperación, las separaciones familiares, son los motivos para ir una y otra vez a la versión de los hechos.
Los cuerpos reviven para contar sus historias y se levantan para aclamar venganza. El dolor, la angustia de ese pueblo, reflejados en la obra, se logra sentir en los espectadores, conocedores profundos del conflicto, a los cuales, quizás, les saltó alguna lágrima.
Con un discurso que permite entender lo que narra Norge Cedeño, se afianza en su pretensión de manejarse en un lenguaje que pudiera entenderse como narrativo. Su disertación no desecha la acumulación de su propia experiencia, vivencia, y su información danzaria, donde la danza moderna cubana aportó en su registro personal.
Recae sobre Norge Cedeño el diseño de luces –junto a Fernando Alonso– y de vestuario, además del concepto y la coreografía como afirma el programa de manos, muy acertados, por cierto.
Podrían observarse por separado estos componentes, pero no es necesario porque su funcionabilidad resulta excelente como sistema, anárquico por momentos, donde el desorden aparente carga de mayor simbolismo el desastre que se recrea.
La unión del proyecto The Concept (bailarines de street dance) resulta muy acertada, empasta con los diferentes lenguajes a los que se someten durante toda la puesta. Asimismo, los muchachos de Danza Contemporánea de Cuba tuvieron, con esta pieza, su ejercicio de culminación de práctica pre profesional, esto posibilitó que aumentaran los intérpretes en la escena, ya que OtroLado solo tiene tres bailarines.
Resulta difícil mantener una historia tan masiva con pocos intérpretes. Sin embargo, no fue un cuerpo de baile que funcionara al unísono, los movimientos perdían el canon que marcaba la música de Chopin y las frases coreográficas. Estos desencuentros no empañan el trabajo progresivo que tiene OtroLado porque podrán ser solucionados en la práctica continua.
Resulta significativo en la puesta el trabajo realizado por Thais Suarez Fernández y Niosbel Osmar González Rubio, que una vez más lucieron su poder interpretativo y condiciones corporales con las exigencias de una obra como la que propone Norge Cedeño. La elegancia y la ductilidad con la que Thais encarna su rol supera una tras otra las expectativas; parecería que el creador compone pensando en ella.
Se divisa con el proyecto OtroLado un progresivo enriquecimiento del lenguaje contemporáneo cubano. Jóvenes creadores se apropian de múltiples discursos para construir un mundo que se distancia del olvido y la quietud de los otros.