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CUBA ADENTRO: EL TEATRO DE ARTE

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Entrevista a Lola Amores y Eduardo Martínez integrantes de La Isla Secreta

Por Gabriela Perera Vitlloch / Fotos Buby

¿Cómo fue el proceso de creación para llegar a su más reciente espectáculo: Jardín adentro?

Comenzamos a investigar en diversas fuentes. Queríamos que fuera un espectáculo para niños y empezamos a buscar literatura infantil. Abrimos ciertas puertas, que no se quedaron truncas, sino que derivaron en otro camino más necesario en ese momento. Unimos varios textos que aparecieron. Uno de esos textos fue de Eugenio Barba. Hablaba sobre lo que era para Grotowski (su maestro) el teatro; consistía en orientarse en la vida a partir del desarraigo. Barba también hablaba de la necesidad de invertir el árbol de la identidad y ponerlo de cabeza, es decir, el follaje en la tierra y las raíces en el aire para ver la vida desde otro punto de vista y recorrer otras zonas de uno mismo; lo cual nos pareció interesante como pretexto para hablar de las raíces.

Otro texto importante fue Jardín de Dulce María Loynaz. En este, Dulce trabaja una novela lírica con una sensibilidad muy extraña para su época e incluso para la nuestra. Ella usaba una metáfora, “la de la bella durmiente” y a nosotros nos gustó mucho. Pensamos que era una posible forma estructural para el canovaccio que puede ser este espectáculo. El jardín que Dulce propone como un ente vivo es un maestro de la transformación y esto nos llevó a otro importante tema del espectáculo: la consciencia. El despertar de la consciencia ya lo habíamos trabajado en Oración anteriormente, lo que está consciente y lo que está inconsciente en uno, es decir en nosotros como creadores, como seres humanos.

¿De dónde surgen los personajes de este espectáculo?

Nosotros trabajamos a través de propuestas alrededor del tema que estamos desarrollando. Al principio, generalmente, todo está muy amplio, pero en esa manera de concretar las cosas, probamos hacer la máscara de la idea que alguno de nosotros plantee, le damos una forma. Hacemos toda la máscara, para nosotros no es solo el papel o el rostro, sino el maquillaje, el vestuario, los zapatos, ropas, todo lo que se utiliza. Luego trabajamos esto en el espejo y convocamos a esos seres. En ese ejercicio de transe que trata simplemente de estar concentrados totalmente, trabajamos más en nuestro inconsciente y empiezan estos seres a aparecer. Es una manera de llegar a trabajar estos personajes a partir de la propuesta que ellos traen. Cuando aparecen estos seres viene también su mundo, su texto, sus sentimientos, sus contradicciones, sus vestuarios y entonces son entes vivos. Es como una convocación.

¿Cómo son distribuidos entre ustedes los roles para realización del espectáculo?

Aquí las fronteras están muy desdibujadas. Como trabajamos con la convocación muchas veces la idea se le puede ocurrir a uno, pero realmente ha sido parida por ambos, porque estaba gestándose por el diálogo. Entonces muchas veces no podemos decir -se me ocurrió esto- porque está muy permeado, por ejemplo -ayer soñé esto otro-. Eso me genera una sensación y con ella llego después a una máscara o a un diseño de luz. Sí hay algo bien definido es que Lola me dirige a mí y yo la dirijo a ella, proceso que estamos descubriendo desde hace siete años; incluso hay una tercera forma que es empezar a vernos desde lejos, desde ese tercer ojo, sin juzgarnos, estar dentro y a la vez estar fuera, lo cual se nos hace muy difícil. A mí me tocan un poco más las luces, subirme a la parrilla y hacerlo. Lola, por ejemplo, es la que confecciona los vestuarios, pero parten también de conversaciones, de influencias, que pueden ser de amarnos u odiarnos, de alguna lectura o de un sueño.

Fuente: Boletín Gestus (FNT)