Por Yuris Nórido
Voy a decirlo sin eufemismos: la mala calidad, el pésimo gusto, el escaso vuelo de buena parte de los espectáculos danzarios que se comercializan en cabarets, hoteles, centros recreativos en todo el país, no tienen justificación. Así de simple: no hay justificación. He visto (nadie me lo ha contado, lo he visto yo, y más de una vez) espectáculos asumidos por bailarines sin la menor formación, con coreografías que desconocen las más elementales normas de la composición; con deficientes concepciones escenográficas. Lo singular es que, para “disfrutar” esas propuestas, he tenido que pagar tres o cuatro veces lo que cuesta una entrada a una función del Ballet Nacional o de Danza Contemporánea de Cuba.
Lo que me lleva a refutar otra idea: el principal problema no es de dinero. No puede ser, si tomamos en cuenta que muchas veces los que coreografían, los que bailan, los que diseñan esos espectáculos, ganan más que los coreógrafos, los bailarines, los diseñadores de buena parte de las compañías establecidas.
El principal problema es de capacidad, de sensibilidad, de sentido común de los que deciden. ¿Y quién decide lo que se comercializa de la danza cubana? Los esquemas no son en primer lugar artísticos y después comerciales. Los esquemas son primero comerciales (debería decir mercantilistas) y en segundo lugar, si acaso, artísticos. El arte no es una mercancía común y corriente, la lógica de su promoción, e incluso, de su comercialización, no pueden ser exclusivamente la del mercado.
Una vez le cuestioné a un director artístico la temática de uno de esos shows (podría haberle cuestionado el desempeño técnico y estilístico de sus bailarines, pero preferí no hacerlo). El espectáculo en cuestión era un “frankestein” de supuestas tradiciones folclóricas cubanas. Me respondió: tengo el derecho como artista para estilizar y recrear. De acuerdo, pero no tiene (no debería tener) el derecho de confundir, de extraviar sentidos, de prostituir una tradición. Por último me dijo: eso es lo que quiere el público.
Ese tan llevado y traído “lo que quiere el público” es el responsable de muchos pecados en el ámbito de la cultura. El público quiere espectáculo, y se le puede ofrecer espectáculo de calidad (incluso, espectáculo por el espectáculo, que nadie piense que estoy clamando por densidades conceptuales y metafóricas en un show recreativo). Pero tiene que primar una dignidad estética. No se deberían admitir supercherías y vulgaridades. Y los responsables son los decisores. Ojalá que todos los que decidieran qué cultura se comercializa en los centros recreativos y turísticos fueran gente de cultura. Una vez lo dije en este noticiero: ¿a un hotel se le ocurriría contratar a un simple aficionado a la cocina para que fuera chef?
Diálogo y sentido común, eso se impone. ¿Cómo es posible que contando con escuelas formadoras de bailarines, con tantos graduados de primerísimo nivel, con tantas compañías de calidad, se sigan presentando estos bodrios?
He visto muy buenos espectáculos, de Codanza o del Ballet Contemporáneo de Camagüey, por poner solo dos ejemplos, que cumplen con las expectativas “del turismo”. Me consta que los decisores suelen recibirlos con obstáculos. De este tema, tendremos que seguir hablando.
Foto Nika Kramer
Noticiero Cultural Cuba (1055) Viernes 2 de noviembre de 2018
https://www.youtube.com/watch?v=AN3VUYDTtDA