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El hombre de las múltiples voces y personajes

Entrevista a Ernesto González Umpierre, humorista cubano conocido como el Flacomímico, cuyas grandes escuelas han sido la praxis escénica y la radio, donde descubrió un potencial para imitar voces que debía educar de inmediato.
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Por Maya Quiroga

Ernesto González Umpierre es un humorista cubano conocido como el Flacomímico. Graduado de Instructor de teatro está celebrando 35 años de vida artística. Confiesa que sus dos grandes escuelas han sido la praxis escénica y la radio, donde descubrió un potencial para imitar voces que debía educar de inmediato. Cubaescena se acerca hoy a parte de la obra de este comediante.

Creo que el humor vino conmigo desde el canal de parto. He contado en otras entrevistas sobre la anécdota de la boleta de segundo grado donde la maestra puso en las observaciones: «Habla mucho, se entretiene con facilidad e imita a algunos animales”.

Durante mis estudios en la primaria y la secundaria siempre estuve mezclado a grupos de artistas aficionados. Participé en festivales de Pioneros y obtuve algunos premios. En esos grupos casi siempre lo que hacíamos eran farsas: un género que es primo de la comedia. Los personajes, de alguna manera, tenían un toque humorístico. Nunca se me olvida que René Fernández Santana, Premio Nacional de Teatro y director del grupo Papalote de Matanzas, vio una de las obras que hacíamos con la instructora en la Casa de la Cultura y le dijo: “Cuando sea grande lo quiero para mi grupo. Trabájalo siempre sobre la comedia”».

¿Cuándo surgió el personaje del Flacomímico?

Tenía por aquel entonces 19 años. En la radio matancera había una actriz experimentada y muy reconocida, Xiomara Fernández, con muchísimos premios y sobre todo era una comediante excepcional. La recuerdo con cariño porque de ella aprendí mucho. Un día le pedí que me grabara una presentación y le dije que me presentara como el fonomímico Ernesto. Ella, como un chiste, dijo: “el Flacomímico Ernesto”. Le quedó tan gracioso, y a mí me sonó tan cómico, –y como siempre he sido flaco, y no creo que a estas alturas vaya a engordar– se me quedó el nombre.

¿Cómo nació el interés por la fonomimia?

Cuando empecé a hacer teatro con mi instructora de la Casa de la Cultura ella me mostró unas grabaciones de José Pepe Biondi, un comediante argentino que estuvo en Cuba. Había un numerito muy gracioso que se llamaba Soy fatal o no soy fatal. El personaje era un tipo que todo lo que hacía en la vida le salía mal. La mitad del espectáculo era cantada y la otra hablada, con una gracia tremenda. Y pensé en doblarlo. Ahí surgió mi decisión de hacer fonomimia. Tendría 14 ó 15 años y era muy flaquito. Me puse un sombrerito y llevaba una bolsita con la ropa porque a él lo botan de la casa. Mi profesora me dijo que se me daba bien lo de la fonomimia.

La disciplina en ese momento gustaba mucho. En mi opinión ha ido perdiendo presencia en el humor en sentido general porque las canciones cada vez dicen menos y para armar una historia humorística se necesita ensamblar con canciones que digan algo.

¿Cuáles fueron tus referentes en esa especialidad?

El gran referente en aquel entonces era Centurión, ícono del género en Cuba. Y ya existían Los Fonomemecos (fundado en 1988) que también eran un referente para mí. En el ámbito internacional hubo muchas personas que se dedicaban a la mímica: desde Charles Chaplin hasta Marcel Marceau, me alimentaron para poder seguir por ese camino. Es curioso que cuando entro al grupo Los Fonomemecos, Ricardo Isidrón me dice que querían usar parte del repertorio que yo tenía montado.

¿Qué importancia tuvieron Los Fonomemecos dentro del panorama del humor cubano?

