Por Mery Delgado
Teatro las Estaciones, compañía matancera que lidera Rubén Darío Salazar, no para en su cumpleaños 25. Ahora se encuentra de gira por Puebla, ciudad mexicana a la que han llegado invitados por la Asociación Siguiendo Pasos y la coordinadora de la gira Liz Castro.
Gracias a su activa presencia en las redes sociales pudimos conocer detalles del viaje e imágenes que muestran el recibimiento a nuestros titiriteros, quienes visitan por primera vez esta hermosa ciudad, llena de cultura e historia, como afirmara el propio Rubén.
Desde el pasado 30 de abril están por esos lares, donde han realizado funciones en Ajalpan con Una niña con alas, interpretada por María Laura German e Iván García.
En su crónica de viaje Rubén Darío destaca: “gente linda, anfitriones insuperables, comidas típicas, sala teatro llena. A qué pedir más”.
En su trayecto fueron acogidos en la Feria del Libro del Instituto Lezama, de Apizaco, Tlaxcala; tierra de titiriteros diría Rubén Darío: “Una escuela –casa con alumnos y maestros especiales. Otra nueva función de las Estaciones recibida con aplausos”.
Luego, nos cuenta que estuvieron en el Museo del Títere, y en el Foro del Festival Internacional, un evento que reúne a varias agrupaciones culturales del mundo y de Puebla, y que llama la atención sobre todo porque es una fiesta patriótica que une cultura e historia.
En la parte infantil se presentaron con La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón, y el espectáculo Una niña con Alas, que ya ha probado las mieles de presentarse ante un público diferente al nuestro.Finalizarán la gira con funciones en el Centro Librero de Puebla. Sobre este periplo en México, Rubén Darío comentó:
“Me alegro mucho de que esto nos esté pasando en este 2019. Es una gira por los 25 años que estamos disfrutando a lo grande. En un lugar que realmente es fabuloso por la música, los colores, la artesanía, la arquitectura y la posibilidad del encuentro con amigos titiriteros del mundo.
“Una ciudad que va más allá de definiciones y clasificaciones. Es mágica y va a su aire imantándolo todo con una historia tan patriótica como cultural. Todo mezclado: la Friducha inmensa en su dolor y pintura, convertida en signo y símbolo con cerámica, calacas, tejidos, dulces, títeres y la influencia de personajes ajenos y cercanos”.