Por Marilyn Garbey
Ya han transcurrido 17 años del siglo XXI. La especie humana asiste a la llamada cuarta revolución tecnológica y se anuncia que la velocidad de los cambios traerá nuevos paradigmas. En las fábricas inteligentes no trabajarán seres humanos, con la consiguiente pérdida de empleos. Robots, drones, impresoras 3D serán parte de la cotidianeidad. Los valores éticos sufrirán una sacudida y los tecnócratas tomarán las decisiones políticas.
En ese contexto las artes escénicas siguen convocando la atención de los espectadores. Hace unos días era noticia la permanencia en cartelera de La soprano calva, durante sesenta años, en el Teatro de la Huchete, en París. Cuentan que en 1950, en su estreno, la crítica la pulverizó y vaticinó que en ocho años nadie recordaría a Ionesco. En febrero de 1957, Nicolás Bataille y Ionesco alquilaron una sala, con la colaboración del cineasta Louis Malle, para hacer funciones durante dos meses. Por allí desfilaron espectadores como Edith Piaf y Sofía Loren, Jacques Tati y Andre Breton, y quién sabe cuántos más. Dicen que Ionesco no soportaba la idea promulgada por la crítica de la época que afirmaba era Samuel Beckett el padre del teatro del absurdo. Es decir, que a la crítica le debemos, también, la permanencia en escena de La soprano calva.
Con mucha frecuencia se cuestiona el rol de la crítica de arte, no solo la de teatro. Todavía se escuchan voces que achacan a la crítica la fama, y el elevado costo de sus obras, de figuras como Andy Wharol o Demián Hirst. Y cada cierto tiempo la crítica literaria es sometida a escrutinio, como en la encuesta de Babelia a críticos de importantes publicaciones periódicas del mundo. Aquí se incluyeron colaboradores de The Washintong Post, The Guardian, Clarín, Babelia, Letras Litres, El Malpensante, The New York Review of Books, entre otros de gran tirada y larga data. Las interrogantes versaban sobre la pérdida de espacios para la crítica en esos medios, sobre el efecto de Internet a partir de la posibilidad de que el lector puede emitir su criterio en la Red, sobre las estrategias para establecer jerarquías, sobre la función cultural y social de la crítica. Las respuestas eran disímiles, pero coincidían todos en que el crítico puede arrojar luz en el tupido bosque las publicaciones de hoy en día.
A la pregunta: ¿Qué debe primar en una crítica literaria: un juicio o valoración del libro, una mera información de la obra…? J. Ernesto Ayala Dip, de Babelia, respondía:
“El juicio y la valoración es una responsabilidad obvia en todo crítico. Y la beligerancia que demuestre en una reseña respecto a un texto, debe estar fundamentada en argumentos razonados, de la misma manera que razonados deben ser los argumentos respecto a las bondades estéticas de una obra”.(1)
También de Babelia, Jordi García, apuntaba:
“La crítica como subgénero periodístico puede desempeñar, como en efecto hace, funciones menos egocéntricas, menos trascendentales y menos narcisistas: puede limitarse a orientar a un lector potencial sobre la naturaleza del libro que comenta, algo tan simple y tan difícil de hacer bien cómo interpretar y valorar. Siendo como es la crítica un elemento muy poco relevante en el sistema literario, casi siempre se auto arroga y atribuye una suerte de función crucial que está solo en la cabeza de los críticos y a que a casi ningún lector, normal o profesional, se le ocurriría asignarle o esperar de ella. Quizá la crítica misma necesita una cura de humildad con respecto a su papel cultural y asumir, con buen humor y una humildad fundamental, que se trata de ayudar a lectores de buena fe a orientarse sobre una porción mínima de lo que llega a las librerías”.(2)
Y cuando llegamos al reclamo de humildad, creo es hora de referirme a la crítica de las artes escénicas en Cuba, donde los críticos son parte del movimiento teatral, en el cual asumen diferentes roles. Profesores, promotores, decisores en las instituciones, organizadores de eventos, editores de publicaciones, asesores y representantes de grupos, periodistas, etc. Vale la pena recordar, en este instante, que la carrera Teatrología acumula 40 años de experiencia en la formación universitaria de críticos e investigadores. Es decir, la crítica teatral acumula algunos años de experiencia, y tiene una vocación participativa que comparte con una visión humanista.
