Search
Close this search box.

Un paraíso bajo las estrellas. Mitos y realidades del cabaret Tropicana

image_pdfimage_print

Tropicana pronto arribará a su 81 aniversario, en este artículo se hace un repaso por el devenir histórico del emblemático cabaret.

Por José Omar Arteaga Echevarría

Del Moulin Rouge a La Habana

Cabaré o cabaret es el término de origen francés que se emplea internacionalmente para denominar salas de espectáculos, generalmente nocturnos, que suelen combinar música, danza y números circenses.

Este fenómeno que precede al café-concert de la Belle Époque parisina, tiene puntos en contacto, pero se aleja de esta modalidad. Los creadores de los primeros cabarets querían algo más intelectual, locales que fueran adecuados para cantautores, poetas o donde se pudiese bailar el escandaloso Cancán. Así se convierten estos establecimientos en antros más cerrados y cosmopolitas donde, además de las expresiones musicales, teatrales y danzarias de moda, floreció la prostitución, el juego y otros aspectos sociales.

El Moulin Rouge, simbólico cabaret retratado por pintores, escritores y hasta la cinematografía, se convirtió en epicentro del desenfreno de una época. Célebre por sus opulentos espectáculos y amantes exóticas, llegó a constituir un símbolo de la vida bohemia. Este tipo de espectáculos proliferaron por el resto del mundo, incorporándose luego a Estados Unidos y otros países, que aportaron novedosos elementos al espectáculo.

Tropicana abre sus puertas el 31 de diciembre de 1939 en una zona boscosa del municipio Marianao, en La Habana. Su principal impulsor y propietario fue Víctor Correa, quien pretendía crear un sitio nocturno de recreación para las altas clases de la Cuba republicana. Además del espacio de entretenimiento, contaba con un salón de juegos y bar-restaurant. El norteamericano Martin Fox, conocido como “el bolitero” o “guajiro Fox”, tenía vínculos importantes con círculos de poder económico, que lo hicieron ocuparse de la renovación de los locales y del espectáculo e introdujo las formas del cabaret americano de manos de Roderico Neyra “Rodney”, especializado en la Revista Musical. Durante esta época, reafirmando un contexto histórico plagado de males sociales, este centro fue distinguido por la corrupción, el gansterismo y la prostitución. Era un espacio ideal para disfrutar del encanto de la isla paradisíaca y sus hermosas mujeres.

Tropicana, de Los Ballets Rusos a la amenaza de clausura

Uno de los momentos más célebres de la historia del emblemático lugar es la presentación de Los Ballets Rusos de Montecarlo del coronel de Basil en 1940.

Por aquellos días andaba anclado en La Habana el prestigioso Ballet Ruso de Montecarlo, dirigido por el coronel Basil. Lo había traído la Sociedad Pro-Arte Musical para presentarlo en el Teatro Auditorium (actual Teatro Amadeo Roldán) y si bien gozó de buena crítica y no poco público, fue un fiasco económico por el alto costo de producción del espectáculo. Aquella compañía, en la que figuraban bailarinas que clasificaban entre las mejores del mundo, quedó varada en la Isla y sin posibilidades de regresar a Europa ya que no había sacado ni para el pasaje.[1]

El entonces propietario del cabaré, Víctor Correa, consiguió, con no muchos esfuerzos, que las estrellas del ballet ruso subieran al escenario de Tropicana con la revista musical Conga Pantera coreografiada por Sergue Lifar y David Lichini. Este espectáculo reunía tanto a bailarines cubanos como primeras figuras de la compañía rusa, entre ellas Nina Verchinina y Ana Leontieva. La composición musical fue encargada al prolífero compositor Gilberto Valdés, mientras que la orquesta conducida por Alfredo Brito y Chano Pozo al mando de la percusión. De este espectáculo se especula que sale la inspiración del encargo que se hiciera a Rita Longa para crear la estatua convertida en emblema del centro nocturno.

Promoción del espectáculo Conga Pantera de los Ballets Rusos en Tropicana. Foto tomada de Pinterest

Ese mismo año, Tropicana fue amenazada de cerrar sus puertas por influyentes figuras políticas y religiosas que se quejaron de las molestias causadas por la música estridente hasta altas horas, además del carácter marcadamente sensual del espectáculo.

