Jesús Ruiz, para volver a Camagüey

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Por Norge Espinosa Mendoza

Como una manera de tenerlo nuevamente entre nosotros, se abrió en la galería de la Academia de Arte Vicentina de la Torre una muestra dedicada al legado del importante diseñador cubano Jesús Ruiz (1943-2014). Del azafrán al lirio, según reza un verso del camagüeyano Emilio Ballagas, se nombra este recorrido por el quehacer de un artista de indudable talento, que abarca desde sus empeños en los 60 junto a directores dados a la experimentación, como Pepe Santos, hasta el paso por la experiencia crucial de Los Doce, bajo la guía de Vicente Revuelta. Jesús, amigo de esta ciudad y de su Festival Nacional de Teatro, del cual fue jurado, fue alguien capaz de abrir sus interrogantes hacia el teatro para niños y de figuras, renovándose constantemente, y dejando un sitio para la historia del diseño escénico en Cuba que nos hará siempre sentirnos en deuda con sus impulsos.

De esos trazos que juegan con el pop art y el op-art de la década prodigiosa, al influjo del teatro pobre promulgado por Grotowsky, y de ahí a las texturas del frustrado estreno de La dolorosa historia de José Jacinto Milanés, de Estorino. De ahí a las búsquedas de color del Aristodemo, de Luaces, pasando por espectáculos de los años 70 y 80 en el Teatro Nacional de Guiñol, hasta los últimos proyectos, ejecutados antes de que muriese demasiado pronto, si pensamos en todo lo que tenía aún como anhelos futuros. Recuerdo sus diseños para Margarita en el país de las maravillas y los títeres de Pluff el fantasmita, que vienen conmigo desde la niñez. Jesús, el matancero, expuso su obra en Cuba y en el extranjero, sobrepasó fuegos y dudas, para seguir siempre aliado al teatro, aunque el cine y otras expresiones también le sedujeron.

 

Esta muestra, curada en el 2015, vuelve ahora a retomarse, como un homenaje que lejos de ser póstumo, es un acto de vida. Un reto de color y dominio de la imagen para el teatro que nos recuerda que Jesús Ruiz fue el animador del Centro de Estudios de Diseño Escénico Raúl Oliva y que a su pasión por el patrimonio se debe un acto de conservación y preservación de obras esenciales de esa memoria tan frágil que es la del teatro. Le agradezco sus diseños para El millonario y la maleta, que en una versión que escribí a partir de la solicitud de Teatro del Viento, se estrenó en esta ciudad como homenaje a su autora, Gertrudis Gómez de Avellaneda. A través de la insigne autora, de los nuevos hacedores de la escena cubana vinculados a la compañía de Freddys Núñez Estenoz, y de tantos modos, Jesús sigue entre nosotros. Y Camagüey vuelve a aplaudirlo.

Fotos: Alejo Rodríguez