Por Omar Valiño
Teatro sobre el Camino, de Santa Clara, ha festejado en estos mismos días su décimo aniversario con un encuentro que ha servido para la justa salutación y el repaso crítico de una travesía a prueba de obstáculos, dado el origen de sus integrantes, provenientes del movimiento de aficionados y las primeras promociones de los instructores de arte formados a inicios de este siglo.
En ese camino de aprendizaje, gracias a su mucha persistencia y laboriosidad, guiados por Rafael Martínez Rodríguez, destacan sus dos últimas producciones que, para darle continuidad a dicha celebración, ocuparán pronto la Sala Llauradó en El Vedado.
La actriz Elizabeth Aguilera Fariñas, quien firma texto y dirección como un proyecto muy suyo, abraza en cuerpo y alma el espíritu díscolo y quemante de la gran Janis Joplin en Las bebidas son por Pearl, como una confesión en «paralelo» con su propia circunstancia juvenil como artista.
Atractiva visualmente, diferente, performativa, fragmentaria en su composición musical, diversa en su mezcla de materiales y lenguajes, es un intento de entender la Vida, los conflictos de una humanidad concreta atrapada en un cuerpo lleno de contradicciones que se debate entre el placer, la entrega, el genio y la muerte. La virtud esencial del espectáculo es conectar al espectador con la experiencia, con la energía particular del teatro como ensayo de vida, (en Llauradó, de viernes 13 a domingo 15).
He visto Paradigma o Ay, Shakira…, texto y puesta de Rafael Martínez, en el pequeño salón que, gracias al Guiñol de Santa Clara, el grupo tiene por sede. En el batey del central Perucho Figueredo, en una de las tantas visitas de los grupos de Villa Clara por el plan cultural del verano. Y en la sala Margarita Casallas de El Mejunje, donde el colectivo ha tenido siempre un fuerte punto de apoyo.
El espectáculo actúa sobre el público como un inesperado revulsivo porque trata con inusual franqueza el hoy llamado, en un código internacional, fenómeno del bullying que engloba acoso, amenaza, abuso sicológico y físico, chantaje y discriminación racial, en este caso entre los infantes. Es muy importante que nuestro teatro dirigido a los niños y, en definitiva, a la familia, se ocupe de estas temáticas y lo haga con la elaboración artística, la imaginación y la inteligencia con que lo consigue Teatro sobre el Camino.
Amanda es una niña negra que sufre el acoso de Cecilia dentro de la escuela. Ambas discuten, con ingenuidad infantil pero marcadas por los patrones de belleza impuestos por la industria transnacional, si quieren ser como Shakira o Beyonce. La presión es tanta que obliga a tomar cartas en el asunto a padres y maestros, pero las actitudes y soluciones de ambas entidades serán cuestionadas en escenas que logran esa perspectiva crítica desde la elocuencia del lenguaje teatral (estará en Llauradó, sábado 21 y domingo 22).
Aquí es clave el títere, la capacidad de transformación que posee, su recorrido entre la empatía y el extrañamiento ante situaciones difíciles, la posibilidad de actuar, incluso desde la fantasía, sobre la percepción de los receptores.
Las estructuras caladas en madera, como imitaciones de esas series de niños y niñas recortados a tijera, sirven de soporte a títeres planos con articulaciones de dimensiones distintas, más el uso de otros objetos dentro de una estética titiritera. Como actores y animadores probados se desempeñan Elizabeth Aguilera Fariñas y Yasiel Fabá que dan vida a varios personajes, más el joven Reemberto Clavero Hernández, recién ingresado al grupo. Todos, en diálogo con el director, pueden cuidar por momentos ciertos tonos demasiado altos en escenas continuas y pensar algunos signos quizás innecesariamente evidentes.
En el curso de la historia que nos cuenta Paradigma… la protagonista llegará a culparse a sí misma y preferir desaparecer, dejar de ser, lo que nos advierte sobre el tan trágico suicidio infantil, si bien ese fragmento sucede en su imaginación y la veremos luego en la escena final, como en un flashazo, ante la prolongación del problema, pero con una nueva actitud de Amanda que, como refrenda el espectáculo por el significado de su nombre en latín, es la que debe ser amada. Como cada uno de nuestras niñas y nuestros niños.
Foto de portada / Ernesto Herrera Pelegrino / Tomada de http://www.uneac.org.cu