–Creo que fue un grupo que tuvo mucha aceptación a nivel popular. Era muy querido por el público, lo mismo por sus apariciones en televisión que por los espectáculos que presentaban. Recuerdo los cristales rotos para entrar al teatro Acapulco a verlos. También estuvimos en todas las salas de la capital y en otras provincias, en centros nocturnos y en Tropicana nos presentamos durante casi un año.

Los Fonomemecos llegaron con una nueva visión de la fonomimia, aportando cosas más frescas, con la materia prima que siempre es la música, con canciones más actuales. Nunca trataron sus caracterizaciones de manera burda, con gestos explícitamente vulgares. Incluso se cuidaba el vestir. Cuando yo hacía de mujer me ponía medias para que no se me vieran los pelos en las piernas.

Montábamos la coreografía entre los tres: los gestos cómicos se montaban de una manera armoniosa. Con ellos aprendí hasta a bailar. Ya tenía algún conocimiento de cuando estudié como instructor de teatro pero ellos me enseñaron a darle un tratamiento a la expresión corporal en función de lo humorístico.

«En ese sentido es un éxito para mi carrera haber pertenecido a Los Fonomemecos por los aprendizajes que me aportaron. Fíjate que cuando en 2006 participé en la puesta en escena de Las viejas putas al terminar la presentación Miriam Socarrás me preguntó: “¿Cómo puedes hacer que la viejita camine de esa manera (ella caminaba con los pies casi abiertos)? ¿No te duelen las piernas? El valor agregado al personaje lo conseguí gracias a la pequeña escuela que desde lo corporal fueron Los Fonomemecos.

¿Cómo has logrado darles vida a tantos personajes, con voces diferentes, lo mismo hombres que mujeres?

–Siempre estoy imaginando cómo hacer otro personaje nuevo. Primero pienso en qué quiero decir, qué puede ser interesante y atractivo para los espectadores y que sea divertido: el látigo con cascabeles y luego busco el personaje adecuado dentro de mi saquito. Por ejemplo, si quiero hablar de la cola del pollo, tengo a Camita, la guajira de Candelaria. Para hablar de algún tema esotérico y de las creencias en los signos zodiacales está Estrellita Lucero.

«Hay personajes que son por encargo. Eso no es un secreto ni lo que más me gusta. Por ejemplo, Margarita, la guía del museo, surgió del programa de Radio Rebelde Humor Mix, que dirigía Bruno Suárez Romero. Ya estaba escrito en el guion pero me gustó tanto hacerlo que lo incorporé al saquito.

Más del 60% de mis personajes nacen de una motivación personal. Están inspirados en personas reales que vi y me divertí mucho con ellas. Jacqueline, Genoveva (la viejita), Carmita existen en la vida real. A Puchito lo conocí e incluso quiso trabajar conmigo haciéndome el sonido. Estudio la manera en que se expresan, el timbre de su voz, las manías. Se trata de hacer un trabajo bien exhaustivo y bien detallado a la hora de caracterizar un personaje porque si no se le ven las costuras, como se dice en el teatro, y trabajo para que eso no me suceda.

Ernesto el Flacomímico fue reconcido en el recién concluido Festival Aquelarre 2023.

¿Quiénes son tus referentes dentro del humor?

–Para mí un icono dentro de la actuación humorística es Antonia San Juan, la actriz española. Por lo general me río muy poco con los trabajos humorísticos y más con las cosas que pasan en la cotidianidad porque me dedico a analizar los caminos de los comediantes para lograr el propósito pero con Antonia me corren las lágrimas por la risa. Otros actores que me han servido de inspiración son Dani Rovira y Paco de León. Con sus caracterizaciones me quito el sombrero.

¿Qué importancia tuvo para ti la figura de Xiomara Palacios?

