Santiago Alfonso, la elevación artística de nuestra esencia cubana

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Por Daniela Borges Lima

He de confesar que mis primeros acercamientos a Santiago Alfonso fueron a través de los programas de televisión, siendo aún niña cuando pasaban algún fragmento de show de Tropicana o alguna de sus coreografías. De adolescente, lo veía de jurado en Bailando en Cuba, con justicia y rigor evaluaba, pero sin faltarle nunca la sonrisa, el desenfado y algún que otro dicharacho.

Santiago Alfonso ha impregnado en su trabajo toda la mezcla de ritmos, estilos, sonoridades, cadencias y gestos para desembocar en una manera específica de concebir los espectáculos escénicos musicales que marcó un antes y un después en el panorama danzario cubano, llevado incluso al cine. Su amplio quehacer tanto en el ámbito nacional como foráneo, le ha valido no pocos reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Danza 2006. Hoy he tenido la posibilidad de acercarme más, y con algo de pena y mucho respeto, lo he abordado para esta entrevista. Él ha accedido con la sencillez y ternura como le habla a sus discípulos y compañeros de labor.

Santiago Alfonso, usted comenzó a dar sus primeros pasos en etapas de grandes cambios en la danza, donde destacaron figuras medulares como Alberto Alonso y Ramiro Guerra, ¿Cómo recuerda esta etapa iniciática?

Mi acercamiento a la obra de Alberto Alonso ocurre en la segunda mitad de los años 50, en el programa Casino de La Alegría que salía al aire por el Canal 6 todos los miércoles, dirigido por Amaury Pérez. Alberto era el coreógrafo y Sonia Calero junto a Elena del Cueto eran las bailarinas estrellas, no tuve en esos programas participación protagónica, tampoco era de los bailarines fijos, para ejemplificarte puedo decir algunos nombres: Víctor Álvarez, Roberto Rodríguez, Ceferino Barrios, Tomás Morales y mucho otros que ahora no recuerdo, en esa etapa Alberto Alonso y Luis Trápaga eran la máxima expresión de la Danza en Cuba.  Debo aclarar que, aunque mis primeros pasos en la danza fueron con Alberto Alonso no formé parte del Conjunto Experimental de Danza, porque esta compañía fue creada después de la Revolución y ya yo pertenecía al Conjunto Nacional de Danza, creado antes, en 1959.

En ese momento, mis maestros eran Finita Suárez Moré, que impartía ballet, Alberto y Luis en sus experimentos danzarios para introducir los bailes populares y folklóricos cubanos en el lenguaje académico. Yo había hecho mi primera aparición escénica en el Teatro Martí en un espectáculo en que la figura central era Rita Montaner, eso fue en 1956, después bailé en el Teatro Blanquita (hoy Karl Marx), en el Homenaje que dio Gaspar Pumarejo (que fue el que trajo la TV a Cuba) a Ernesto Lecuona, de ahí pasé a trabajar en 1957 en un espectáculo llamado Las Mil y Una Noche, bajo la dirección Pedro del Valle y como coreógrafo Arnaldo Silva.

Con este espectáculo viajamos a Venezuela para trabajar en el Teatro Municipal, al regreso me llama Luis Trápaga para bailar en el Espectáculo inaugural del Casino de Capri, en el Hotel del mismo nombre, donde permanezco hasta mediados del 58 y me contratan para trabajar en el Cabaret Sans Souci bajo la dirección de Víctor Álvarez. La artista principal era Marta Jean Claude, participaban además El Cuarteto Las D´Aida, Roberto Barceló, Dandy Crawford y la pareja de baile estrella era Sonia Calero y Víctor Álvarez, también actuaban Juan Bruno Tarraza y Felo Bergaza, Frank Domínguez, estos últimos pianista y compositores muy famosos en esa época, estando el Sans Souci se produce el Triunfo de La Revolución que es el hecho social que sin darme cuenta cambiaría mi vida y la de muchos bailarines negros (por no decir todos).

En abril de ese año se anuncia la apertura del Teatro Nacional de Cuba bajo la dirección de la Dra. Isabel Monal y se crean en esa institución los departamentos de Teatro, Música, Dramaturgia y Danza, este último bajo la dirección de Ramiro Guerra.

