Concluyen Los Cuenteros de San Antonio de los Baños, sus presentaciones del verano con el espectáculo Fantasía
Por Reinier del Pino Ceja
La Compañía de Títeres Los Cuenteros, de San Antonio de los Baños, colocó otra vez su retablo para fertilizar el ensueño de los niños y adultos de su villa, con un viaje al mundo de la fantasía. Fantasía es el nombre del espectáculo y los asistentes presenciaron no solo una historia bien contada, con sólida dramaturgia y caracterizaciones logradas con maestría. También fueron testigos del rigor en la ejecutoria, en la manipulación de Palmiro, el protagonista de la obra. Una marioneta elaborada por los miembros de la escuadra titiritera emulando la versión que, del Bunraku tradicional japonés, realizara la compañía alemana Stapfigurencompany.
Palmiro es una marioneta gigante, la primera de su tipo en América Latina y hace ya diez años desanda los pueblos cubanos repartiendo alegría. Acostumbrados a disfrutar de puestas de una cuidada elaboración y montaje, los asistentes a la función conocieron cómo la Flora, el Agua y la Luz dieron vida a Palmiro y lo facultaron para establecer el diálogo con los niños, como si el títere tuviese la capacidad de traducir ese mundo fantástico para los pequeños.
Cincuentaicinco años cumplirán Los Cuenteros el próximo noviembre y sus andanzas asombran por la vitalidad y el compromiso de la escuadra. Con Fantasía ponen fin al modo verano, en el que regalaron a su público obras antológicas de su repertorio y entre ellas el Lucasnómetro titiritero, que permite un recorrido por la banda sonora de la agrupación, en su más de medio siglo de trabajo.
Palmiro es el títere mayor. No solo por su tamaño y por la simpatía que produce constatarlo en la interacción con el público. Palmiro requiere de varios actores para cobrar vida. Simboliza la unidad de los artistas en un propósito mayor y el resultado es una marioneta capaz de hacer complicadas piruetas, saludar a los presentes y bailar El sombrero de yarey, como el más reyoyo de los cubanos.
Fantasía no requiere de mucho texto para tocar el alma. Los Cuenteros saben hablar con las coreografías. Tampoco hay mucha elaboración escenográfica. Sin embargo, todos los presentes intervienen, se vuelven cómplices de la puesta, disfrutan y comparten un poco de su vitalidad con el títere y terminada la función, quieren hacerse fotos con el protagonista.
Palmiro les sonríe. Es una especie de Mesías titiritero que llega desde el reino soñado para recordarnos que la belleza está en los detalles, en las pequeñas cosas. La simplicidad de su discurso enternece y conmueve. Nos da una lección necesaria en tiempos de velocidad y enajenación.
Los Cuenteros demuestran su valía en el parque, en la calle, en un barrio apartado o en transformación. No siempre llevan a Palmiro en sus cruzadas, aunque las mismas fuerzas que dan vida al títere, insuflan de gracia y magia las manos de los titiriteros y toda la compañía se nos antoja gigante. Terminan con esta función el modo verano y nos dejan en modo Cuenteros, agradecidos, habitando esa fantasía que les debemos y felices de tenerlos.
Foto de portada: Sonia Almaguer