Por Emanuel Gil Milian
Comienza un nuevo año y la primera propuesta escénica que saluda al público pinareño en esta fecha es Entre el cielo y el mar, a cargo de Nelson Álvarez, que celebra con dicha obra los 25 años de vida artística del Teatro de Títeres Titirivida.
Ya en 2019, Álvarez[1] y Titirivida habían presentado Zapaticos para Rosa, una apropiación literaria de Los Zapaticos de Rosa, de José Martí. La puesta generó diversos criterios acerca del tratamiento que se ofrecía a su núcleo temático, las limitaciones económicas y, en especial, a la violencia explícita en las acciones y el discurso de los personajes, sobre todo, el de la Madre con relación a su hija, la protagonista de Zapaticos para Rosa.
También hubo disidencias con respecto a lo dilatada que parecía esta representación y al acabado de los muñecos, en los que se denotaba cierta rusticidad. No obstante, debemos reconocer que este espectáculo fue una acuciosa discusión de zonas de la realidad social de estos tiempos.
Igualmente se agradece el rompimiento con la poética de la representación pautada en el retablo de la manera más tradicional, para asumir otras formas, en este caso el trabajo con los títeres y la mesa, que ya venía haciendo falta en las producciones escénicas de Titirivida.
Entre el cielo y el mar es una obra donde cobra bríos el aire de renovación que se experimenta en los últimos años, al menos el plano visual, en las puestas en escena de Titirivida. En ese sentido, estamos ante estructuras escénicas que apuestan por expansionarse, ir por desafíos creativos: se indaga en la complejización de la producción y representación de la teatralidad en el universo de los muñecos creando, enhorabuena, otra compresión y relación del espectador con las puestas en escena del elenco teatral dirigido por Luciano Beirán.
De ahí que en Entre el cielo y el mar el tradicional retablo ha cedido lugar al teatro arena –un territorio solo amparado desde arriba por unas delgadas cortinas de gaza que penden de estructuras de madera y que fungen como las aguas del mar– donde los actores pasan la prueba de fuego y salen airosos: demuestran que no necesitan parapetarse tras ningún artificio técnico, su presencia es suficiente para llenar el “espacio vacío” y como nunca, fundirse con los muñecos, haciendo que por media hora sea real la historia de Milo, el pez volador que teme volar y debe tomar la decisión de lanzarse al aire o morir.
Nelson, se ha aventurado a crear un relato teatral, que nos recuerda tanto, salvando las diferencias, cuentos como el Cangrejo volador, del antológico Onelio Jorge Cardoso, que no solo se abre a los niños, sino al público adulto. Y desde esta dramaturgia propone una valiosa reflexión sobre fenómenos de la vida como la lucha contra los miedos, recordar agradecidos a los seres queridos perdidos o la importancia de desarrollarnos.
Además, como poco teatro para niño, en Entre el cielo y el mar, se apuesta por lo performático como manera de tramar la acción escénica; visto en el sentido en que se privilegia el movimiento de las figuras y lo que esto pueda narrar, antes que la palabra, que aparece en la puesta en momentos muy puntuales y de una manera bastante precisa. Ello nos da cuenta de la conciencia, de las importantes inquietudes creativas que están teniendo lugar en parte de los creadores pinareños, el propio Nelson Álvarez, y cómo esto se expresa en las exploraciones formales visibles Entre el Cielo y el Mar, que no son nada nuevo en la escena cubana ni mundial, pero que muy bien se acogen y se deben reconocer en materia de representación teatral en un grupo como Titirivida, en Pinar del Río, donde la tradición de la palabra como sistema ha imperado junto la acción escénica, e incluso sobre esta.
Otros de los detalles importantes a reconocer en la puesta en escena es la rica banda sonora y musical de aires nórdicos creada (con guitarra, flauta, pandereta y cajón) por los músicos, Odaly Rodríguez y Yohandy González, que contribuye, junto a un cuidado diseño de luces, a narrar la fábula escénica de la obra.
