Por Andrés D. Abreu / Fotos Ricardo Rodríguez Gómez
Invitado al 18 Festival de Teatro de La Habana, Mickaël Phelippeau conversó sobre su interés en cómo hacer la danza de hoy, parte de reflexiones relacionadas con su época de bailarín profesional.
«Yo no fui un bailarín de técnica virtuosa, fui sobre todo un intérprete. Y si era llamado con frecuencia a trabajar como bailarín era justamente por mi relación singular con el movimiento en general, por la personalidad de mi cuerpo y mi facilidad para relacionarme con otra maneras de hacer el arte», confiesa este coreógrafo francés que trabajó en Cuba por segunda vez, bajo los principios de su proyecto Retratos coreográficos.
«Un día comencé a hacer retratos fotográficos porque una revista me pidió hacer una aproximación a mi propia creación de joven bailarín y coreógrafo. Cómo lo que más me interesaba interrogar de mi trabajo era lo que significaba ser intérprete en la danza, me abrí esa pregunta a otros trabajos. Me entretuve en hacer retratos a otras personas en su contexto profesional pero no artístico.
“Comencé por pedirle a la panadera de mi barrio de hacernos un retrato entre los dos de la manera simple de intercambiar los vestuarios, un pretexto por hacer la pregunta sobre cómo interpretaba su propio trabajo. Esto, sin embargo, me permitió pasar a conocer más sobre su vida y traspasar la relación interpersonal más allá de los buenos días y el sírvame usted, por favor, una flauta de pan. A partir de esta experiencia decidí convertir este proyecto en un acelerador de encuentros.»
Desde 2003 hasta la actualidad, Mickaël Phelippeau ha realizado más 600 retratos fotográficos que le facilitaron encontrar y conocer gente muy diferente. En el 2007 un teatro le propone hacer una suerte de versión coreográfica performativa de este proyecto en que estaba sumergido.
«Creo que lo interesante fue que yo tomé este otro trabajo fotográfico voluntariamente para distanciarme de la danza, sin embargo este mismo trabajo me hizo retornar a la danza.»
Para comenzar la nueva experiencia comandada decidió que de las tantas personas encontradas la más interesante y la más rica para arrancar fue un cura, un padre.
«Le propuse pensar en que nos diferenciaba y semejaba en nuestros trabajos en relación a representación, porque este cura es finalmente un hombre que hace su espectáculo todos los sábado en la tarde y domingos en la mañana. Partiendo de ese cuestionar de la representación arrancó todo lo que sucedió después y justo hasta hoy. Es por eso yo hablo de retratos coreográficos y lo que me interesa en la danza de hoy como coreógrafo es invitar a todo tipo de gente, a personas diferente, a llevar su propia palabra a la danza. Y así crear desde pequeños retratos hasta retratos de grupos con sensibilidades y origines sociales disímiles, trabajar con bailarines o no bailarines, personas con cuerpo entrenado o no pero con sus historias y perfiles diferentes.»
Para lograr esta experiencia en La Habana, como parte de su Festival de Teatro, el coreógrafo francés trabajó con un grupo fluctuante de bailarines, la mayoría de danza folclórica, y otras personas que de manera espontánea se sumaron al taller de creación.
Mickaël Phelippeau se hace asistir de su colega guadalupeña Myriam Soulanges para quien este proceso de trabajo tiene la importancia mayor en el hecho de que las personas llegan al taller como ellos son, cargando con su vida cotidiana, con lo que ha pasado en su ayer y su hoy para interpretarlo. Son todas esas vidas diferentes un regalo de singularidad que aportan tanto sus fuerzas como sus fragilidades, puntos de vista y posibilidades disímiles.
«Me place mucho ver una escena donde confluyen un mundo de cuerpos, ideas, religiones y profesiones diferente. Establecer una reunión en un espacio artístico de encuentro para una suerte de comunidad creada del mestizaje. Específicamente en Cuba me interesa mucho explorar la identidad insular, como se asimilan y reaccionan las proposiciones de movimiento que se cruzan con su hacer cotidiano y que les permiten hacer su propia danza y una interpretación sincera de ella», declara la inquieta y risueña Myriam.
Para finalizar estas reflexiones sobre el proceso de creación de los Retratos coreográficos, de Mickaël Phelippeau, dejo estas otras ideas expresadas por el artista durante la amena conversación que nos regaló tras una de las jornadas de trabajo en el Pabellón Cuba, espacio donde presentó su trabajo al público los días 26 y 27 de octubre, a las 5:00 pm, como parte de la programación del Festival de Teatro de La Habana.
«Cada quien trae sus libertades para aportar pero la libertad total no existe porque entonces ocurre el caos. La libertar real esta mediada de reglas y de estructuras participativas y a partir de que lleguemos a regular, a fijar y apropiarnos del tiempo, del espacio y las proposiciones de la danza habrá un máximo de libertad para expresarse. Veremos cómo evoluciona formalmente esa sensación de libertad que deseamos desarrollar sobre todo a partir de una sensación de placer porque en la dimensión del placer de intercambiar esta experiencia sobre esa escena, se creará esa máxima sensación de libertad.»