Por Roberto Pérez León
Somos los primitivos de una nueva cultura.
McLuhan, La galaxia Gutenberg
Made in China, entrenamiento de soledad es un texto de Agnieska Hernández que llega a la sala Tito Junco del Bertold Brecht por el colectivo La Perla Teatro. Según el programa de mano es idea original y dirección de Mariam Montero. Siendo así, la responsabilidad lingüística corresponde a la dramaturga Agnieska Hernández y la intelectual a la joven directora.
Made in China… trata sobre “Él”, un chico que quiere ser youtuber y pareciera que sus padres le compraron una muñeca plástica para que lo acompañara en su vida sexual y emocional, o tal vez se las haya agenciado por sus propios medios para conseguirla. Pareciera también que dada la inconsistencia socio-familiar del chico los padres se hartaron y le alquilaron un cuarto en la casa de “Ella”, una mujer madura que se gana la vida rentando y como locutora de un programa radial. Llega el momento en que Sibyl, la muñeca, “Él” y “Ella” conviven plácidamente hasta que los padres del joven hacen que regrese al seno familiar prometiéndole que le darán el dinero para que tenga su canal de YouTube.
La representación está concebida en un espacio escénico insistentemente realista, estricto en el naturalismo más escueto: una sala con sofá, televisor de los barrigones para atrás; un comedor con tres sillas disparejas, una mesa de madera y un auxiliar para poner vasos, tasas y cafetera; un cuartico con la camita que el joven inquilino comparte con su muñeca plástica; una ventana que hace falta en la historia; un espacio donde debe estar la puerta de entrada y que sugiere el rumbo hacia otro cuarto; y, además, la cabina radial donde “Ella” trabaja como locutora.
En un hogar de cualquier hijo de vecino carente del más simple artefacto tecnológico y esmero decorativo el chico es instalado por decisión de los padres que pagan la renta; por lo que vemos no cuenta con nada para realizar su sueño digital de ser un youtuber.
¿Y qué es un youtuber? De primera y pata un youtuber es quien generalmente hace de su intimidad un espectáculo en YouTube.
YouTube es la otra televisión, la televisión que hace posible la creencia de poder ser un productor de éxito, ganar mucho dinero y ser famoso sin salir del cuarto o la cocina.
Un video para YouTube tiene que tener el sello indeleble de quien lo haga, debe ser distinto al resto para que la gente empiece a suscribirse al espacio donde se muestra algo fuera de liga; y, entonces uno es alado, alabado, impertinente, desvergonzado, divino, sincero, espontáneo como auténtico youtuber que se es. La meta de un youtuber no es tener quince minutos de gloria, de eso nada, hay que ser famoso a todo tren.
No sabemos de qué tratarían los videos de “Él” aunque pareciera que serían de música pese a que le importan un pito sus estudios profesionales de violín. Quiere un canal propio pero no tiene dinero; quienes están enterados de estos temas saben que el dinero es preciso para comprar una adecuada cámara, buen equipo de iluminación, manejo de programas precisos para el streaming en vivo y en directo además, y muy importante, una conexión por lo menos de igual ancho de banda que la tasa de transmisión los videos. Y conseguidos todos los requerimientos técnicos si no se cuenta con deslumbrante ingenio no se llegará a nada en YouTube la tv que promete ser de todos, hecha por todos, la que se abre para todos y todas.
YouTube deja vernos esplendentes como nosotros queramos. Nosotros, tú, él, ella, nosotros, todos nosotros tenemos el chance maravilloso que nos da YouTube para que nos creamos cosas y olvidemos que somos manipulados como tontos e imbéciles. Recordemos que en 2006 la contundente revista Times al declarar la personalidad del año puso en la portada un espejo donde podía uno verse. Usted, yo, él, en fin todos los comunes mortales, nosotros éramos elegidos la personalidad el año. Si mal no recuerdo ese mismo año también la revista reconoció como “invención del año” a YouTube.
En Made in China… “Él” no parece tener ni un pelo de youtuber; sus enunciados escénicos no son suficientes como para verlo “nativo digital”, como sujeto biocultural con implicaciones emocionales y afectivas permeadas por los “medias”; su relación dramatúrgica con la muñeca es débil; su conexión con la imagen digital a penas se hace evidente a través del normal manejo de un celular que no da para evidenciar la típica marginación de estos casos de obsesiones tecnológicas donde hay una entrega absoluta al dominio del espacio digital; por otra parte los silencios y tiempos muertos en escena no contribuyen a delinear las típicas ofuscaciones que debe tener un personaje como “Él”.
La puesta en escena cuenta con una escenografía de set de televisión en vivo de los años 50. Las transiciones temporales o situacionales están dadas por un recurso demasiado elemental: el apagón escénico y entonces los actores van de la sala al cuarto o del cuarto al comedor. El diseño de luces de tan escueto no tiene fuerza alguna sin embargo tiene el crédito de uno de los diseñadores de luces que logra ímpetu y composición en la escena para la danza.