Sin embargo, nos gustaría apuntar algunas fisuras que ahora mismo nos muestran falta de madurez en la reciente puesta en escena a cargo de Nelson Álvarez. La dramaturgia, el relato escénico que sustenta Entre el cielo y el mar, si bien busca ser nítido y de marcada síntesis temporal, en esta empresa se reciente bastante pues las escenas se muestran esbozadas, sin un necesario desarrollo, con muchas zonas indeterminadas, sin aquellas lógicas complicaciones, exposiciones (propias de dramaturgia aristotélica que presenciamos, la cual reclama bien definidos conflictos, contradicciones, acción escénica, puntos de giro, etc.) que nos hablen de la relación de Milo con su amiga la Tortuga o los temores a volar de este pez.
En Entre el cielo y el mar, tiene más peso el elemento lúdico, el juego de los actores entre sí y con los elementos escenográficos, que la propia articulación y desarrollo del relato en torno a Milo. Algo que no podía acontecer pues el elemento lúdico debe estar al servicio de calzar, ser una parte orgánica que contribuya al planteamiento de la fábula escénica presentada y no suplantarla o al menos desvirtuarla.
En este punto todavía la dramaturgia escénica trazada por Álvarez requiere una imprescindible revisión, pues el vacío a nivel de discurso escénico, de acción es un obstáculo para la compresión, fundamentalmente de los más pequeños, de la fábula teatral que se nos muestra en la escena del teatro Milanés.
También estimamos que se debe ganar el acabado de las figuras: primero en el tamaño lógico del protagonista, Milo, con relación a los demás peces, y luego, en la construcción de estos muñecos, a los que en su mayoría no es posible, debido a las característica de la iluminación, definir sus rasgos físicos. Algo que no ocurre con el títere que representa al protagonista: al ser un pez de tan grandes dimensiones, se muestra reclamando resortes técnicos que contribuyan a su mejor manipulación, a darle mayor flexibilidad y belleza en el movimiento.
De la misma manera debemos dejar claro que aunque los actores de Titirivida siempre se han caracterizado por su talento en la manipulación de muñecos, ahora afrontan un trabajo escénico donde la fiscalidad, el trabajo de la corporalidad solicitan una preparación y una presencia escénica que todavía no alcanzan. Por lo que les vendría bien a Carlos Ernesto Santiesteban, Maridania Blanco y Ana M. Cordero, Nelson Álvarez, adentrarse más en el cuidado de su aparato corporal, explorar la plasticidad, apropiarse realmente de elementos de la danza moderna y contemporánea que les permitan asumir movimientos y acciones físicas con la fluidez que requieren algunos de los seres marinos y peces, que intentan asumir.
Renovar sus presupuestos creativos a partir de una praxis teatral con intenciones claras de establecer niveles de diálogo con el espectador, crear otra visualidad y disposición de la representación teatral, comprueban que Titirivida da pasos para lograr ser uno de los grupos insignes del panorama teatral pinareño.
Creemos que en el estadio en que se encuentra Entre el cielo y el mar, puede considerarse un montaje seductor (principalmente por el esfuerzo implícito en esta puesta en escena y por su cautivadora banda sonora y musical). No obstante, todavía la puesta en escena está en un momento que reclama imprescindible madurez, pulir y pensar seriamente algunas de sus partes, principalmente en plano de la dramaturgia escénica.
Nelson Álvarez ha demostrado crecimiento como creador y lo demuestra en el espectáculo que nos ocupa. Mas, pensamos que en función de ese lógico crecimiento, en lo adelante podría procurar la gestación de indagaciones creativas sin perder el tino de concebir el espectáculo teatral como una unidad, donde todo es esencial y no sólo algunas de sus partes. Entre tanto, aplaudimos su gesto de entregar propuestas que buscan alejarse de zonas de confort tradicional en la concepción de puesta en escena de títeres en la escena pinareña.
[1] Nelson Álvarez es actor y director artístico de algunos espectáculos que ha presentado Teatro de Títeres Titirivida, tales como: El príncipe de los colibríes o Zapaticos para rosa.
Foto de portada / Tomada de la página en Facebook del Periódico Guerrillero
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