Por Jorge Alberto Piñero (JAPE)
Luego de un artículo reciente en el que comento acerca de la innegable influencia del reconocido grupo argentino Les Luthiers en el humor escénico cubano de los años ochenta y noventa del pasado siglo, algunos lectores me han sugerido que comente acerca de aquel momento en que, a raíz del surgimiento del Movimiento de Jóvenes Humoristas, hubo una verdadera revolución en la forma de concebir y proponer el humor escénico.
La idea me ha gustado y, para estos tiempos de confinamiento por la pandemia, me parece que no está mal recordar algunas de las historias acontecidas en aquella “Belle Époque” para la cultura cubana, particularmente el humor y sus principales actores (o gestores).
Aunque desde principios de los ochenta el Movimiento de Jóvenes Humoristas, que aún no era tal movimiento, sentaba pautas con grupos como la Seña del Humor de Matanzas, Nos y otros, y varios proyectos que nacían entre los aficionados universitarios, es bueno precisar que fue el Conjunto Nacional de Espectáculos quién dio ese primer e importante punto de giro al humor en la escena. Al menos fue el que más llegó al público inicialmente, quizás porque estaban en la capital (no pasaba así con la Seña del Humor, desde su natal Atenas de Cuba), contaban con el coloso de las tablas, el teatro Karl Marx (sede del Conjunto) y por aquellos históricos espectáculos: La esclava contra el árabe, Welcome Colón, Échale Salsita…, de los cuales hablaremos en otra ocasión.
Digo que del Conjunto hablaremos en otra ocasión porque hoy quiero reseñar, solo repasar, (pues el tiempo y el espacio no permiten profundizar) acerca de alguien que fue sin dudas el principal motor que dio impulso a toda esta ola, que más que ola fue un verdadero tsunami de risa y pensamiento. Me refiero a Alejandro García Villalón, más conocido por Virulo, nacido en La Habana Cuba, el 5 de enero de 1955. El muchacho se graduó de arquitecto en la CUJAE (Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría) en 1981, y ya se destacaba como miembro fundador del Movimiento de la Nueva Trova, junto a Silvio, Pablito y Noel.
Virulo, guitarra en ristre, dedicó su talento musical y dote de compositor, a obras llenas de humor. Seguía los pasos (según ha comentado en varias ocasiones) de algunos de los más puntuales juglares de la guaracha, el doble sentido y el costumbrismo cubano, al estilo de Benito Antonio Fernández Ortiz (Ñico Saquito) y Faustino Oramas (El guayabero), entre otros. Muchos fueron sus temas que gozaron de popularidad gracias a su singular y jocosa manera de decir, por el carácter crítico social del contenido y su contagioso ritmo. Le cantó a los taxis, las croquetas, el burocratismo, el amor furtivo, la moda… y a múltiples temáticas, de manera similar a otros dos reconocidos creadores de ese período: Héctor Zumbado (en la literatura) y Enrique Colina, en el cine documental.
Por esos años, Alejandro García comenzó a dirigir el Conjunto Nacional de Espectáculo, que ya existía de un tiempo atrás, con una meritoria labor en nuestra cultura. Virulo realiza un trabajo de renovación al traer a varios actores reconocidos y fusionarlos a músico y bailarines en una suerte de compañía teatral que muy pronto comenzó a dar frutos insospechados en la escena y el humor contemporáneo. Algo novedoso pero que nunca negó lo más auténtico de nuestro acervo cultural devenido del bufo y el vernáculo.
Sobre las principales figuras de este Conjunto Nacional y sus formidables espectáculos estaremos comentando próximamente. La presencia de Virulo en este proyecto y en otros propósitos como fue la creación del Centro Promotor del Buen Humor es su primera versión en el cine Acapulco, es harina de otro costal, cual diría un panadero.
Me gustaría concluir reflexionando acerca de la intención inicial de Alejandro García Villalón (según me comentara en entrevista realizada para una serie documental) con su trabajo en el Conjunto Nacional de Espectáculo, la reorganización de los jóvenes humoristas, así como la realización de eventos internacionales de humor que tuvieron lugar en La Habana de los ochenta. Virulo pretendía crear un verdadero movimiento de humoristas latinoamericanos, con un fuerte núcleo centrado en Cuba, tal como había pasado con la Nueva Trova. Un sueño que no era imposible si tomamos como referente la fuerza y popularidad que mantuvo nuestra cultura, particularmente los trovadores, en el movimiento revolucionario y artístico en Latinoamérica de aquellos años.
Fotos Archivo personal del autor