Últimamente he visto en algunas representaciones el uso ornamental del video. Debo dejar anotado que en la propuesta que Teatro de La Luna ha hecho de Macbeht el uso del audiovisual está engarzado dramatúrgicamente, además de manera atractiva y con hechura profesional, muy en consecuencia con los propósitos ideológicos del montaje.
Pero en Made in China… la proyección de un video sobre los relieves escenográficos resulta una acción que estereotipa, no refuerza la escena, tal vez presuma de ambientarla; la imagen tiene su propia dramaturgia propia que cuando es interpolada en la acción escénica tiene que estar en función de la dramaturgia de la puesta sino se convierte en una simple proyección que si se elimina no pasa nada como sucede cuando usamos un adjetivo que si faltara el enunciado ni se entera. Cuando la acción escénica utiliza dramaturgias superpuestas estas deben apuntalar y de alguna manera redundar pero no decorar.
En esta obra la configuración de los personajes no desarrolla una situación dramática que requiera de una especial dinámica en la interpretación por lo que las actuaciones no se hacen sentir de manera significativa.
“Él” es Carlos Busto, joven actor que aún no tiene muy claro los matices pero se desempeña ordenadamente durante toda la representación frente a “Ella”, la casera que hace Annieye Fernández, una actriz con mesura gestual, con una presencia escénica elegante y con sensatez profesional. Acompaña Sibyl, que no puedo decir a quien me tocó ver pues el personaje de la muñeca tiene doble elenco y como es costumbre no se dice al comienzo de la función quiénes serán los intérpretes cuando hay más un elenco.
El caso es que Sibyl bien pudo ser una muñeca de verdad “verdaita”, aunque supongo que haberla conseguido hubiera sido muy costoso y “trajinoso” porque esas cosas, en caso de que haya alguna en el país, no la van a prestar porque el eros plástico no creo que sea muy a cara destemplada entre nosotros, además con tanto contacto y toqueteo en nuestra cotidianidad la soledad se entrena con otros recursos, no llega a tanto como para tener que meterle mano a una muñeca de esas que son hechas en China pero el concepto es totalmente norteamericano. Va y la manipulación de una muñeca auténtica, la mostración de sus posibilidades en escena hubiera sido una poderosa curiosidad.
Yo diría que esta obra sin estar dentro de sus presupuestos intelectuales, porque la siento muy anecdótica, pudiera provocar catarsis al generar dubitación, incertidumbre sobre un tema que, pese a estar nada más que sobrevolado muy por arribita y no tener territorio cubano, puede hacernos reflexionar sobre este tiempo que tanto atentan contra la inteligencia y la condición humana.
Veo a Made in China… como suceso escénico susceptible de ser transformado, no como acontecimiento teatral; es un acto sémico, una señal que aunque débil puede ser un indicio inferir en cierta medida lo que nos podría tocar si nos entretenemos como sociedad, como familia y como individuos.
El teatro como signo representa algo porque está en lugar de ese algo, media entre el mundo y sus intérpretes, emana.
Tenemos que tener claro que más allá de la posición político-ideológica y el desarrollo tecnológico que tenemos como país resulta insoslayable para nosotros participar en la Weltschaung, como llaman los teóricos a la realidad digital como espíritu de nuestro tiempo. Los esfuerzos no deben ir a evitarla sino a asimilarla, convertirla en parte de nuestras estrategias de porvenir sin anecdotismo ni alarma.
No acepto la expresión Threre is no alternative, atribuida a Margaret Thatcher. Frase convertida en el acrónimo TINA desde hace décadas, especie de mantra para afianzar al neoliberalismo, puntal del capitalismo no como única opción sino como único sistema posible.
“No hay alternativa”: emblema notable en estos momentos en que el capitalismo liderado por Estados Unidos está en una cierta fase de recogimiento para hacerse hasta invisible en su persistente ideología. Tanto es así que Made in China es el mejor sello para disfrazar lo ontológicamente estadounidense. Recordemos que hay una sagaz observación de Bertolt Brecht donde dice: “el capitalismo es un caballero al que no le gusta que lo llamen por su nombre” ¡Qué manera de ser veedor Brecht!
Y para ponerle la tapa al pomo la mismísima Thatcher decretó: there is no such thing as society. There are individual men and women, and there are families.
Así que lo fundamental no es la sociedad sino el individuo y la familia. Así que “no hay alternativa”. Así que los individuos y las familias no existen en una sociedad determinada sino que vagan felices en el éter o las mónadas del totalitarismo del mercado, la mundialización, el libre intercambio.
Sí existe la sociedad. Yo, ustedes que me leen, los que no se enteran de lo que digo, los que están de acuerdo conmigo y los que discrepan de mi, todos los hombres y mujeres somos la sociedad, estamos aquí y ahora. Seguiremos odiándonos, amándonos, solidarizándonos.
Al intentar el desarrollo de un tema deslumbrante y efectista Made in China… precisaría de otra problematización, de un contrapunto dramatúrgico donde la invención sea atrevidamente polifónica para que se haga evidente un universo simbólico de potencialidad y actualidad.
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