Teatro Cubano Versus Teatro Alemán: Divertimento, Choteo Y Farsa En Ludi Teatro

Durante la Semana de Teatro Alemán Ludi Teatro estrenó La mujer de antes de Roland Schimmelpfennig (1967), obra que fue versionada por Maikel Rodríguez[1] con la re-escritura escénica y montaje de Miguel Abreu.
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Por Yamina Gibert

Durante la Semana de Teatro Alemán Ludi Teatro estrenó La mujer de antes de Roland Schimmelpfennig (1967), obra que fue versionada por Maikel Rodríguez[1] con la re-escritura escénica y montaje de Miguel Abreu. Se trató no solo de un espectáculo polémico por su estética, lo fue además por los conceptos que maneja en su decir textual “a lo cubano” y por su referencia al contrapunto acerca de la familia y el matrimonio originado por la discusión del proyecto de nueva Constitución de la República de Cuba.

El autor, que conocemos como dramaturgo por obras como El Dragón de oro, asumida en años anteriores por Teatro de la Luna, es un hombre de teatro que estudió dirección en Munich, se ha desarrollado en el Deutsches Schauspielhaus de Hamburgo, posee el premio del Mülheimer Theatertage y goza de gran reconocimiento entre los dramaturgos alemanes contemporáneos.

Es característica de su obra las temáticas relacionadas con el hombre y la sociedad global, la incomunicación, la descomposición de la familia, el tratamiento surrealista de situaciones marcadas por el entorno negativo del mundo globalizado, de ahí su amarga comicidad y punto de vista sobre todo humanista.

Heredero de su historia y del teatro alemán que lo antecede, en su poética están las huellas de Lessing, por abordar lo cotidiano, el melodrama de Kotzebue, Wagner y su idea de teatro total, también el Expresionismo y sus mundos oníricos, Strindberg, por supuesto Brecht, y finalmente Müller, el dramaturgo que resume los referentes anteriores y ejemplifica la entrada a las escrituras postdramáticas que tienen amplio arraigo en Berlín, Hamburgo y Múnich, donde están los referentes más próximos del propio Schimmelpfennig.

De ese tipo de dramaturgia Peter Szondi y Hans-Thiers Lehmann en Teoría del drama moderno y Teatro postdramático[2], estudian las rupturas que producen y cómo operan en correspondencia al cambio de la percepción escénica. Un teatro que plantea exigencia cultural en la recepción y el enaltecimiento del espacio lúdico, donde el artificio y el proceso artístico se muestran ex profeso.

En esta modalidad teatral se puede asumir pluralidad de estilos, teatro de “presentación, participativo, referencial, vivencial, quizás un nuevo expresionismo o nuevo realismo que muestre los desajustes o desequilibrios de la sociedad postmoderna, o a seres frustrados y temerosos con obsesiones, que resultan anti-héroes sin ataduras éticas y morales.

En esta corriente de textos “al uso” se inscribe la obra de Schimmelpfennig, que permite una libre labor dramaturgista por su peculiar idea narratológica y teatral. Con este decir se puede de-construir y contemporizar, hacer lícita la analogía y el traspaso o conversión escénica-cultural.

¿Cómo Ludi Teatro recompone y dialoga? A su manera.

Un grupo de gente común se reúne en un parque para tratar de conectarse a la “wifi”. De pronto, algunos descubren que tienen el mismo interlocutor y se desata el conflicto; este suceso no es de la fábula original. El original de La mujer de antes es una tragedia contemporánea cuya densidad nada tiene que ver en superficie con lo cubano. El “alemán” es un texto con otra historia, vista desde las nuevas maneras de “el hacer dramático alemán” con supuestos problemas únicamente “alemanes”.

Maikel Rodríguez se apoya en esos presupuestos, pero hace versión libre pasando de los códigos “alemanes” a los códigos “cubanos”. Subvierte el género, el argumento, y convierte la tragedia en comedia grotesca, capaz de llegar a la mismísima farsa popular, lo cual enaltece cierto divertimento criollo y absurdo que es el objetivo que persigue Miguel Abreu desde la dirección escénica.

Es viable porque Schimmelpfennig posibilita esa re-escritura que puede traspasar el texto y provocar no sólo experimento con el verbo. Los sonidos, el espacio, la escenografía cinética y la corporalidad física de los actores, entran en el estímulo bufonesco que se quiere orgánico y nunca exagerado.

Hoy, las conversiones en el teatro son “muy” posibles –lo son igualmente las fusiones genéricas en todo orden– y es válido el juego de la teatralidad con libertad absoluta. Abreu y su equipo no tienen “superpretensiones”, se quieren divertir y apuestan por la libre determinación escénica como mismo apuestan por el planteamiento revolucionario de la Constitución de la República referido a las familias.

Aceptar al otro, nuevas lógicas de vida que se plantean por estos tiempos, obviamente pone en jaque a la mente humana casi siempre en resistencia al cambio, pero Ludi, haciendo honor a su nombre, se vale del choteo y decide hacer una obra alemana que podría ser muy cubana con otro tipo de familia.

Todo pasa por el choteo criollo, y recordando a Mañach, ese choteo es cosa familiar, ligera, menuda, festiva, una forma de relación típicamente cubana, con deseo aparente de no tomar nada en serio. Sin embargo, lo lúdico es cosa muy seria por su relación de contexto, aunque la puesta sea un divertimento de estilo desenfadado y alegre. Hay diversión, pero en el devenir subyace el pensamiento Brechtiano del también teatro alemán.

Hay acciones por fragmentos que llevan la tensión dramática. La retrospectiva es constante, como el arme y desarme de los sucesos estimulados por Schimmelpfennig. En ello hay pasión de cubanidad, intensidad, energía, fuerza e intención. Los actores, que se desenvuelven con ese estado de producción simbólica en situaciones absurdas, no siempre nos conducen a la risa, pero siempre conmueven por la situación extraña que recuerda otra parte de nuestra realidad.

Sobre triángulos amorosos no hay nada nuevo bajo el sol, pero aquí resuena un “cuadrilátero” detonado por un “gay” travesti y seductor, sin embargo, esto no es lo importante. Lo más importante es la defensa del humano más allá de cualquier orientación sexual, idea que se materializa por “happy end” como “Deus ex Machina” frente a un público que en ambiente íntimo observa y degusta -o no- “el todo” transformado finalmente en show, o el hecho de transversión total.

El montaje, que es muy reciente, tiene aún por afinar varias de sus cuerdas actantes y compositivas, además debe cuidar el tempo-ritmo, no obstante, atestigua ganancias inteligentes, “sencillísimas” y nada despreciables.

Impresiona el diseño de maquillaje, peluquería y vestuario porque no es un accesorio simple. Pavel Marrero y Celia Ledón una vez más hacen uso de sus dotes y dominio del artificio que se proponen. Muy bien, porque subrayan la imagen visual carnavalesca de los cuerpos en la puesta, aporte estético visual que muchos olvidan en el teatro de hoy. Así el todo se complementa junto al diseño sonoro y escenográfico. Cada noche buscarán artesanía escénica, esa es la magia para continuar llamando públicos diversos.

 

[1] Profesor de Dramaturgia del Instituto Superior de Arte

[2] Ver artículo Teatro del siglo XXI. Presentación versus representación…