Esto no es una proclama, es la defensa a la felicidad

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Por Erduyn Maza Morgado*

Descubrirme en la mirada de los niños me hace volver al pequeño que fui y eso es lo que me ha estado sucediendo por estos días. Cuando era pequeño me gustaba correr sin zapatos y chapaletear en el fango bajo intensos aguaceros en mi pueblito de Velazco, en Ciego de Ávila.

Eran diversiones comunes en mi día a día montar a caballo y lanzarme desde una rama a las frías aguas de un río. Era fácil encontrarme escurrido por los trillos de aquellos campitos detrás de lagartijas y espiar los patios de los vecinos para pedir mangos, mameyes, guayabas y marañones.

Todo eso era fascinante, pero nada como los carnavales de mi pueblo. Era de una emoción inigualable caerle detrás a las carrozas alumbradas con sus bailarinas, al igual que ver las comparsas y muñecones con sus mecanismos internos hechos para fumar o sacar la lengua. Luego, durante todo el año siempre esperaba las presentaciones en vivo de las orquestas de música popular con bailarines y bailarinas.

Pero los circos eran mis preferidos con los payasos, trapecistas y todo ese mundo de luces, brillos y música que recreaba una atmósfera de fiesta e irrealidad que contrastaba con la tranquilidad de aquel paraje. Todos esos shows iban a mi pueblo y yo no me perdía ni uno. Cada acción artística que presencié en mi niñez es un recuerdo feliz de mi infancia. Sin embargo, a los títeres y al teatro los conocí por la televisión, porque nunca llegaron hasta ese rincón avileño.

Eso pienso durante estos días de Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa cuando estoy delante de los niños, pienso en lo dichosos que son, porque pueden ver teatro y sobre todo títeres. Me gusta imaginar que, por unos segundos, les hago felices y que puedo sembrar en su memoria un recuerdo sano y lúdico.

Percibo el teatro como una fiesta alejada de doctrinas y discursos manidos. Me gusta que el público descubra por un rato en nuestros títeres un mundo imaginado donde los malos son vencidos por los buenos. Algo que no siempre sucede en la vida real, pero hoy en estas montañas, en esta Cruzada, tengo la certeza de que nosotros somos los buenos.

Traer arte, vida imaginada, belleza y alegría hasta las montañas es cosa de hombres y mujeres buenos. Es un acto noble que aprendimos de maestros como Armando Morales, Maribel López, Eldy Cuba, Fiffe, Ury, Emilito y muchos otros. Esta labor de hacedores del bien a través del arte titiritero es parte de nuestra genética teatral, nos corre por nuestra venas de artistas.

Para mí los niños no son un proyecto futuro. Los niños son seres humanos con necesidades específicas en las edades por las que están pasando y el teatro y el arte son  diversión, risa, poesía, vitales para todos los seres humanos y para los niños mucho más, porque gracias al teatro juegan, pero sobre todo conocen la belleza del lenguaje y el arte de la poesía a través de la acción.

El teatro de títeres es un estímulo para la imaginación de un niño, un acercamiento a la bondad, un rato de felicidad, un encuentro con el arte vivo y efímero. Por eso tenemos que defender este espacio. Defender La Cruzada es creer en la esencia del arte y apostar por los derechos de los niños a ser felices. Es defender el teatro. Es luchar por hacer valer nuestro discurso artístico alejado de doctrinas y didactismos. Es sembrar una huella de bondad en cada persona que se cruza en nuestro andar.

Esta Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa es vital para los niños y también para todo tipo de público. Es un evento único en Cuba donde los artistas duermen en casas de campaña y el teatro va en busca de la audiencia.

La Cruzada está bañada por ríos, mares, historia. Tiene ojos verdes y  piel quemada por el sol y  picada por los mosquitos. La Cruzada tiene el olor de las montañas, el ruido de un tractor por el río, el olor a fogones de leña.. Sabe a mangos, a albaricoques, a chocolate bien amargo y sabe a coco guantanamero. El sonido de la Cruzada es un tocororo que canta con una guitarra o el zumbido de las alas de los colibríes.

Esta Cruzada está pensada para los más humildes, pero hecha también por gente humilde. Es un momento para mirarnos a nosotros mismos y tal vez sea el instante de preguntarnos ¿qué es lo verdaderamente importante en la vida? ¿Qué es la felicidad? Seguiremos buscando respuestas en cada función, en cada aplauso, en cada abrazo. Para mí ahora mismo la felicidad está aquí, entre montañas, ríos, llanos  y mares encrespados. ¡Con ustedes! Con los niños de estos trillos. Para mí, ahora mismo, esta es la felicidad.

* Director de Teatro La Proa / Presidente de UNIMA Cuba

Escrito en Punta de Maisí, 20 de febrero de 2025, Día Mundial de la Justicia Social.