Por Erian Peña Pupo / Fotos Carlos Rafael
Ausente de escenarios holguineros desde hace un buen tiempo, el Ballet Nacional de Cuba (BNC) regresó a Holguín como parte de las celebraciones por el aniversario 80 del Teatro Comandante Eddy Suñol.
En esta jornada, el Teatro, además de realizar una digna gala el día del aniversario, el pasado 2 de junio, ha invitado a importantes compañías y colectivos escénicos a celebrar sus ocho décadas como epicentro de la vida cultural holguinera, primero como cine-teatro bajo el nombre de Wescenlao Infante luego de su apertura en 1939, y después convertido finalmente en coloso artístico. El BNC, institución paradigmática de la cultura nacional, no podía dejar de estar presente.
El BNC porta ineludiblemente un mito, ligado a la figura, mítica también, de Alicia Alonso. Al mismo tiempo, como emblema y embajadora en el mundo de la llamada Escuela Cubana de Ballet. Por lo que cualquier presentación suya arrojará, por lo bajo, todas las capacidades ocupadas.
Ávido de ballet, aunque asiduo a las presentaciones de danza contemporánea –no por gusto la ciudad es sede desde 1992 de la Compañía de Danza Contemporánea Codanza, una de las más importantes de su tipo en el país, dirigida por la Maestra Maricel Godoy, y desde hace unos años anfitriona del Concurso de Danza del Atlántico Norte y Grand Prix Vladimir Malakhov–,el público holguinero aplaudió con creces las obras presentadas durante tres días por el BNC: Estudio para cuatro, Muñecos, Festival de las flores en Genzano, La muerte del cisne, Didenoi y La fille du Danube.
Si bien parte del público esperaba obras más largas y reconocidas dentro del catálogo de la compañía, a pesar de las complejidades que lleva mover una producción de ese tipo fuera de su propia sede, lo que le ha hecho llevar a otras ciudades del país puestas más sencillas escenográficamente, las obras presentadas estos días caracterizan el trabajo del BNC y sobre todo, el quehacer de reconocidos coreógrafos cubanos adscritos a la propia Escuela Cubana de Ballet.
La primera de ellas, Estudios para cuatro, del Maestro Iván Tenorio (1941-2014) es una de las piezas más exitosas que el bailarín y coreógrafo, Premio Nacional de Danza en 2007, creó para el BNC.
Tenorio recreó en 1981 los tangos de Astor Piazzola –de por sí cargados de hibridismo, con exabruptos de armonía disonante, incluso alterando el ritmo, el timbre y la armonía del viejo género sureño– mediante las posibilidades expresivas de la danza clásica.
Aquí es necesario subrayar la sensualidad desafiante de Sadaise Arencibia, primera bailarina, el día inicial de la función, pues el elenco cambió cada una de las tres noches del BNC en el Teatro Eddy Suñol.“Estos Estudios… incorporan mucho del mundo sensual que el tango comunica, en un afán de experimento y búsqueda. Hay una sugerencia de interrogante en las vidas que fluyen en la escena, en su proyección desafiante”, escribió en 1982 el crítico Pompeyo Pino Pichs en la revista Cuba en el ballet.
Por su parte, Muñecos, coreografía del Maestro Alberto Méndez, presente en Holguín también junto al BNC, sedujo al espectador más allá del lirismo y el romanticismo –propio del “cuento de hadas-ballet” El cascanueces– que destila esta pieza que obtuvo el Premio de Coreografía en el Concurso Internacional de Ballet de Japón, en 1978, y el Premio Nina Verchinina en Brasil, en 1984.
Con música de Rembert Egües y vestuario de Salvador Fernández, la pieza de Méndez –“un ballet tocado por Terpsícore” y que “todavía emociona”, como él mismo aseguró– troca estatismo en vida, fabulación y posibilidad en amor y certeza, aunque solo quede la nostalgia sobrevolándolo todo. Esa noche dieron vida a los personajes que cobran movimiento con un rayo de luz de luna (la clásica muñeca de trapo y al soldadito de plomo) los bailarines Katherine Ochoa y Roque Salvador.
El Grand pas de Festival de las flores en Genzano se destacó por la elegancia de sus movimientos, que exigen a los bailarines, por ejemplo, un complejo y exquisito uso de la técnica de los pies. Greta Yero (Rosa) y Roque Salvador (Paolo) interpretaron los papeles principales esa noche. Con versión coreográfica de Alicia Alonso, sobre el original del danés August Bournonville, y música de Eduard Helsted y Holguer Simon Paulli, este ballet se estrenó en el Teatro Real de Dinamarca, en 1858.
La muerte del cisne, breve como un destello de luz, pero sutilmente “recreado” por Sadaise Arencibia, con coreografía de Mijaíl Fokine y música de Camille Saint-Saëns, parte del tema de la mujer-cisne, perteneciente al folklore ruso y que ha originado ballets como El lago de los cisnes, y también del mito del “pájaro de fuego”, presente, además, en otras importantes obras balletísticas.
Didenoi, por su parte, es una pieza autobiográfica de Maruxa Salas, con música de la cantautora portuguesa Dulce Pontes: “Simplemente compartí con el público y con los bailarines un poco de mis vivencias, mis experiencias y, sin dudas, mis sentimientos”, aseguró la coreógrafa española.
La obra, interpretada por Jessica Arechavalata, Iván Arámbula y Andrés Allende, recibió Mención en el IV Concurso Iberoamericano de Coreografía 2004, Tercer Premio del Certamen de Creación Coreográfica de Galicia 2005 y Segundo del Certamen Internacional de Coreografía New York-Burgos 2005.
La presentación del BNC en Holguín –que además ofreció una función didáctica para los niños– cerró con una escena de La fille du Danube (La hija del Danubio) en estreno, según el programa. Alberto Méndez, quien realizó la versión coreográfica, la escenografía y el vestuario de la obra, partió del original de Filippo Taglioni, con música de Adolphe Adam y libreto de Eugéne Desmarés. Esta pieza, estrenada en el Teatro de la Ópera de París en 1836 como un “ballet-pantomime”, muestra el romanticismo característico de un periodo importante de la historia del ballet.
Aunque el grueso de la compañía se encuentra fuera del país, el BNC mostró en Holguín las esencias de la Escuela Cubana de Ballet. Esas que han hecho brillas al colectivo fundado en 1948 y que bajo el nombre de Ballet Alicia Alonso se presentó en este mismo escenario varias décadas atrás.
El público holguinero –exigente sin dudas– agradeció estas presentaciones. Aunque no estaría de más –más bien es una necesidad– la visita frecuente de colectivos de este tipo. Dígase el propio BNC, pero también otros. Es una manera de ir fomentando una cultura del ballet y la danza en las personas. Obras como estas, incluso otras de más rigor y complejidades técnicas y escénicas, pueden llegar a teatros como el Suñol y no ser exclusivas de momentos y lugares específicos, para que El lago de los cisnes, El Cascanueces o Coppélia no sean solo una mera referencia.
Tomado de http://www.baibrama.cult.cu
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