Por Nieves Laferté, diseñadora escénica
Partió el hombre, Eduardo, el que lucía – coqueto él – camisas que bien sabía, resaltaban su mirada límpida, sincera, serena a veces, otras bien pícaras que sabía escoltar con una amable y deliciosa sonrisa.
Está, quedará entre nosotros el amigo Arrocha, a la vez el Maestro, el Artista, también el colega (agrego con orgullo) en la inmensidad de la obra que nos deja: prodigiosa, magistral.
Magisterio en el sentido ecuménico de concebir cada título diseñado por él ya fuera para danza, ballet, teatro, ópera, cualquier género. Teatro o cine eran para él un mismo modo de hacer lo que tan bien sabía y con cuánto placer nos regaló sus “secretos”.
Pobló la escena con asombroso dominio de estilos y tendencias del diseño escénico; dueño de un asombroso dominio de las más variadas técnicas convirtiéndolas en expresión propia. Estilo inconfundible. Trazos fascinantes, elegante línea y derroche de color. Destreza prodigada en el taller hasta arrancarnos el asombro.
Quedan, además de sus formidables conferencias, sus informales intercambios donde acudía con frecuencia a sus variados referentes todos ellos reconocidas figuras de la cultura nacional y universal.
Son sus tres Premios Nacionales cápsulas de sus capacidades y entrega a la profesión, en esencia la vida que prodigó.
Quedas en nosotros.
Foto tomada del blog Enfoque Cubano