Por Gerardo Fulleda León
La gran voz dramatúrgica de nuestra generación, se instauró en el quehacer teatral profesional, desde el estreno de esa clásica tragedia moderna que es María Antonia. La que nos conmovió a los cientos de espectadores que, una y otra vez, acudimos al Teatro Mella a presenciar aquel espectáculo, dirigido magníficamente por el gran actor y director escénico que fue Roberto Blanco, y que Hilda Oates, Samuel Claxton, Miguel Benavides, entre otros intérpretes, supieron encarnar en escena, con auténtica intensidad, la complejidad de sus roles. Al final de la función de estreno estallamos en un aplauso interminable, conmovidos como nunca, ante la transgresora y excepcional brillantez de aquel suceso teatral.
De forma tan magistral hacía su entrada en la dramaturgia de nuestro país, una voz con alcance artístico semejante a la de un Lope de Vega contemporáneo, por su carácter eminentemente popular y su amplia producción literaria para ayudarnos a clarificar, desde la escena, en profundidad, las pasiones, encrucijadas y ensueños de una amplia porción significativa de nuestra sociedad.
Pero no conforme con ello su trayectoria también, una y otra vez, toco la diana de los espectadores con espectáculos bajo su conducción como Obdebi el cazador, donde la magia del sincretismo cultural nuestro alcanzó una altura expresiva deslumbrante que nos ganó a todos los espectadores y al Conjunto Folklórico Nacional de Cuba y al propio autor.
Mas no fue suficiente y con un vigor inusitado y una visión proteica y desacralizada de nuestra realidad contemporánea, tocó magistralmente en la diana, con acierto crítico sobre nuestra realidad de entonces, en Calixta Comité. El texto más honesto, brillante y polémico que haya subido a escena en nuestro panorama teatral en mucho tiempo.
No a la saga nos supo deleitar con textos como Mi socio Manolo, Emelina Cundeamor, Alto riesgo, Lagarto Pisabonito, El venerable, La balsa, Eclíptica, que le pasa a esa mujer, Aedes Agiste y con la plasmación de algunos de sus textos y guiones en el cine, que hablan a las claras de la trascendencia de este predestinado que aún seguirá siendo para nosotros nuestro hermano mayor, El papi, más reconocido como Eugenio Hernández Espinosa.