El Teatro Nacional de Cuba arriba a sus 60 años de historia, de servicio a la cultura nacional como referente del arte en Revolución. Este edificio abrió las puertas y contribuyó a la formación del Conjunto de Danza Moderna, hoy Danza Contemporánea de Cuba, y de la Orquesta Sinfónica del Teatro Nacional, reconocida en nuestros días como la Sinfónica Nacional de Cuba. Isabel Monal, primera directora de la institución, la define como templo que apuntala sus tristezas en andamios esperanzadores.
Así el Teatro Nacional se lustra en la aureola fundacional y germina, junto a Danza Contemporánea de Cuba, en seis décadas. Y es que a las fechas significativas en este año, se les otorga más importancia por el 500 aniversario de la Villa de San Cristóbal de La Habana, que festeja y expande su jovialidad hacia todas las direcciones.
Este teatro ha presentado en sus escenarios a disímiles figuras como Alicia Alonso, Leo Brouwer, Antonio Gades, Vasili Vasiliev, Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Julio Bocca, entre otros, y compañías como el Ballet Nacional de Cuba, el Ballet Bolshoi, Ballet Nacional de España, la Sinfónica Nacional de Cuba, el Conjunto Folklórico Nacional, el Ballet de Montecarlo, el Ballet Lizt Alfonzo y Danza Contemporánea de Cuba.
Aunque no puede mencionarse ahora a todos los que se han presentado sobre estas tablas, el Teatro Nacional de Cuba ha sido sede de los más importantes eventos culturales del país, como el Festival Internacional de Ballet de La Habana o el Festival de Teatro de La Habana.
Danza Contemporánea de Cuba, inseparable del Teatro Nacional, le rinde homenaje con dos de las obras más reconocidas de estos últimos tiempos: Mambo 3XXI (2009) y Consagración (2018).
El Mambo 3XXI fue la primera de la trilogía de George Céspedes en la que se enmarcan los bailes y ritmos tradicionales cubanos, le siguen Identidad a las -1 y Matria Etnocentra.
Mambo…, como su nombre lo exige, se baila en el tiempo musical característico de esta danza. Se fusiona con la mezcla de Nacional Electrónica y de Benny Moré para crear una sonoridad que emana del siglo XX hacia el XXI.
Acreditada y nominada a premios internacionales, es de las coreografías más activas en el repertorio de la compañía. El Mambo… es bailado, esta vez, por su elenco más joven. La mayoría de los intérpretes se estrenan y hacen que la partitura coreográfica cobre nuevo sentir en sus cuerpos. Sus inexperiencias son parte de la obra, que evoluciona según por quién es bailada.
Consagración, esta vez sin primavera, es una coreografía de Chistophe Beránger y Jonathan Pranlas–Descours que pretende unir los rasgos autóctonos de la danza cubana. Así resaltan en pasos de la más pura danza moderna, neoclásica y contemporánea, matices folklóricos.
Los bailarines, con los cuerpos semidesnudos, salen a la escena con sus rostros cubiertos por largos mantos. El enigma es descifrarlos en sus constituciones fornidas muy similares, que provocan el juego con el espectador. Descubrir quién está en la escena, o cuál será el sacrificio, son las preguntas claves en esta pieza.
Los movimientos, por lo general, no se desprenden de la estética academicista que impone la danza clásica. Los grand jetés y los giros no se echaban de menos y continuamente son repetidos en disímiles fragmentos. También toman distintas danzas folklóricas afrocubanas de diferentes procedencias. Se acude al sincretismo de nuestra cultura para representar a Changó, Ochún, algunos bailes profanos y hasta el Gagá francohaitiano.
El sacrificio no es el epicentro de la obra y desaparece totalmente del argumento. La consagración deviene del sentir de los cuerpos que luchan por una vida sin máscaras. Por despertar, o tal vez, consagrarse en este siglo.
Tomado de La Jiribilla
Foto de portada / Obra Consagración / Tomada de la página en Facebook de Danza Contemporánea de Cuba
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