Palabras de Alberto Curbelo, a propósito de la mesa especial dedicada al dramaturgo cubano, Eugenio Hernández Espinosa, uno de los intelectuales a quien estuvo dedicada la Feria Internacional de Libro de La Habana 2020… El encuentro se realizó el mes de febrero en la sala Nicolás Guillén de La Cabaña, y participaron el doctor Rogelio Martínez Furé, el dramaturgo Gerardo Fulleda, el ensayista Víctor Fowler, y el propio Curbelo, con la moderación del escritor Rogelio Riverón
La Pupila negra (Premio Testimonio Razón de ser, 2005), no es un libro que se escribe en una semana ni en unos meses, es el resultado de conversaciones mías con Eugenio durante más de 35 años, en que he sido su asesor y asistente, más bien el albacea literario de Eugenio, porque yo tuve la oportunidad, en ese contacto con él, de leer sus obras inéditas que nadie ha leído.
Eso me descubrió un Eugenio inmenso. A él lo encasillan en María Antonia, y Eugenio es muy rico en su escritura, como han aportado tanto Furé como Fulleda, en la diversidad, en los géneros que aborda. Y cuando tuve la tarea de conformar estos libros (Los peces en la red y Algo rojo en el río) tomé la decisión muy dura, de no incluir sus grandes obras. No las podía incluir porque son muy voluminosas. Es decir, con una sola de sus obras, Calixta comité, ya tenía un tomo completo, porque tiene más de 300 páginas. Y opté por hacer una selección de su teatro de pequeño formato que diera una visión de la escritura de Eugenio Hernández Espinosa, y también dedicar un tomo, que mostrara una selección de su teatro inédito, porque es uno de los dramaturgos que más obras tiene escritas en este país.
Y que pudieran reflejar no al Eugenio de María Antonia, aunque también está porque hay un monólogo que lo aborda; pero María Antonia ocurre a finales de la década del 50, en la República; y yo quería mostrar al Eugenio que ha hecho su obra en la Revolución.
Hay un elemento muy importante, el Realismo Socialista lastró a los países de Europa del Este de una literatura realmente socialista, compleja, contradictoria, y Eugenio fue construyendo esa obra al pie de la Revolución. También con una óptica diferente, como contaba Furé, porque Eugenio era un negro pobre, de los solares del Cerro, y lo que él tenía que decir era diferente a lo que otros dramaturgos, que si se acercaban a la cultura popular era a partir de la literatura, de sus lecturas, de su humanismo; Eugenio no.
Hay algo en lo que no se ha hecho mucho énfasis, que está en este libro de testimonio, y es algo muy significativo, el por qué Eugenio es Eugenio Hernández Espinosa. Eugenio fue adoptado, es decir, el papá de Eugenio lo secuestró de su mamá y se lo entregó a un mambí negro, para que le diera la educación que ellos no podían darle porque era una familia muy numerosa. Eugenio era el primogénito y por eso su padre quería que tuviera una educación especial. Eugenio se crió con un mambí negro, con un alférez. Eugenio no conoce de las guerras de independencia por la literatura o como yo por el Cimarrón de Miguel Barnet. El Mambí fue su tutor, fue quien lo crió, se llamaba Ramón Quintana, si mal no recuerdo. Se ha hecho mucho énfasis en su educación desde el punto de vista religioso, pero no, él tuvo una profunda educación patriótica a partir del hogar en que él se educó, y eso es lo que está reflejado en sus obras.
Eugenio en 1969, nada menos, escribe Calixta comité, una obra que todos sabemos que en el 80 cuando se estrenó fue censurada y solo dio dos funciones. Calixta comité, en ese momento era una obra de consigna, de barricada; ahí él muestra las contradicciones que había realmente en el seno del pueblo, en una cuadra, y crea la obra, desde el punto de vista literario-artístico, más importante que aborda los CDR, una de las organizaciones revolucionarias más masivas. Con Calixta comité empiezan a despuntar esas mujeres negras como dirigentes, y esa mujer negra de su CDR, con su humanismo, con su extracción de clase, con su género, que comienza a dirigir de una forma muy diferente.
