Por Roberto Pérez León
De España llegó al Festival de Teatro de La Habana la Compañía Javier Aranda integrada por las fabulosas manos de Javier Aranda, la profesional voz de Javier Aranda y por Javier Aranda actor.
Es que Javier Aranda es precisamente un actor multiverso; carga con él una carreta de personajes; en realidad para la obra que se puso en el Café Cantante del Bertold Brecht trajo los personajes en un cesta de mimbre, de esas que las abuelas usan para cocer a mano, donde meten todos los enseres para remendar y poner botones, hacer dobladillos.
Javier Aranda me hizo feliz y me puso hasta nostálgico. Javier Aranda con sus manos, con sus diez dedos, accionó dos, tres, cuatro, una legión de títeres que crecían, se hacían adultos, unos nacían, otros morían, volaban cuando un globo les insuflaba vida y a la vez se las disolvía.
Vida se llama el fabuloso espectáculo que se hace con los muñecos que Javier Arando nos pone frente y nos quedamos encantados de tanta vida hecha a mano por la inteligencia de un hombre que sabe lo que es hacer teatro.
Vida, como acontecimiento escénico, tiene singularidades que hacen que nos emocionemos, que riamos y nos sequemos los ojos de vez en cuando por la ternura que se pone sobre el tapete. Literalmente, sobre el tapete. Porque Javier Aranda acciona sus muñecos sobre una mesa.
Vida, como espectáculo de títeres, cuenta con un diseño de luces sin aspavientos ni complicados efectos, tiene una banda sonora absolutamente imprescindible en una dramaturgia que se arma mediante tres líneas enunciativas en perfecto equilibro.
Vida es una puesta en escena de pequeño formato y su riqueza dramatúrgica está en la vectorización de las líneas de enunciación.
Digamos que una de esas líneas de enunciación está en el performance de Javier Aranda-actor cuando acciona los muñecos; por otro lado tenemos a los propios muñecos que en el accionar adquieren fuerzas y organizaciones anímicas que hacen que sus manifestaciones, sin dejar de ser muñecos, tengan una independencia en la expresión de sus subjetividades, tanto es así que llega un momento en la puesta que no resultan derivaciones del trabajo actoral sino que alcanza y desarrollan contornos definidos, como personitas de un acontecer, sujetos de un suceder vivencial; la otra línea de enunciación que trama la dramaturgia está en Javier Aranda-disfrutador del suceso, lo vemos sonreír, jugar y divertirse en espectador de su propio discurso actoral.
Vida tiene un texto también de Javier Aranda. Y se trata de un texto que tanto en su enunciación verbal como en su visibilidad no está intervenido por fracturas ni trocitos prescindibles.
El texto de Vida es una autoficción de Javier Arnada y de los muñecos que él acciona, brota de la vida de cualquiera para dar vida a unos muñecos que tienen una emocionalidad que los erige como personitas encantadoras.
Así es que el elenco de Vida es Javier Aranda. Porque en Vida hay un variado elenco pues no se trata de un monólogo.
Sí, es una puesta logocéntrica pero el logocentrismo está transfusionado por una visualidad que hace posible que en las líneas de enunciación dramatúrgica se perciba la manifestación de constantes y variables subjetividades que se traman no para artificar ni estetizar a los muñecos porque ellos tienen la potencia que fertiliza al logocentrismo por su propia gestión performativa.
Lo sensorial en Vida es axial, no precisamos de lo lógico ni de lo racional para disfrutar una puesta en escena que debió ser más corta pero igual nos deja pegados a los asientos porque Vida es una turbulenta presencia emotiva que va de la mano de un creador sereno.
CONTENIDO RELACIONADO