–Xiomara representa motivo de orgullo y tristeza, a la misma vez. Tristeza porque ya no está físicamente. Fue una bendición para mí haberla conocido. Coincidimos en Las viejas putas. Recuerdo que cuando nos sentamos a leer el guion (leo, interpretando y poniendo bomba a los personajes por la influencia que tengo de la radio) me apuntó con el dedito como diciendo que estaba muy bien y aquello me llamó la atención porque ella tenía una trayectoria encomiable y era una gran persona. Después me acerqué y le pregunté si de verdad le había gustado el personaje y me dijo: “Nene, eso estuvo genial. Usted va a triunfar en esta obra”.

«Había visto todo su trabajo con el Guiñol y en el espectáculo humorístico La divina moneda, que hizo Osvaldo Doimeadiós. Nunca más nos separamos hasta que Xiomara falleció. Fue una unión indisoluble. Para mí es mi segunda madre. Con ella aprendí todo lo que me podía faltar por aprender, aunque siempre hay que seguir aprendiendo.

«Me enseñó lo que es la modestia y la sencillez. Había recibido muchísimos premios y no les daba ninguna importancia. Para ella el premio consistía en dar lo mejor en la escena y esa lección la tengo incorporada en venas. Lo único que quiero es trabajar y que mi trabajo sirva de terapia. Si logramos que el público se sienta diferente después de vernos en escena, en la televisión o escucharnos en la radio, hemos cumplido nuestra misión.

«En materia de dirección artística me sirvió muchísimo. Gracias a ella estrené tres unipersonales seguidos: Muertecita de miedo, Con la patica en el aire y Humorísimo. Ella me daba las notas importantes para la representación, de la mejor manera. Montamos esos espectáculos tomándonos un café en la sala de su casa. Sentí muchísimo la partida de Xiomara pero me quedé muy lleno de todas sus experiencias y de toda su sabiduría».

¿Qué significó en tu carrera Muertecita de miedo?

–Muertecita de miedo fue un punto significativo en mi carrera. Marca un antes y un después. Fue un pretexto para mostrar muchos de mis personajes en el teatro. En un tiempo en que no había tanto acceso a Internet, como ahora, el personaje de Jacqueline se hizo viral en las redes. La gente pensaba que era una persona de verdad, que estaba en el Malecón y Xiomara me dijo que esa era una razón más para llevarlo a las tablas. También tuve la oportunidad de presentarlo en la televisión de los Estados Unidos.

Recientemente fuiste parte del jurado del festival Aquelarre. ¿Qué aprendizajes te trajo el difícil arte de evaluar a los competidores?

–Haber sido parte del Jurado del Aquelarre fue una experiencia enriquecedora porque tuvimos la posibilidad que ver muchos trabajos, en diferentes géneros, unos mejores que otros. Esa es una manera de tomarle la temperatura al humor. Me llamó mucho la atención la gran participación de humoristas, aunque estuvieran fuera del concurso, y la presencia de muchos jóvenes, sobre todo defendiendo el Stand up y algunos la parodia.

Se acaba de estrenar en la sala Adolfo Llauradó la comedia Más unidos que nunca del grupo Teatro del Sol, con guion y dirección artística de José Ignacio León. Cuéntame de tu participación en esta puesta en escena.

Es una comedia que se las trae. Estoy haciendo una colaboración con mi personaje de Carmita, la de Candelaria. Las colas, durante la pandemia, no fueron nada agradables para nadie. Muchos menos para mí que tenía a las personas casi frente a mi casa diariamente. Pensaba que sería bueno si alguien hablara del tema desde los códigos del humor.

«José Ignacio escribió una comedia deliciosa, con todos los ingredientes que lleva la temática. En el elenco están: Xavier Chao, Estela Cristina, Miguel Fonseca, Iris Pérez, Katherine Arias, Omar Alí y Niurka Castellón (Bombón). Hemos trabajado con mucha armonía, creando cada día situaciones que puedan ser simpáticas. Creo que hemos hecho un trabajo bonito y nos hemos divertido mucho. Invitamos al público a que vaya a verla. Vamos a estar todos los viernes, sábados y domingos, hasta el 6 de agosto, siempre a las 5 de la tarde».

Fotos Cortesía del entrevistado