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¿Lo he ofendido? No, Fátima, no

Entrevista a Ray Cruz, a propósito de su estancia en Camagüey con el unipersonal Fátima y el Parque de la Fraternidad, que forma parte de la gira de actor por algunas provincias de la geografía cubana.
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Por Yanetsy León González

CAMAGÜEY.- Ray Cruz hizo en Camagüey las funciones 45 y 46 del monólogo Fátima y el Parque de la Fraternidad. Él, que no es ni prepotente ni arrogante, no imaginaba ni ambicionaba ganar la popularidad a la que lo ha catapultado un personaje desde el teatro.

Su rostro lleva tiempo en pantalla televisiva como conductor del espacio de cine Pensando en 3D, acaba de pasar en la telenovela El derecho de soñar, sigue en el humorístico Al habla con los muertos y ahora genera la polémica por el perfil del religioso en la serie Calendario.

En cambio, su calidad como artista ha ganado una mayor atención de públicos, jurados y eventos por la actuación como Fátima, la Reina de la noche, que en abril asomará en cartelera de varias provincias cubanas.

Los días 4 y 5 estará en Ciego de Ávila, invitado al Festival Piña Colada. El 7 dispondrá de espacio en Malecón Art 255, del proyecto Lizt Alfonso Dance Cuba en La Habana. Además, este mes andará por Pinar del Río e Isla de la Juventud.

Prácticamente de camino a Camagüey fue noticia por ganar el Premio Caricato 2023 de la Asociación de Artistas Escénicos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Poco antes sobresalió con el lauro al Mejor Actor en el sexto Festival Internacional de Monólogos Casa Tanicho, en México. Ray Cruz quería sumar un unipersonal a su repertorio y acudió al cuento de Miguel Barnet. Durante unos 55 minutos construye una verdad que emociona y lleva implícito el mérito de otros artistas, por la música original de Carlos Varona y la dirección compartida con Claudia Zaldívar.

Con Adelante Digital conversó del proceso, las metas y la peculiar temporada cubana de la mano de su ya monólogo estrella. La interpretación es una saeta al centro de la madeja de acciones y situaciones, sin embargo, siente que aún no logra toda la presencia de Fátima a través de él. Esa inconformidad también habla de su sobreexigencia.

¿Qué opina Miguel Barnet de tu Fátima?

Barnet tiene 84 años. Tenemos una relación personal muy bonita. Como dice Claudia, él está volviendo a vivir. Hay un esplendor ahí. Recibió el premio del festival de monólogos de Mérida, porque nosotros tuvimos que regresar a La Habana. Ahora con el Caricato, ya íbamos para Matanzas y le dijimos “Maestro, vaya y recíbalo usted”. Es un niño chiquito ahora mismo. Me escribe todo el tiempo: “Mándame fotos de las funciones…” Está muy feliz. Le elogió a Claudia el realce de la ceiba, porque ni en el libro le confería esa importancia.

Un elemento escenográfico sugiere la ceiba levantada en el corazón de la escena. La obra inicia con ambiente sonoro. Un audio ubica geográficamente con datos del Parque de la Fraternidad y el contexto de la obra.

En Camagüey ofreciste las funciones 45 y 46. ¿Qué mapa de públicos brota?

La han visto en Cuba y en México. En ese festival importante había latinoamericanos, actores españoles… la gente se ríe, sufre, ha pasado por los mismos momentos, o sea, la obra se puede mundializar. Vamos muy bien, aunque tuvimos un malentendido en Sancti Spíritus, en la función 40. Por estadística, algo raro pasó y no tuvo que ver con nosotros. Estamos llenando los teatros. En el Principal de Camagüey, solamente abajo había 500 personas. La gente paga por ver la obra. Hasta se piensa que llevamos más funciones por la confianza en el show, por la promoción, porque está funcionando.

El malentendido generó una publicación en redes sociales de una persona que asumió como abuso de poder como artista desde su privilegio en el escenario, momentos de interacción del personaje con el público.

Por ese precedente fui a verte con lupa. En ningún instante agredes, a diferencia de espectáculos de humor que sí ridiculizan y ofenden a las personas. A Camagüey regalaste teatro con profundidad, ética y altura. Tengo una duda. El momento en que te llevas a alguien del público al escenario, ¿es a partir de Sancti Spíritus?

No, eso está hecho desde el primer día, lo que ya a partir de Sancti Spíritus yo pregunto: ¿lo he ofendido en algo? ¿algo está mal? Ahora lo hago con toda intención, la gente sabe de qué estoy hablando, o sea, me ha aportado al show. Lo de Sancti Spíritus fue muy polémico. La persona que escribió al respecto dijo que yo le faltaba el respeto al público, cosa que nunca he hecho, porque además, incluso, si alguien se ha sentido ofendido, siempre es a partir de Fátima, nunca a partir de Ray. Yo sería incapaz de hacer nada de eso. Ray está muy distante de Fátima. Sin embargo, en Sancti Spíritus conocimos a Malú, una de las pioneras, que nos contó que en la obra está el documental de su vida; estuvo viviendo debajo de una escalera y el pueblo hizo una recaudación, le compró un apartamento y le está haciendo una estatua. Qué bonito.

El cuento nos pinta un hombre de unos 50 años, poco agraciado, grotesco. Imaginamos un personaje homosexual, travesti y prostituto. ¿Quién es, qué es Fátima?

Si no la conoces, tienes un amigo, un pariente, un vecino que ha pasado por eso. Las diferencias no solo en cuanto al sexo, sino a muchas cosas. Nuestra contextualización en la obra tiene que ver con dolores otros, con mirarte en un espejo y no aceptarte. No solo siendo hombre o mujer, no aceptarte. No te gusta donde vives, por ejemplo, y eso le pasa a Fátima, pero ella tiene fe y cree que en algún momento las cosas van a mejorar. Eso pasa en todos los países.

