Declaraciones exclusivas para Cubaescena de Alexis Díaz de Villegas, director de Impulso Teatro, agrupación que se encuentra presentando la obra Insultos al público durante todo el mes de agosto, en la sala Adolfo Llauradó
Por Mery Delgado
Alexis Díaz de Villegas y su grupo Impulso Teatro regalan al verano un texto del autor austríaco Peter Handke que lleva por título Insultos al público.
Díaz de Villegas se sintió motivado por la cinematografía del también guionista junto al célebre Win Wenders. Títulos como El cielo sobre Berlín, lo llevaron a explorar en su poesía y en sus textos teatrales.
Así comenzamos un diálogo donde me confiesa que Handke le resultó muy atractivo e interesante por la manera en que él ve el hecho teatral.
Esta obra en sí misma me llamó mucho la atención, porque critica la postura del público en una sala de teatro. Es una obra donde el momento, la anécdota es el público. Los actores desnudan a los espectadores, hay un diseño de luces para ellos contrario de lo que sucede habitualmente en la sala oscura. Es como dijo alguien: “destruir el teatro para volver a encontrarlo”, y yo creo que es una obra que nos ha llevado al punto en que se encuentra el grupo, es como llegar a un punto cero para ir reorientándonos hacia otro lugar, otro derrotero.
¿Cómo fue ese proceso?
Hemos estado varios meses trabajando en el texto. La mayor dificultad de la obra ha sido aprenderlo, porque no es un texto que está escrito con personajes, sino un gran monólogo de 18, 19 cuartillas y de la manera en que se repartió de pronto en una oración participábamos cuatro o cinco actores. La oración está cortada en palabras y entonces era muy difícil aprenderse el texto.
Todos debíamos aprendernos ese gran monólogo en sí mismo, como una obra coral. No hay personajes, los personajes somos el nosotros y a partir de ahí es muy difícil memorizar la letra, acción que contrario a lo que la gente piensa es muy fácil para nosotros, porque como tenemos acciones físicas y réplicas, va grabando todo a la vez. Pero aquí era muy difícil porque de pronto en un párrafo hablan tres o cuatro actores. Uno dice una oración, el otro continúa y hay que estar muy concentrado y muy despierto en escena, a la vez estar observando las reacciones del público y si te distraes un segundo, pierdes el hilo de lo que se está diciendo.
Esa ha sido la parte más difícil del proceso. Lo otro es lograr una neutralidad en la actuación, o sea los actores siempre estamos entrenados para teatralizar, para crear personajes, y aquí es todo lo contrario, es ir a nuestra personalidad, expresarnos como nosotros mismos en el escenario. Ese ha sido el otro punto más difícil de todo el proceso, y en realidad creo que los verdaderos ensayos están empezando ahora con las funciones, porque aquí el público es el verdadero complemento del espectáculo, nuestro verdadero antagonista, las reacciones las estamos empezando a sentir ahora con las funciones. Ahora es que de verdad se está comenzando a ensayar la obra.
Insultos al público ha tenido un recorrido internacional desde que se estrenó en la década del 60. ¿Crees que mantiene total vigencia?
Totalmente. Es una obra tan autocrítica y crítica que incluso se critica a sí misma y se contradice constantemente. Es como el bufón de las cortes victorianas, que era incómodo, pero hacía reír, era anarquista y se burlaba del rey, pero también debía estar preso al traje y a las órdenes, porque también hacía de público. La obra sigue vigente, ha habido espectadores desde antes, durante y después de los 60, y es básicamente eso una crítica a todo tipo de público, al farandulero, al que no aplaude, al que crítica la postura del público. Se dice que no hay que inferir nada de la obra, ni comentario que eleve el ego de los actores, porque supuestamente no estamos actuando.
La crítica hasta el momento ha sido favorable, pero ¿cómo ha reaccionado el público insultado?
Yo creo que la obra provoca cierto desasosiego en el público, y es como me dijo un espectador intelectual en una de las funciones, que esta no era una obra para todo tipo de público. Y es lo que está pasando. El que viene a buscar una historia contada, más realista, o viene a reírse con una comedia de la vida cotidiana es el público que más insultado sale, porque no va más allá de entender lo que está pasando en la escena, y se defienden con la frase: no entiendo.
Yo creo que aquí no hay nada que entender. Todo está muy claro desde el principio, los actores manifiestan desde el inicio que no van a ver una obra de teatro, que se les va a mostrar un espectáculo en el que no hay nada que ver. A mitad de la obra se les dice: ¿Están ustedes ahí todavía?
Insultos al público tiene un sentido del humor muy especial, muy particular. Está generando polémica, y eso a mí me encanta.