Arrocha en los 60

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Po Marilyn Garbey Oquendo. Presentación de la exposición Arrocha en los 60, Tomado de La Jiribilla, 2011

La exposición Arrocha en los 60 es un pretexto para reencontrarse con algunos de los hitos de la cultura cubana, porque este hombre de alma tan transparente como sus ojos azules, ha trabajado infatigablemente desde que salió de los predios de la Academia de San Alejandro hasta el caluroso día de hoy.

El talento excepcional de Eduardo Pascual Arrocha Fernández como diseñador lo convirtió en el elegido de figuras como Alicia Alonso y Ramiro Guerra, Santiago Alfonso y Lorna Bursdall, Nelson Dorr y Adolfo de Luis. Y es que Arrocha tiene la virtud de traducir al lenguaje escénico las ideas más geniales, y también las más incomprensibles. No hay secreto del diseño que él no pueda desvelar para concebir el trazo preciso, el color ideal, la textura más cálida.

¿Por qué Arrocha es una marca reconocida? Porque él está dotado de una aguda inteligencia, atenta al devenir del mundo en que vive. Porque es capaz de dialogar con coreógrafos y directores respetando sus criterios y viabilizando sus sueños. Porque ha establecido fraternas relaciones con los obreros de los talleres de confección de vestuario y  con los de montaje escenográfico. Porque tiene una disposición para trabajar que envidiaría el más inquieto adolescente. Valdría la pena preguntarnos cuántas veces lo hemos visto cruzar la calle Línea para ir del Teatro Mella a los talleres de 5ta y D, o cuántas veces lo hemos visto subir la empinada cuesta de Paseo para trasladarse de la sala Hubert de Blanck hasta el Teatro Nacional.

La exhibición que nos convoca recoge valiosos ejemplares del trabajo de Arrocha en los 60. Aquí se incluyen la Giselle y El lago de los cisnes que diseñara para Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba. También es posible apreciar sus estrechos vínculos con la gente de teatro, que van desde el día en que se enamoró de la actriz María Elena Salas hasta hoy: los bocetos para El premio flaco, de su querido Héctor Quintero y Adolfo de Luis, lo atestiguan. Para el Conjunto Folclórico Nacional diseñó El Cabildo, un montaje de Adolfo de Luis y Santiago Alfonso. De su larga estadía en lo que es hoy Danza Contemporánea de Cuba y de su intensa relación con el maestro Ramiro Guerra dan fe los bocetos de Medea y los negreros y La Chacona, que nos permiten soñar cómo bailaban Silvia Bernabeu, Cira Linares, Irma Obermayer.

Los dibujos de Arrocha han logrado el milagro de reconstruir el Decálogo del apocalipsis, corroborando que la intolerancia no pudo truncar el desarrollo de la danza moderna cubana, que las investigaciones emprendidas por el maestro Ramiro Guerra y su tropa esperaron tiempos propicios para salir a escena. Aún sorprenden la belleza y la frescura de los diseños para el Decálogo.., parecería que fue ayer cuando ensayaban para estrenarlo.

Las piezas de los 60 son como una anunciación de lo que sería la trayectoria de Arrocha. Trabajo, mucho trabajo. Constantes peticiones de colaboración de los más capaces directores y coreógrafos, nótese cuántos de los que firman los títulos que apreciamos hoy ostenta el Premio Nacional de Danza o el Premio Nacional de Teatro. Diversidad conceptual y formal de la obra, de acuerdo con los montajes en los que decidió colaborar. Reconocido como el diseñador de Danza Contemporánea, es reclamado constantemente por la gente de teatro.

Ya en los 60 era posible descubrir las cualidades que distinguen a Arrocha como diseñador: el uso inteligente del color. Su olfato para elegir la tonalidad que cada escena requiere. El empleo de la textura como detalle expresivo. La sensualidad de la línea. La capacidad para proyectar la sicología de los personajes. El tacto para representar el conflicto abordado.

Para diseñar más de 400 obras, Arrocha trabajado y ha estudiado mucho. Por eso atesora una valiosa biblioteca donde pueden encontrarse recortes de prensa con entrevistas a sus colegas, filmes en VHS o DVD, discos de música clásica, libros de Leonardo Padura y del arte renacentista. Ávido de conocimientos a sus casi 80 años, es la memoria viva del diseño escénico cubano-le dicen Carbono 14, como prueba de la autenticidad de su criterio-y siempre está presto a colaborar en cuanto empeño conlleve al mejoramiento humano.

Gracias al empeño del colectivo de Revolución y Cultura es posible viajar, a través de la obra de Eduardo Arrocha, a los prodigiosos 60, favorables-al calor del la Revolución triunfante- para una explosión de creatividad y laboriosidad de la cual Arrocha es protagonista. Ojalá pudiéramos continuar el viaje por las décadas posteriores, en las que Arrocha siguió laborando con la profesionalidad y la generosidad que lo caracterizan. Bastaría recordar que diseñó el clásico Súlkary, de Eduardo Rivero, protagonizado por sus entrañables amigos Luz María Collazo e Isidro Rolando.

Es un inmenso placer presentar la exposición Arrocha en los 60. Es también un gran honor la posibilidad de reconocer el talento y la dedicación de artista durante más de 50 años de labor ininterrumpida, con tan altos vuelos. Tanto es así que he prodigado elogios como no acostumbro hacerlo, pero Eduardo Arrocha me los exigió advirtiendo que, por muchos que utilizara, siempre me quedaría corta ante lo que vería. Lo que parecía un chiste entre vecinos de Alamar es ahora una dura realidad: no hay adjetivo capaz de abarcar la belleza y la inmensidad de la obra de Eduardo Arrocha. Solo resta admirarla y aplaudirla.

Foto tomada de Habana Radio