Calixta se enfrenta a todos los que en esa cuadra querían apartar a dos jóvenes que habían cometido delitos menores en una carnicería, no se imaginen que son actos de corrupción como los que hemos conocido ahora, y ella quería reinsertarlos y ellos a la vez integrarse.
Contra la opinión de todo, Calixta comité, escrita en 1969, adelantó en décadas la tarea confianza de Fidel. Es un monumento realmente de nuestra literatura. Ya hubiesen querido la Unión Soviética y los países del Este haber tenido una obra como esa, que refleja de verdad las contradicciones, la realidad de lo que es construir una Revolución Socialista, en la que esos hombres con sus imperfecciones estaban construyendo una Revolución Socialista, pero a la vez se estaban construyendo ellos mismos, y por lo tanto estaban a veces en posiciones contradictorias, difíciles; cuando no entendían algo o jugaban roles que no respondían desde el punto de vista revolucionario.
Ya Calixta comité se publicó por Letras Cubanas, en el Teatro Selecto de Eugenio, lo publicó Omar Valiño (Ediciones Alarco) también en 30 obras en 50 años de Revolución, que me parece que es uno de los títulos que más justifican esa selección, y esta obra es realmente un monumento de cómo debe ser la literatura que se escribe en un proceso revolucionario, por compleja, contradictoria, que nos pueda parecer. Ese es el gran mérito que ha tenido Eugenio, desde Calixta… en el 69, pero en 1971 escribe Mi socio Manolo, que también estuvo 19 años sin poder llegar a las tablas. Y, antes de llegar a La Habana, se tuvo que estrenar en Venezuela y Argentina, con un periplo latinoamericano muy exitoso, con dos grandes actores de nuestra escena: Pedro Rentería y Mario Balmaseda.
Recuerdo que yo estaba en estreno habanero, en el Teatro Nacional, y al lado mío había un compañero del MININT, sé que era del MININT porque lo conocía, y me dijo: “Esta obra hay que ponerla para que se vea la radiografía de un oportunista”. Y realmente es así. Mi socio Manolo es más conocida porque tuvo una versión para cine, con una película genial y es lo que más conocen las personas.
Después Eugenio, a pesar del ostracismo que tenía en aquellos años, siguió escribiendo, y escribiendo la literatura revolucionaria de este país, en toda su complejidad. Lo pueden ver ahora en ese tomo de Algo rojo en el río, que tomé su nombre, primero porque yo no conocía esa obra, hasta que Abelardo Estorino me habló de ella, y me dijo “yo le voy a robar el título para una obra mía, porque él en definitiva no la ha puesto más ni la ha publicado”. Es una obra de 1960, porque las personas piensan que Eugenio llegó en un paracaídas con María Antonia, en 1967. No, para escribir esa tragedia mayor del teatro cubano, Eugenio tuvo que pasar por una fase de escritura hasta concretarla.
En estos dos tomos también está Los peces en la red que es de 1960, su obra más lorquiana. Y aunque está muy influenciado por Lorca, podemos decir que es un puro Eugenio, porque es una visión distinta de Eugenio, y está Algo rojo en el río que es también de 1960.
