Por Andrés D. Abreu / Fotos Ricardo Rodríguez Gómez
“Quiero ir hacia adelante y voy hacia atrás”, expresa el personaje principal de Exilios, uno de los dos estrenos presentados por Danza Espiral en el Teatro Sauto durante los días 7 y 8 de marzo. Exilios es una pieza creada por el chileno Bernardo Orellana para esta compañía matancera, agrupación que se sostiene activa dentro del complejo escenario de la danza contemporánea cubana, gracias al hacer abnegado contra viento y marea de la maestra Liliam Padrón.
Justo fue Liliam Padrón una de las intérpretes de esta obra que Orellana traza como un ejercicio de pinceladas escénicas donde pareciera que ciertas apariciones o devaneos de la memoria se conjuran para mover en zig zag, sobre el centro de una encrucijada, las pérdidas y desequilibrios producidas por la lejanía del origen.
De algunos puntos comunes entre estos dos artistas (coreógrafo e intérprete) y de las particularidades socioculturales entre Chile y Cuba, se entreteje una pieza donde se danza una partitura coreografiada para la ocasión por una maestra de Bernardo.
La participación del Coro de Cámara de Matanzas, el uso de teléfonos móviles por parte de los cantores para iluminarse e iluminar la manifiesta oscuridad que conlleva el exilio; rumba y cantos afrocubanos, referencias a la chueca; y un decir teatral de ciertas ideas o tópicos que endurecen la existencia y la gobernabilidad de la sociedad universal, son lanzados al ruedo por estos exilios o destierros que terminan por arrastrar a la protagonista a un paradójico transcurrir donde no se sabe si avanza o retrocede.
Otra interpretación, como protagonista de esta puesta, estuvo a cargo de Geisys González, a quien se le agradece muchísimo su coherente desempeño y su experiencia devuelta al danzar activo de Espiral. Luego de varios años de estar alejada de un estable trabajo en la escena, el regreso de Geisys en Exilios mostró que su cuerpo y su alma manejan preciados recursos que aportar.
De Bernardo Orellana también se estrenó la coreografía Construcción de un cuerpo deseante, creación que cuenta con dos versiones: una denominada H/H y la otra M/H, en referencias a la naturaleza sexual del par de intérpretes.
La primera jornada contó con los correctos y bien entrelazados desempeños en el dúo H/H del experimentado y siempre eficaz Enrique Leyva junto al joven Jean Marcos Monclus, un bailarín totalmente formado en el seno de Danza Espiral y que ya evidencia un avance sorprendente. Si bien la dramaturgia de esta Construcción de un cuerpo deseante peca de redundantes movimientos y ciertas predecibles imágenes sobre una hiperpresente temática alrededor de conflictos de género, roles y relaciones de poder, también consta de buenas atmósferas con adecuado manejo de las iluminaciones del espacio y su danza, recurso que ayuda a una composición atractiva de un buen número de frases y secuencias.
Bien lograda mayormente en su sentido de la seducción crítica hacia esas relaciones interpersonales que son la base de muchas estructuraciones sociales, la coreografía de Orellana se desenvuelve mejor en los planos de lo físico-expresivo a ras de suelo y fue lamentablemente menos eficiente en su diseño de la versión M/H. Sobre todo falló un vestuario muy diferente que truncó las posibilidades visuales y expresivas de lo corporal y opacó la atmósfera de atracción-oposición que debieron afrontar dos muy noveles bailarines, aún en proceso de formación (Lisa María Ramos y Cristian Cabezas).
Las presentaciones de Danza Espiral fueron parte del programa cultural de la edición matancera de la Feria de Internacional Libro, y concluyeron ambas noches con la reposición de la coreografía Desde el silencio. Esta pieza coral, creada por Liliam Padrón, en esta ocasión fue interpetada en el Teatro Sauto por un grupo de muy jóvenes integrantes de la compañía junto a algunos de los experimentados –como Yadiel Durán, que regresó como invitado– quienes debieron asumir una obra que demanda entre solos, dúos y momentos de conjunto un accionar preciso de lo físico y lo teatral. Obra que finaliza emitiendo mensajes individuales en lenguaje de señas para así cerrar su discurso crítico sobre la (in)comunicación humana.
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