Dicen que fueron los tambores de Chano los que sacaron de quicio a los jesuitas de Belén y al Conde de San Juan de Jaruco, pues en los meses precedentes nadie objetó la existencia del cabaret.[2]

La demanda fue presentada al alcalde de Marianao que, aunque no tenía motivos para cerrar el lugar, sentía la presión de las instituciones religiosas y el influyente noble.  Ni corto ni perezoso el señor alcalde pasó la “papa caliente” al Juzgado Correccional, cuya decisión era irrevocable. Entonces se celebró en esta ciudad uno de los juicios más complicados de la época. El juzgado estaba abarrotado de trabajadores, familiares, propietarios y otros interesados en el establecimiento, además de la contraparte religiosa y el reputado conde con su séquito. Tras oír a las partes, y en medio del zafarrancho que resultó ser el juicio, el juez dictaminó sentencia revocando la causa.

Al final, el juez Cabrera, en atención a los argumentos incontrovertibles de Palma, dictó fallo absolutorio. Tropicana mantendría abiertas sus puertas y a nadie más se le ocurriría solicitar su clausura.[3]

Este pasaje tragicómico es una de las anécdotas de Tropicana en la Cuba neocolonial, manteniéndose el local abierto para el recreo de adinerados y extranjeros como un sitio exótico, donde el vicio y la corrupción estaban a la orden del período histórico.

Opulencia de los 50 en el cabaret Tropicana. Contrastes sociales

Durante la década del 50, el centro nocturno estuvo en la cumbre de su esplendor, contando con los espectáculos como el plato principal del lugar y de los que todos los medios emitían criterio.

Fue Tropicana el primer cabaret de Cuba que descubrió el imán de las grandes producciones y fue Rodney el primero a quien cabe el orgullo de haberlas mostrado con triunfal acogida.[4]

“El mago Rodney” llegó a ser el coreógrafo y director artístico mejor pagado de Cuba. Según registra la prensa especializada de la época, eran escandalosas las ganancias de los empresarios repartidas entre el personal administrativo, no tanto así para los trabajadores de servicio y bailarines. Solo las primeras figuras recibían una justa cantidad de dinero por el trabajo artístico.

Postal de Tropicana en los años 50. Foto tomada de Pinterest

Sus deslumbrantes espectáculos cargados de barroquismo cautivaban a quienes visitaban este recinto. Mayombe, Bahiondo, Noches del trópico, Tambó, Vodú ritual, Tropicana vodevil, son algunas de las más célebres creaciones de Rodney, donde actuaron populares artistas de la época como Celia Cruz, Olga Guillot, Rosita Fornés, Mercedita Valdés, Omara Portuondo y el cuarteto Las D´ Aida entre otras notorias figuras. La presencia de Armando Romeu fue un baluarte en el arreglo musical y la dirección orquestal.

En la danza marcaron hito las parejas de baile Ana Gloria y Rolando, Leonela González y Henry Boyer, quienes interpretaban la rumba comercial y otros bailes cubanos deformados cuyo propósito ante todo era destacar la sensualidad femenina y el galanteo de las duplas. Célebres las modelos y bailarinas por la belleza física y la gracia con que lucían los exuberantes vestuarios que cubrían unas partes y descubrían otras.

En esta etapa creció el flujo de visitantes, no solo simples turistas, sino connotadas personalidades del arte que además subieron al escenario del salón Arcos de Cristal, catalogado como:

el ejemplo más logrado de la arquitectura de los cincuenta, en lo representativo de la significación estética de la naturaleza tropical utilizada dentro del contexto arquitectónico.[5]

Registradas en la historia del cabaret están las presentaciones de artistas internacionales: Nat King Cole, Carmen Miranda y Pedro Vargas, además del diseñador francés Pierre Balmain con su colección Primavera-Verano de 1954.

Este decenio representó el período de máximo esplendor y fama internacional del cabaret, las revistas y periódicos internacionales vendían a Cuba como isla de encantos y a Tropicana como un oasis de placer.

Paralelamente al boato color de rosa en estos años, otros males de fondo estaban presentes. Rodney, eminentemente racista, no contrataba negros salvo para los espectáculos folklóricos donde los utilizaba de relleno y les pagaba unos centavos. También se le exigía a bailarinas y modelos que fueran “amables” con los clientes, una amabilidad que traería dividendos para el local y las imberbes muchachas. Célebre fue la sala de juegos que hacía lucrar suficientes ingresos para mantener la exuberancia del lugar y los excéntricos pedidos del director artístico.

En contraposición a esto, existían (no muy lejos) barriadas de extrema pobreza, incluso personas que hurgaban en la basura del lugar para alimetarse y subsistir en una precaria situación.