Imagínense la revolución triunfante, los barbudos vestidos de verde olivo por todas partes, toda una obra apologética de aquella hazaña, y Eugenio escribe una obra en la que presenta el dolor de una familia negra, por el dolor de uno de sus miembros (ese es el gran secreto que tiene la familia), el padre, traicionó y lo mataron. Eso es Algo rojo en el río, Estamos hablando de 1960…
Después vinieron sus escrituras en que aborda procesos muy complicados. Pero con Eugenio tenemos realmente una saga de nuestra literatura, porque él dio continuidad a la Abdala de José Martí. Con Martí, por primera vez en la literatura iberoamericana, quizás mundial, el negro aparece como un héroe dramático…, con Abdala, a veces olvidado. No, no es una obrita de teatro de un niño de 15 años, es un pilar del teatro cubano. Un pilar en que el negro no es bozal, es un príncipe, un jefe de estado, cuando todavía nuestra Guerra de Independencia (1869) era encabezada por los intelectuales blancos cubanos; cuando todavía Maceo no era Maceo; eso es después, en 1895. Martí concibe la causa revolucionaria encabezada por un negro. No escribe de un negro cimarrón, de un esclavo, sino de un príncipe a la cabeza de un estado, o sea, un Obaba en el siglo XIX. Y en esa “obrita”, Martí expresa el concepto de Patria que muchos cubanos aún no tenían en esa época.
Desde Martí hasta Eugenio Hernández Espinosa, el negro fue una pincelada bucólica. A veces folclórica. Y con Eugenio se retoma nuevamente el carácter de héroe dramático del negro en el teatro cubano, en la literatura cubana.
Pero hay más… En estas obras van a ver un negro diferente, el negro filosófico… Porque siempre se piensa al negro como el músculo, o sea, el trabajador manual, el esclavo, el obrero, la prostituta, el asesino. Aún, en ciertas obras de nuestra narrativa actual, que alguien llamó pornomiseria. Y en este teatro filosófico van a ver al negro formado por la Revolución, con conocimientos y que discute de tú a tú a nivel de filosofía, su identidad.
Fíjense que Eugenio ha abordado el jineterismo. Pero qué diferente la jinetera de Eugenio al resto de algunos autores. Son jineteras que han sido estudiantes universitarias y que cuando usted lee tanto en Alto riesgo, como en Chita no come maní, usted sabe que esa negra que puede estar encasillada por alguien como prostituta, solo puede ser producto de la Revolución y de la hazaña educacional que tiene la Revolución.
En el caso de Chita no come maní, se enfrenta a esa italiano que se cree superior por su cultura y realmente lo “muele”. Qué identidad, qué humanismo tiene la supuesta jinetera de Eugenio. No es eso que hemos leído por ahí de cosas oscuras que nos pasa también. Pero, ¿por qué?, porque la mirada de Eugenio ha sido diferente, ha hurgado y ha visto cosas que otros no han visto, que se han quedado en lo externo, en lo que nos desagrada, pero aún en lo que nos desagrada, él ha ido a la causa. Y que ese sujeto que está enfrentando esa batalla, que está en esa situación, no es ya ni siquiera uno de los personajes de María Antonia, es un negro diferente. Y ese es el valor tan grande que tiene la obra de Eugenio. Tan es así que, como he dicho en algunos prólogos, el teatro del absurdo cubano se creó a la par del teatro del absurdo europeo, incluso hay obras de Virgilio Piñera que antecede a la de los europeos. Pero en el teatro del absurdo no estaba el negro a escala mundial, y cuando Eugenio emprende la escritura del teatro del absurdo, lo hace desde el negro, desde el choteo, desde la forma que tiene el negro de ver su realidad, que es absurda, a veces surrealista, y le aporta al género a escala mundial un sujeto nuevo que él llama disparate popular.
¿Cómo es el absurdo en una familia negra, en un solar cubano, habanero? Creo que todos estos son rasgos por arriba muy importantes de la escritura del dramaturgo afrodescendiente más importante de la lengua española, y no porque él sea negro de piel, o mestizo porque es hijo de una negra con un blanco, no es por eso. Es que él logro que la cultura del negro, la cosmovisión del negro, la visión que tenía el negro, se armara dramatúrgicamente en esas obras. O sea, el soporte de esas obras es la cultura del negro, el pensamiento, la mirada del negro. No porque sean negros sus personajes, ni porque él sea negro. Eso es un aporte grande a nuestra literatura. Y creo que hace justicia esta Feria, y aprovecho para agradecer a los organizadores, que le dedicaran la Feria a dos negros, a dos negros intelectuales inmensos de nuestra cultura. Eso es un aporte extraordinario porque permite tener una mirada hacia la obra intelectual del negro. Porque pasa hasta con Maceo, todavía lo vemos como el brazo del negro que empuña el machete, y la obra intelectual de Maceo es inmensa que ahora se comienzan a recopilar todos sus escritos, incluyendo sus opiniones sobre el teatro.
