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Trisha Brown y esa danza que desafía el país del tiempo

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Por Noel Bonilla-Chongo

Si bien es cierto que, de modo general, las creaciones y posicionamientos teóricos-creativos de la danza contemporánea cubana, están bien lejanos del sentido contestatario del genio de Trisha Brown, el hacer de la coreógrafa estadounidense es conocido y estudiado aquí. Algunos de nuestras mejores creadoras han apostado por seguir, de manera indirecta y otras más apegadas, sus caminos. Por ello, aun hoy a siete años de la muerte de Trisha, seguimos lamentado su partida…

Aun hoy, después de tanto tiempo, talmente pareciera que la danza de Trisha Brown pertenece a un posible mañana creativo. Dama toda elegancia, estilo, postura irreprochable y una verdadera “maquina danzante”, en su propio decir. Nacida en 1936 (Aberdeen, Estados Unidos), supo quebrantar el apacible environment de la danza norteamericana para, desde su liderazgo en la Judson Dance Theater influir concluyentemente sobre las modalidades de producción y recepción del arte y de la danza en particular.

La Judson Dance Theater desmantela de manera definitiva el mito romántico del artista como un ser elegido y único. La infracción de las acostumbradas prácticas dancísticas quedó cifrada en el mítico Manifiesto del NO, escrito por Yvonne Rainer en 1965. Plataforma que propicia una nueva polémica sobre el sentido de “ser en danza”, exonerando la danza de los parámetros existentes y poniendo en práctica una libertad desconocida.

Es ahí, donde las primeras propuestas de Trisha se presentan desde su constructo interno y, lo procesual de la creación comenzó a tener más importancia que la obra terminada. Ante la sorpresa de los espectadores se expusieron notas coreográficas, bocetos, movimientos ordinarios, cuerpos no entrenados, disolución de los límites entre las distintas disciplinas artísticas, experiencias de improvisación, desechando cualquier criterio selectivo que estuviera dominado por el concepto de belleza y por categorías como «representación» o «expresión»

Conocida entre todos por su pieza Accumulation, resultado creativo de su método investigativo “sobre los caminos naturales del cuerpo y el tratamiento democrático de todas sus partes”, resquebró el sentido narrativo y de asociaciones inmediatas de la danza. De la abstracción a la matematización del cuerpo y del espacio; una amplia y rotunda producción coreográfica registra su filiación cuestionadora sobre los dispositivos que se traman entre gestualidad, desarticulaciones de ejes, centros y trayectorias espaciales. Del césped del Central Park a los techos neoyorkinos; de aquellas cuerdas volantes y superficies “dudosas” a los mejores circuitos teatrales del mundo; el legado de Trisha Brown, como el de los grandes maestros, desafiará la muerte para re-inventarse en la fabulación de todos los que alguna vez la hemos soñado, imaginado, copiado o aplaudido.

Obras capitales como Planes, Glacial Decoy, Set and Reset, Astral Convertible, Astral Converted, Orfeo, Present Tense, entre tantas otras, perdurarán por siempre en el catálogo razonado de la danza en los siglos XX y XXI.

En 2024, cuando celebramos sesenta y cinco años de una ruta progresiva alrededor de la danza contemporánea en Cuba, Trisha y sus múltiples modos de entender el pensamiento/hacer coreográfico, no deja de ser brújula, punto de mira, lente prismático que ensancha el apostar hacia nuevas pistas. Con Brown, retener los nombres de Yudith, Marianela, Rosario o Sandra, entre las creadoras nuestras más próximas al genio estadounidense, parteaguas de lo tanto acumulado que desafía el paso del tiempo.