Por Lázaro Castillo
Ludi Teatro con su puesta en escena La mujer de antes, dirigida por Miguel Abreu, exterioriza un contexto muy cercano de la realidad cubana. Los sucesos expuestos en esta versión constituyen referentes significativos de la cotidianidad desde una perspectiva extraña, burlesca, grotesca y donde la gestualidad del cuerpo logra relacionar al público con la historia.
Rescrita por el dramaturgo cubano Maikel Rodríguez de la Cruz, la pieza es una de las más importantes del teatrista alemán Roland Schimmelpfennig (Gotinga, 1967), quien estudió dirección en Múnich, se ha desarrollado en el Deutsches Schauspielhaus de Hamburgo, y posee, entre otros, el premio del Mülheimer Theatertage. Dentro de las temáticas que aborda están la relación del hombre y la sociedad global, la incomunicación, la descomposición de la familia y el tratamiento surrealista de temas negativos derivados de la globalización.
La mujer de antes es un montaje experimental producto de una rigurosa investigación teatral, aspecto que caracteriza la creación artística de Ludi Teatro. Destaca como elemento esencial la intensidad del performance y la plasticidad que ubica al espectador en cada uno de los espacios donde ocurre la acción escénica. La interacción entre actores-público durante la puesta logra una confluencia de sensaciones y reflexiones, con cierto grado de irreverencia, pero con un alto nivel poético. De ahí que Miguel Abreu muestre en su espectáculo marcas artísticas de nuestros días como el riesgo, la tematización y el trabajo con el performance. Hay un vínculo con esa herencia cultural de sus antecesores en el que logra un reflejo profundo de lo cubano.
La historia ocurre en un parque con wifi de la capital donde una mujer madura (Claudia), de unos 40 años, realiza una videollamada a su esposo (Frank), quien se encuentra de misión en el exterior. Durante la conversación, descubre que su pareja habla, al mismo tiempo, con otra persona y se percata de que ello sucede a pocos metros de ella y que su nombre es Rommy, un homosexual travestido. Este último ha venido a reclamar a su esposo después de 24 años.
Aquí se revela parte del pasado juvenil de Frank. Luego Andi, su hijo, tomando el ejemplo de su novia (Tina) le lanza una piedra y le rompe la cabeza a Rommy, y a partir de ese momento se desencadenan acciones terribles que se solucionan con un manejo peculiar de recursos como el choteo, lo grotesco, la violencia plástica, la iluminación y la música, convirtiendo al espectador en cómplice de la puesta. Esa atmósfera lleva a reconocer el absurdo de cada situación dramática.
Indiscutiblemente, hay que dignificar la actuación de Andros Perogurría como Rommy Vogtlander, por la precisión y plasticidad del cuerpo al caracterizar de manera espectacular al personaje travestido y seductor; asimismo Grisel Monzón (Claudia), Evelio Ferrer (Frank), Alina Castillo (Tina) y Januel Ojeda (Andi) nos trasladan a un divertimento criollo y absurdo que nos mueve tanto a la risa como a comprometernos en la defensa del ser humano más allá de cualquier orientación sexual desde un estado simbólico cargado de acciones auténticas, bufonescas que orgánicamente despliega su director en la obra. Por eso el diseño de los personajes es fresco y espontáneo, coherente con su propuesta dramatúrgica.
Con La mujer de antes, Ludi Teatro ofrece un diseño de maquillaje, peluquería y vestuario exquisito en el que sus creadores, Pavel Marrero y Celia Ledón, con un dominio acertado de los colores y la caracterización de los personajes, subrayan esa plasticidad festiva del carnaval exaltando la presencia de los actores en escena. Algunos cambios espaciales rompen con esa categoría importante en un espectáculo que es el tempo-ritmo de la obra. No obstante, resulta impresionante ver cómo funciona el diseño sonoro y escenográfico contribuyendo a esa acción iconoclasta y delirante, pero a la vez expuesto a un cronotopo exclusivo y original.
Estas secuencias dramáticas hacen recordar un texto del mismo Roland Schimmelpfennig cuando expresó que ve «(…) el teatro como una forma de espejo del mundo, y la escritura para el teatro como una posibilidad de comunicar, una comunicación entre la escena y el público: el escritor habla a través de su texto con ustedes ahí fuera, el “público”». De ahí que esta pieza llega a la escena cubana, como expresa Maikel Rodríguez de la Cruz en sus palabras de presentación, «con el deseo de dialogar, lo más consecuentemente posible, con un universo dramático poderoso, proyectado desde una realidad otra, directo hasta la nuestra».
Esta experimentación de Miguel Abreu logra un referente vital, el ambiente aparece y desaparece, lo que permite que la obra amplíe lo estético al medio cotidiano e incursione en un discurso transgresor, herencia de los «referentes» investigativos que toma Ludi Teatro de la obra del autor del texto original.
Con la magia del espectáculo La mujer de antes, esta agrupación teatral estimula la percepción y eleva el espíritu llevándonos de una manera íntima a una puesta que indaga por la identidad cultural cubana.
Tomado de Juventud Rebelde
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