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En El Arca Espera Un Vampiro

"En el jardín durmió un vampiro", obra para toda la familia, es una excelente pieza de un grupo que sigue apostando por el esfuerzo.
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Por María Lorente

En el Arca espera un vampiro El grupo Teatro El Arca–Retablos es uno de los imprescindibles en la escena cubana actual y, aún más, en la titiritera. Contra todo tabú han mantenido una estética y una dramaturgia propias durante ya casi veinte años. En el jardín durmió un vampiro es una de las propuestas que integra su repertorio y forma parte de la Muestra Invitada al 18 Festival de Teatro de La Habana.

El tema de la puesta se distancia del contexto nacional para mostrarnos una realidad otra que habla a la familia entera. Un joven vampiro, lejos de todo cliché, niega su condición de consumidor de sangre, padece anemia y anhela pasear por el jardín, bajo la luz del Sol. La amistad de una mosca es la mejor arma con la que cuenta para “liberarse” de ese destino.

La madre del joven vampiro intenta, por todos los medios, hacer que su hijo no consiga lo que se propone. Pero, más allá de la caracterización malvada, exagerada y puntiaguda, la madre lucha por mantenerlo vivo, aunque para eso atente contra la vida de la mosca.

Christian Medina, autor del texto y de la puesta en escena, nos devela un mundo fantástico que reflexiona sobre el poder de la amistad, los conflictos generacionales y la realización de los sueños individuales a toda costa. El elenco, integrado por Aylen Luna, Geidicary González y Ángel Montaner, muestra su madurez al realizar intercambios de personajes y manipular de manera resuelta complicados y diversos tipos de títeres; gracias a ellos, los personajes se mueven como si tuvieran autonomía.

La escenografía de la obra es un oasis de buen gusto, refinamiento e inteligencia. Diseñada por el propio Christian, posee difíciles mecanismos que otorgan sorpresivos efectos y sutilezas, indispensables dentro de la poética del grupo. Las películas animadas al estilo de Hotel Transylvania o Monsters Inc. influencian la escena en el propio diseño de las figuras, en su manipulación y en la dramaturgia desprejuiciada que no teme mostrar el peligro de muerte desde la primera escena.

“Ahora eres de nuestro mundo”, le dice la mosca al vampiro casi concluir la puesta. Y es que la muerte no es presentada como un acto trágico, sino como un suceso natural, el paso de un mundo a otro. La última escena, por ejemplo, constituye un cambio en el nivel de realidad, a otra más onírica en la que los personajes son duendes; otorga un final que resignifica el clímax de la escena anterior cuando el vampiro y la mosca abren las puertas del jardín y salen al encuentro con los rayos del Sol.

En el jardín durmió un vampiro es una obra para toda la familia. Una excelente pieza de un grupo que, pese a las dificultades, sigue apostando por el esfuerzo y el trabajo duro, por la meticulosidad y el rigor. Seamos, entonces, como el protagonista de la obra y no temamos a los rayos del sol cuando caminemos a ver teatro por las tardes.