La pauta de la convocatoria que nos reúne hoy –“El devenir de las prácticas escénicas en Cuba. Tensiones y alternativas de la crítica”- me sugiere varias interrogantes. Algunas tienen que ver con la pertinencia de las prácticas teatrales de este momento, en el cual se gesta un cambio generacional, donde ruptura y continuidad viven en franca pugna. Figuras como Carlos Díaz, Carlos Celdrán, Rubén Darío Salazar, Roxana Pineda, Nelda Castillo, trabajan coherente y constantemente, y han creado paradigmas de representación. Algunos de los más jóvenes se suscriben a tendencias postdramáticas y lo han hecho provocando mucho ruido, pienso en Rogelio Orizondo. Otros jóvenes, como Junior García, Pedro Franco o Yerandi Fleites, han dialogado con la tradición para bombardearla. La nueva generación cuestiona con dureza, con las herramientas teatrales, el mundo que sus mayores le hemos legado.
¿Cómo, entonces, acompañar las prácticas escénicas en una Cuba donde hoy… “lo que se juega es cómo será en el futuro el socialismo (…) o incluso si continuará o no”?(3) ¿Qué sentido tiene ejercer la crítica teatral en un contexto social donde pocos admiten criterios diferentes? ¿Cómo asimilar el grito de los más jóvenes?
La cultura chatarra cada vez gana más espacios entre nosotros, pero todavía el teatro convoca el interés de los públicos. La crítica pudiera contribuir a acercar a mayor número de espectadores a los recintos teatrales, proponiendo puntos de referencia en un contexto cultural donde, por ejemplo, a todos los músicos se les categoriza como “maestro”, y es imposible discernir qué exposición no debemos perdernos, porque el rasero de valor es el precio de la pieza en el mercado. Hay que llenarse de coraje y asumir la responsabilidad cultural y social del crítico.
Como profesional de la crítica, reivindico su carácter subjetivo. Expresar el punto de vista es vital. ¿Qué pienso? ¿Por qué lo pienso? Detesto, como lectora, aquellos que pretenden hablar solo para entendidos. Me parece excluyente y falso. Honestidad, sentido de la ética, respeto por el otro aunque no compartamos su imaginario son premisas fundamentales. Creo que solo el pensamiento creador y crítico frente a los montajes será útil.
Diez millones para Harry Poter
No me extenderé porque no dispongo de mucho tiempo, pero quiero llamar la atención sobre un dilema que enfrentamos en el ejercicio de la crítica, el de reseñar montajes signados previamente por la polémica extrateatral. Como en los días de La cuarta pared, La niñita querida, Los siervos o Charenton, la temperatura teatral subió con el estreno de Harry Poter se acabó la magia y con Diez millones. Hablando de temperaturas, volvieron a culpar al termómetro de la fiebre del paciente. Ambas son como trazados biográficos, en la primera los jóvenes dan rienda suelta a los temas que le inquietan, en la segunda un niño asiste a un pasaje doloroso de la historia más reciente del país. Intentan los directores apresar trozos de la realidad cubana, aquella que no sale en los noticieros pero que es terriblemente cierta. Las incomprensiones llovieron, aunque no llegaron al extremo de Santa y Andrés, las puestas en escena se encontraron con sus destinatarios, como no ha sucedido aún con la película. La crítica acompañó el proceso de montaje y estreno de las obras teatrales, defendió su validez artística y el derecho del teatro a dialogar con su contexto, ambas recibieron el Premio Villanueva.
De lo que se trata es de poner el acento en el sitio correspondiente, y como no siempre es posible proceder con claridad, entonces hay que preservar la lucidez.
Alamar, 18 de febrero, 2017
Notas:
1- Tomado de Babelia, 26 de noviembre de 2011
2-Tomado de Babelia, 26 de noviembre de 2011
3- Martínez Heredia, Fernando: “El reto de las ciencias sociales en la Cuba de hoy”. Tomado de Cubadebate, 20 de noviembre de 2015.