Asumes el riesgo de exponerte. Esa es la esencia del actor. Además, con el tema de las redes sociales, lo hace doblemente. Te han favorecido otras maneras de dejarte ver. Cuéntame de tu pasarela con tacones en Madrid.

Las cosas a veces salen bien así, porque no había nada coordinado. Fui a España a proponer a Fátima. Andaba con tres amigos. Habíamos comprado unos tacones rojos para la obra, que al final no me sirven, pero aquí están. Nos sentamos en un café a las once de la mañana, y uno me dice, “a que no cruzas la Gran Vía”. Nunca se le puede decir a un cubano que no haga tal cosa. Me grabaron con sus móviles. Fue tan sencillo, además, la gente en España ni miraba. Después le mandé eso a un editor en Cuba y eso se viralizó. A partir de ahí mucha gente empezó a saber del espectáculo. Si hubiera sido una campaña de marketing hubiera funcionado, lo fue hasta cierto punto lo que no pensaba.

Has construido Fátima sin rayar en el estereotipo. Es bella. Tampoco le niegas la oportunidad de ser perfectible. En nuestra modesta opinión hay organicidad en lo que buscas y catalizas sobre las tablas.

Yo la respeto mucho. El personaje no tiene nada que ver conmigo, pero me queda cómodo. Me siento como pez en el agua, de verdad. Considero a Fátima una persona auténtica. Lo que ella haga va a caer de pie, hay gente con esa suerte. Ella dice cosas que no me atrevería a decir como Ray Cruz. Dice barbaridades y le quedan bien. Sorprende. Ella es Cuba. Si la ves así desde afuera, como una metáfora, Fátima es Cuba: una tipa que pasa trabajo, que no le gustan muchas cosas, pero sigue intentando echar p’alante. Eso nos pasa a todos. Eso a mí sí me toca como cubano que quiere su país.

Dime más del proceso con este personaje

Me puse a trabajar en bares gay como presentador, con un salario incluso, por ejemplo, en El Divino, un lugar importante en La Habana. Llevaba muchas veces a Claudia y ella se metía en los camerinos. Es un mundo complicado donde las noches son la vida, empiezan a las diez de la noche y terminan a las cinco de la mañana, y se presta para la prostitución, la droga, la bebida… En cuanto al personaje, siento que ella no llega al tope. Fátima está en desarrollo todavía. He hecho muchos personajes raros y lo sé. Con Miguelito de Al habla con los muertos, sé que funciona con la cara que le ponga y el “oh oh”. Fátima no, porque me domina mucho. Salen cosas por mi boca, pero son de ellas, totalmente.

El año pasado, Verónica Lynn aconsejó a los estudiantes de la Academia Vicentina de la Torre para que no cayeran en la trampa de acomodarse a la que lleva la televisión. Entonces, verte en el teatro nos da alegría. ¿Qué tiempo le destinas en medio de tantos compromisos para la pantalla?

Ahora mismo estoy priorizando totalmente hacer teatro con Fátima, aunque nunca he dejado de hacer teatro. Para un actor como yo, enfocado en mi carrera, es fundamental estar activo, y la actividad real te la da el teatro. La televisión te hace popular, conocido, familiar. Es irónico que venga la gente ahora y me vea en Fátima y diga, “ay, tú siempre me has gustado, pero esto es serio”. Ese criterio me lleva a cuestionar cosas, y claro, es verdad, ahí no puedo mentir porque estoy vivo en ese momento. Fátima va a mil kilómetros por hora. Respeto el teatro y me gusta hacer televisión. Independientemente de que el show sea bueno, o digno, si no fuera un actor mediático, los teatros no se llenarían. No hay en Cuba una cultura teatral y la gente no paga 150 o 200 pesos por ver a un actor equis.

La gira de Fátima, ¿es por directiva nacional?¿Cómo logras moverte?

De pronto tuve los números de todos los directores de Cultura de las provincias, y fui llamando. Luego empezaron a contactarme. Así hemos estado en varias provincias, por interés del territorio; claro, también nosotros queremos que la gente vea la obra. Estamos haciendo una gestión con la Casa Productora de la Televisión Cubana para grabarla, y quienes no pueden llegar al teatro puedan verla lo más cercana posible, con esa calidez que percibe el espectador cuando está en el teatro, porque la pantalla enfría mucho.

En este unipersonal cantas. No puedo evitar recordarte en Cabaret con Mefisto Teatro y otros espectáculos en días y noches del Festival Nacional de Teatro de Camagüey. Desde aquellos encuentros a estas dos funciones en el Teatro Principal, ¿qué provocan en ti Camagüey y su público?

Le decía a Claudia y al niño que conozco Camagüey. Efectivamente estoy ubicado. A los festivales de teatro vinimos con Cabaret, con Escándalo en la trapa, con La ratonera. Las experiencias con Camagüey siempre han sido muy bonitas. Lo que pasa es que cambia algo cuando yo venía en una compañía, donde era un actor, había una directiva… mira, es muy… prepotente no es la palabra, porque no soy para nada prepotente, pero qué lindo venir yo solo con mi directora que además es mi esposa, y el niño, y llenar el mismo teatro que yo llenaba con 15 actores con una compañía como Mefisto Teatro. Me da mucha alegría que eso esté pasando conmigo solito en escena una hora, y que la gente la pase bien. Me da mucho orgullo.

Fuente: Adelante Digital

Fotos: Alejo Rodríguez