Pasó por las compañías fundacionales, llegó el magisterio y moldeó los lenguajes de la danza moderna, el folklore y las formas del cabaret para concretar un estilo con identidad cubanísima…

Desde el punto de vista de la danza, Cuba es una potencia danzaria indiscutible, a partir de la creación de nuestras escuelas, todas las disciplinas se han fortalecido espectacularmente, tenemos bailarines superdotados en todas las técnicas, nosotros, los de mi generación, tuvimos a Alberto y Fernando Alonso, a Luis Trápaga, a Ramiro Guerra, Lorna Burdsall, Manuel Hiram, Guido Gonzáles, Elfrida Mahler, Elena Noriega que volcaron en nosotros toda su sabiduría en lo académico, pero también tuvimos a partir de la desprejuiciación racial a Nieves Fresneda, Luisa Barroso, Nancy Rodríguez, Caridad Romero, Margarita Ugarte, Jesús Pérez, Trinidad Torregrosa y otros que de la mano de Argeliers León y María Teresa Linares abrieron nuestras mentes y corazones a la música y los bailes populares y folklóricos cubanos, ahí está la raíz de todo lo que nos movió, esa es sin duda la base de lo que hemos logrado, es preciso aclarar que no fuimos los primeros, fueron nuestros maestros los que nos condujeron intelectual, ética y técnicamente, fueron ellos los que señalaron sin palabras al camino.

Cuando me atreví a impartir Danza Moderna en el Conjunto Foklórico Nacional, no estaba improvisando nada, no estaba inventando el agua tibia, solo seguía el camino que me había trazado Ramiro desde el salón de clases y la enseñanza teórica, en Tropicana sucedió lo mismo, volqué mis experiencias y la formación que recibí a  partir de abril del 59, pero no solo llevé la Danza, también el Ballet, el Folklor, porque maestros como Laura Alonso, Loipa Araujo, Aurora Bosch, Pablo Moré y  Alfredo O’Farril, impartieron clases en Tropicana, toda esa riqueza estética y estilística se tradujo en mejores bailarines  y  en vocalistas mejor y más capacitados, esto también influyó en la música.

Todo este gran movimiento quedó plasmado en el escenario y la danza se abrió camino con el amor de sus artistas. Mi trabajo como coreógrafo y director no ha sido solo en Tropicana, pues tanto en nuestro país como en muchos escenarios europeos, asiáticos y de América Latina he sido contratado para desarrollar esas labores.

¿Cómo ve Santiago Alfonso la danza de espectáculo en los tiempos que corren?

Cuba durante gran parte del Siglo XX fue país de referencia en esta manifestación e inclusive, tuvo después de la Revolución una escuela para la formación de artistas con talento e interés en dicho trabajo.

Los jóvenes que antes del triunfo revolucionario se inclinaban al Espectáculo Musical (que dicho sea de paso era el más importante en Cuba), tenían que desarrollar su talento de forma completamente empírica, tanto en el plano vocal como en lo danzario y actoral, había espacio en todos los escenarios: teatro, televisión, cine y cabarets de todas las categorías y esos mismos artistas continuaron actuando en la Cuba revolucionaria.

Algún tiempo después de creadas las Escuelas de Arte se decidió la apertura de la Escuela de Espectáculos Musicales, que sin llegar a ser todo lo completa que exigía, satisfizo gran parte de las necesidades del momento. Desgraciadamente un día fue cerrada, en alguna ocasión, en mi presencia el exdirector del CENEART Rolando García, hoy rector de la Universidad de las Artes ISA, expresó su intención de reabrir esa escuela, pero hasta hoy nada se ha concretado. La creación de espectáculos musicales ha mermado de forma alarmante en nuestro país, no existe una política encaminada a que lo tengamos en nuestros escenarios (como había sido hasta hace unos 20 años).

Sin una política clara a favor de ese terreno creativo no puede haber desarrollo. Hay artistas con interés y condiciones para esa labor y se necesita motivación y trabajo para desarrollar las potencialidades; esto incluye directores artísticos, coreógrafos, diseñadores de vestuario, escenografía, iluminación, músicos y orquestadores.

La danza de espectáculo debe, necesita vivir, es la elevación artística de nuestra esencia popular cubana.

Foto de portada: Abel Alonso Padilla. Tomada de Cubadebate