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Un Vampiro Despertó En El Retablo

No son pocas las ocasiones en que nuestra crítica se ha referido al trabajo innovador de Christian Medina al frente de Títeres Retablos- El Arca.
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Por J. A. García

No son pocas las ocasiones en que nuestra crítica se ha referido al trabajo innovador de Christian Medina al frente de Títeres Retablos- El Arca, un reconocimiento ganado con justicia para una agrupación que, dentro del panorama titiritero nacional, ha consolidado un sello estético original que desacraliza los tabúes tradicionales de nuestro teatro animado. La 2da Jornada Habana Titiritera: Figuras entre adoquines tiene la fortuna de contar en su programa con dos obras gestadas por el joven colectivo: La casa del escarabajo y En el jardín durmió un vampiro.

Precisamente este último título merece un análisis particular, no solo por tratarse del más reciente estreno de la agrupación, sino por formar parte de una sucesión de piezas basadas en recientes creaciones y adaptaciones a nuevos formatos de trabajos anteriores. El montaje, presentado en la sede de Teatro El Arca, es una readecuación de otro realizado por Medina sobre uno de sus texto dramáticos titulado originalmente Tras la Noche.

La trama nos revela señas identificables en la escritura de este creador, como la ubicación espacial en mundos fantásticos alejados del típico contexto nacional; héroes enfrentados a la muerte; las peleas familiares; la fe y el acto de crecer como ente individual. En este espectáculo tenemos como protagonista al archiconocido personaje del vampiro, quien ahora será un niño adolescente que quiere romper con sus obligaciones como ser de las tinieblas, y salir a tomar el Sol en el jardín vecino, aunque le cueste la vida.

En su cruzada de libertad tendrá por rival a su madre, una entelequia alejada del estereotipo de mujer dulce y que se manifiesta como la enemiga feroz que a ojos de un niño puede engendrar la sobreprotección desmedida y las imposiciones arbitrarias. Para auxiliar al joven llegará la amistad de una mosca del jardín, una ayuda que como la de los verdaderos amigos acarrea grandes sacrificios.

Surge ante nuestros ojos ese universo sombrío a simple vista, pero en el que los valores esenciales para crecer como seres humanos de bien se imponen y triunfan.

Sin lugar a dudas es una hermosa historia, que sobre el retablo sabe proporcionar el lirismo con la acción indispensable para que funcione el hecho titiritero. Numerosos juegos de manipulación a modo de pruebas irrumpen en la fábula para generar un movimiento que aligera la complicada retórica que posee el texto. Aun así, tales acciones son insuficientes para una obra que todavía se sostiene en las palabras.

Un final que quiebra totalmente la atmósfera y el pacto ficcional vuelven a ser otras de las constantes que se repiten en el trabajo de Títeres Retablos. Esta vez, no es una culminación abrupta como en La casa del escarabajo, sino la presencia innecesaria de dos finales cuando con la exposición al Sol del protagonista se ha conseguido un clímax adecuado a la concepción estética defendida.

 Vuelve a merecer elogios la excelente factura de los títeres y escenografías diseñados por Medina, plagados de referentes que nos remiten a campos diversos como Brams Stocker´s Dracula de Francis Ford Coppola o la ópera Flauta Mágica de Mozart, dirigida por Julie Taymor. Otra vez la utilización de diferentes técnicas de manipulación como el guante, la varilla, el marotte o los peleles, proporcionan distintos planos de relación a nivel visual en la interacción de los personajes.

Tras los ingeniosos mecanismos insertados en las complejas estructuras se destaca el trabajo de Ángel Montaner, Geidicari González y Aylen Luna, un joven equipo de titiriteros que ya demuestra dominar con conciencia y técnica el oficio de la manipulación, y hasta intercambian roles en escena con una coherencia  que delata la madurez de su labor. Destacan más que por habilidad individual, por la correspondencia entre los tres, pasan de un títere a otro.

En el jardín durmió un vampiro quedará como otro logro en un camino al que ya se le exigen la búsqueda de retos mayores. Sin embargo, siempre será válido apostar por ese universo metafísico para la infancia, mucho más complejo, pero también más útil que el mundo material.

Fotos tomadas del perfil de Facebook de Christian Medina

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