…donde quiera que hubo un solar yermo, levantáronse vejaminosas covachas con pedazos de cajones, yaguas y desperdicios de todas las clases posibles, sin orden ni concierto. Y en estos infamantes recintos se alojó una multitud compuesta por gente menesterosa, estampas de hambres, dolencias y mugre.[6]

Llegó el comandante y mandó a parar. Tropicana después de 1959

Enero de 1959 marcó un cambio radical en Cuba, había triunfado la Revolución liderada por Fidel Castro y otras personalidades históricas. El juego, la prostitución y la corrupción de épocas anteriores fueron sacudidos de un plumazo. Esta fue una cuestión importante trazada como estrategia, sin embargo, también estuvo claro que el lugar no debía perder su atractivo, aunque era medular trascender los patrones maniqueístas en torno a la cultura cubana.

Tropicana mantuvo la tradición creada por Rodney de espectáculos cohesivos y con fastuosos vestuarios y decorados, también se enfocó en resaltar la danza popular cubana, además del tratamiento del folclore y su teatralización.

Alberto Alonso fue uno de los que contribuyó al desarrollo del espectáculo en Tropicana, con su manera particular de concebir el hecho danzario, algunas de sus creaciones: Son, Ritmolandia, El Solar, Bamba-Iroko-Bamba y otras que se presentaron en los escenarios de este centro nocturno y otros cabarets. El prominente coreógrafo, una de las figuras cimeras del arte del ballet en Cuba, llevaría el lenguaje de la danza académica a las formas folclóricas y populares, ideando propuestas novedosas y a su vez abriendo una brecha para posteriores generaciones de creadores que continuarían el desarrollo de la danza de espectáculo. Tomás Morales, que integró las filas del elenco de bailarines, devino en director artístico y coreógrafo que mantuvo durante muchos años la tradición de los espectáculos, destacando por los temas folclóricos de sus creaciones.  Algún tiempo después llega el joven Santiago Alfonso a Tropicana, al inicio como bailarín, luego como director de escena y posteriormente director artístico. Respecto a su labor artística refiere:

comienzo a mezclar ballet con danza, con folclor, con jazz. Un poco de ese mejunje nace en Tropicana…Además Tropicana me pidió, desde el punto de vista de la imaginación, que trabajara duro para demostrar que el cabaret puede ser un medio donde hay arte y no solo frivolidad.[7]

Actualmente, Armando Pérez Sánchez (el mellizo) ocupa la dirección artística del centro nocturno, cuyos espectáculos se han mantenido fiel al legado de sus predecesores, lo que ha contribuido a la desmitificación de este género danzario considerado como un arte bajo. La elegancia y cuidado de los aspectos de la dramaturgia, así como la calidad de los montajes y el profesionalismo con que sus bailarines los asumen, denotan un interés por preservar esta antológica práctica.

Foto tomada del sitio web de Tropicana

No pocas leyendas se cuentan sobre este sitio que atrapa a los visitantes por su impactante arquitectura combinada con la vegetación y magníficos shows. Desde las actuaciones de grandes artistas cubanos y foráneos, personalidades que han concurrido en sus espacios, políticos de antaño, gánsteres, mafiosos, así como intrigas, celos profesionales y otros vericuetos que guardan los que conocen las interioridades del cabaret.

Tropicana sigue teniendo la vitalidad de hace 80 años, constituye una puntera en el género espectacular bastante extendido en el país. Con referencias internacionales, se encumbra como uno de los principales exponentes del cabaré o cabaret, ratificando el slogan “un paraíso bajo las estrellas”, que no es una frase vacía, sino que describe realmente el imponente espacio cargado de mitos y donde se difundieron expresiones y ritmos que han sido heredados por la cultura popular.

Foto de Portada: Tomada del sitio web de Tropicana

Contenidos Relacionados:

 

[1] Bianchi Ross, Ciro (2018). Apuntes del cartulario: Cuando quisieron clausurar Tropicana. http://www.cubadebate.cu/especiales/2018/08/17/apuntes-del-cartulario-cuando-quisieron-clausurar-tropicana-fotos/

[2] Ídem

[3] Ídem

[4] Revista Show, La Habana, mayo de 1955.

[5] Segre, Roberto (1989). Arquitectura y Urbanismo de la Revolución Cubana. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, p.19.

[6] Chailloux Cardona, Juan M (2005). Los horrores del solar habanero. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, p. 146.

[7] Alfonso, Santiago (2020). “Tropicana fue la puesta en práctica de todos mis sueños”. Entrevista de Thalía Fuentes Puebla para Cubadebate.http://www.cubadebate.cu/especiales/2020/07/30/santiago-alfonso-tropicana-fue-la-puesta-en-practica-de-todos-mis-suenos-fotos/