Ostentación visual y acústica. Ceremonial de criterios de actualidad.
Por Roberto Pérez León / Fotos Sonia Almaguer
Arrivals, la última puesta de El Ciervo Encantado, es la continuación, según el programa de mano, de una “investigación en torno a la migración cubana” que tuvo como premisa “qué nos une a los cubanos en el regreso al país independientemente de dónde vivamos, cuál sea nuestras profesión, nuestra edad, nuestra posición política, el motivo de nuestros regresos, etc.”
El espectáculo se inicia con una hermosa y progresiva composición escénica. Con audífonos puestos se entrevé a la actriz, calificada, según el programa, como ejecutora de la “acción en escena”. La ingeniería de luces permite una visión casi fantasmal. La banda sonora es nada menos que “Va pensiero”, el coro del tercer acto de la ópera Nabuco de Verdi, cuyo tema es el dolor del exilio. En una proyección podemos leer la traducción de la canción que clama por la patria bella y perdida. El arrebato de la música va cargando la atmósfera de la sala. La luz cuadricula el único espacio escénico que vamos a tener entonces y que vemos con muchas, pero muchas jabas llenas de cuanta chuchería puedan imaginarse. En medio de un monte de jabas con productos “de afuera” está la actriz algo desorientada. Y ahí empieza la tragedia. Tantas jabas llenas de cosas y cositas y más cositas son desempacadas una a una. Se desata la única acción escénica del espectáculo: sacar y meter, vaciar las jabas, llenar las maletas, organizar de tal manera que todo quepa, que no se quede nada, todo tiene que llegar. Esta larga acción, sin pausa pero sin prisa, es acompañada de lo que es considerado, según el programa de mano, como “acción textual y sonora”, y consiste en el recitado, por voces diferentes, de listas de productos: pacotilla, esa que se trae cuando se está unos días de viaje por el exterior.
Cuando un cubano llega después de haber estado un tiempito en el extranjero se aparece con lo que más puede, a veces son encargos, a veces son cosas que necesita, a veces es mercancía para vender, a veces, a veces, pero siempre hay una excusa para llenar las maletas de lo que sea, que todo hace falta. Tal vez sea esta una de las consecuencias de “la maldita circunstancia del agua por todas partes”. Encima de la mecánica de hacer las maletas está el látigo que aguarda en la aduana, que si quitan cosas, que si cobran por el sobrepeso aunque se viaje por organismo, y nada impide que haya que pagar por el bulto que es mucho con demasiado. En fin, otra vez el mar. Tanta agua de por medio que nos separa de tanto mundo que tiene tantas cosas que hacen falta.
Por otra parte, está el cubano que regresa después de haber estado instaladísimo durante años en el extranjero. Trae una carga cargada no precisamente de pacotilla. Llega. Trata de entrar como Pedro por su casa. En la misma cartera donde va el pasaporte cubano lleva el otro, o en el cubano hay una visa de residencia adquirida. Se es cubano y otra cosa. Esa otra cosa costó años. Y todo lo que cuelga con los años es un fardo que no hay aduana que pese ni decomise. Ha llegado y punto. ¡Qué pasará ahora! Arrival con las manos vacías y una revoltura tremenda entre pecho y espalda. A este tipo de llegadas era a la que creía que se refería la “investigación” que El Ciervo Encantado acaba de exponer.
De acuerdo a los presupuestos de colectivo teatral o de la poética que según el propio proyecto declara, se trata de una agrupación “que integra elementos del performance art y el espectáculo escénico y se sustenta en una rigurosa investigación en torno a los medios expresivos del performe y la presentación. Sus propuestas se alejan formal y conceptualmente del lenguaje teatral tradicional, y operan desde una frontera borrosa en la cual conviven el ritual, el body art, el happening, la puesta en escena, la instalación y el artivismo”.
Los términos performance, performe, espectáculo escénico, presentación, happening, instalación, artivismo, son como un “Bolero” de Ravel trastornado, un desenfreno de variaciones sobre un mismo tema, grosso modo. Criterios de actualidad teatral que encierran una gama de puntos de vistas no deterministas en sus fundamentos debido a la posible fusión terminológica. Fusión que puede crear una especie de agujero negro, donde una vez se traspase el horizonte de eventos no habrá regreso posible, y se cae en una maraña difícil de saltar hasta para un chivo si se entretiene.
Arrivals se define a sí mismo como “performance en escena”. Performance y escena son elementos que vinculados pueden consentir, sino una contradicción conceptual, que es lo menos importante, al menos una expectativa que en este caso no es satisfecha. No obstante, Arrivals es un espectáculo escénico con todos los componentes que caracterizan una puesta tradicional (posición del público, utilización del espacio escénico, empleo de los recursos técnicos, escenografía, luces, sonido, texto lingüístico, actuación, etc.).
Por el calibre creativo del colectivo y al advertirse en el mismo programa de mano que se trataba de un(a) “performance en escena”, esperaba que las superficies refractarias de ambos conceptos en contacto estallaran y se produjera una desintegración y tuviera lugar una enunciación provocadora. Sin embargo, se mantiene inviolable el espacio escénico tradicional que incluso se enjaula luminotécnicamente, de manera muy bella, más lo performático no tiene cabida, el accionar con el público se coarta al determinarse una muy pasiva cuarta pared.
Un performance amasa y “cotidianiza” lo cotidiano de una forma ágil y atrevida, aleatoria y azarosa. La puesta de Arrivals es una repetida acción performativa –y valga la posible redundancia- del “texto” todo poderoso que se escucha en off, a través de voces que son testimonios de la inquietud de juntar pacotilla y más pacotilla. De ese “texto” es difícil extraer signos para confrontar y conformar una figuración escénica. La ficcionalización del “texto” no sucede. No se alcanza una visualidad dinámica. No hay progresión dramatúrgica en y con la “acción textual y sonora” que viene siendo el “texto” dramático o lingüístico, según el programa de mano.
La escena no es productiva. Al ser una realización performativa del “texto” se agota rápidamente en su práctica enunciativa. Los efectos de sentido no son significativos. Se emplea todo el tiempo un sistema verbal sin contraste, que como “texto” es incapaz de producir acciones efectivas en la generación de afecciones en el público. No hay conjunción de signos. No se producen contrastes visuales ni sonoros.
Arrivals, como texto espectacular global, cansa pese a sus intenciones de dinamizar la dramaturgia. Trata de ser reactivo, renovador de la concepción de la escena. Existe una búsqueda a través de un instrumental dramatúrgico, que es hasta metateatral, con el propósito de una otra hermenéutica de la creación escénica. Pero no hay desarrollo de los sistemas significantes en una única proposición escénica inmutable, repetitiva, sin dialéctica. El diseño de luces se empantana. La música sólo suena, y eso que abre el espectáculo Verdi y cierra Bolero de Ravel con sus energizantes y perfectas variaciones sobre un mismo tema que nada tienen que ver con el lenguaje escénico empleado.
Arrivals no propone una ficción, se empeña en ser todo de verdad, y la escena requiere de invención, debe sobreponerse a la realidad.
El Ciervo Encantado me desencantó en Arrivals. Hacía muchos años que no veía nada de este singular colectivo que, sin duda, ha estado entre los más audaces del teatro cubano contemporáneo. Aún recuerdo y celebro el ímpetu de Pájaros de la playa, De dónde son los cantantes, La siempreviva, espectáculos de un frenesí y renovación que ni por asomo sentí en Arrivals.