Pienso que estos tres tomos pueden darle al lector una idea…, en el caso de La pupila negra, como yo conocía situaciones en las que había vivido Eugenio Hernández Espinosa, en la etapa de la República, de niño, joven. Cuando comenzamos le dije, mira este es el testimonio de un dramaturgo, no va hacer igual, y le pedí que las cosas que le habían pasado, me las escribiera como una obra de teatro.
Por ejemplo, él se sintió muy angustiado cuando murió su madre de crianza, él pensaba que la había matado, porque cuando salió del hospital le había hecho un caldo con todas las carnes que encontró en la casa y le había subido la presión, y eso le angustiaba, tenía pesadillas, se sentaba solo en los parques y sentía que los murmullos del solar lo acusaban de la muerte de Mamita. Le pedí que me escribiera eso como una obra de teatro, porque no había otra forma. ¿Cuál era la pesadilla, qué le decían? ¿Cómo era la intimidad de los solares en aquella época? Y así fuimos desgranando su vida hasta que llegamos a las etapas más complejas.
Sus obras siempre han sido muy polémicas por lo que dicen los personajes. Algunos hacen énfasis en eso, pero nadie le pregunta a Eugenio qué piensa él, cuál es su interpretación de esos hechos. Creo que en el testimonio van a encontrar sus reflexiones sobre esas circunstancias que a veces no han sido benignas, pero creo que sí porque le han ayudado a escribir una literatura extraordinaria. Fíjense que él gana el Premio Casa de las Américas con La Simona, y escribe una obra como si fuese un chileno. El jurado pensaba que era un chileno que la había escrito. Y en aquel momento estaba separado del movimiento teatral, con la cuestión de la parametración, y entonces se le ocurre como un genio que es, escribir una obra de teatro para niños, sin dolor, sin reparos, una obra en que refleja que la jicotea Tomasita no la invitan al gran baile de los animales del monte porque no cumple los parámetros, no tiene cintura para bailar el son. Es deliciosa la obra. Una obra que lamentablemente lleva 40 años sin llegar a la escena, o sin publicarse. Ahora la van a ver en Algo rojo en el río. Porque el teatro de Eugenio para niño y jóvenes también es extraordinario. Solo se conoce para jóvenes El patakí Odebí, el cazador, una de las grandes puestas del Conjunto Folclórico Nacional como ha dicho Furé en muchas ocasiones.
Yo he tenido la suerte de formarme junto a Eugenio, de beber del mejor teatro de la revolución. Contradictorio, complejo, hecho por hombres imperfectos, pero así lo hicimos, y hemos vivido y hemos triunfado. Y lo importante es que este hombre esté hoy con nosotros. Que ahora podamos conocer más de su obra literaria, porque desgraciadamente en Cuba el teatro no se lee. Los libros solo lo compran los actores, los directores, pero la Feria puede ser un estímulo para que los lectores, el público en general, lea teatro.
Agradezco al Instituto Cubano del Libro, que a pesar de las dificultades, puso un acento especial en publicar todo lo que fuese posible de Eugenio. Hay un tomo que no puede salir para la Feria que es el libro de los patakines de Eugenio, un libro esencial porque hace un gran aporte a la literatura cubana. Pero creo que en Algo rojo en el río que es un muestrario de su teatro inédito, en Los peces en la red, que es un muestrario de su teatro de pequeño formato y teatro del absurdo, y en su testimonio, se puede vislumbrar qué representa Eugenio Hernández Espinosa para la literatura de la Revolución Cubana.
Muchas gracias