Por Jorge Alberto Piñero (JAPE)
Recién hablaba de Virulo, y me disponía a comentar sobre el Conjunto Nacional de Espectáculos y su distintiva labor en el humor escénico de los años ochenta del pasado siglo, cuando hago un importante y merecido paréntesis para colocar el proscenio un nombre clave en esta historia: La Seña del Humor de Matanzas.
El cambio de “palo pa’ rumba” lo motivó un comentario en las redes realizado por José (Pepe) Pelayo, otrora director de la agrupación matancera, quien con toda sinceridad planteaba: “La Seña del Humor, después de tantos años sin presentarse en vivo y sin dejar casi ningún material audiovisual que refresque la memoria, ¿cómo podrán recordarla las generaciones que no la conocieron?”.
No intentaré hacer un panegírico de La Seña (que bien lo merece), y ni siquiera contar la historia (la verdadera historia) de dicha agrupación, bajo un llamativo título de “Aventuras y desventuras de la Seña del Humor por los campos y ciudades de Cuba”. No, no es posible hablar de la grandeza escénica y de la obra de La Seña del Humor de Matanzas en un par de cuartillas; además el título propuesto es demasiado “cheo” y manido.
Sugiero solo recordar que este elenco se funda oficialmente en enero de 1984. Luego de haber transitado por otros calificativos tan sui géneris como el de Tubería de ½ pulgada, finalmente asumen el de la Seña del Humor porque ese era el nombre de una peña (tan de moda en aquellos tiempos) que tenían en Matanzas y la gente asimismo los denominaba, y así se quedó.
Desde el comienzo reunía a jóvenes universitarios graduados (o estudiantes) de diferentes especialidades. Esto también era algo muy recurrido en los grupos humorísticos que se formaban en aquellos tiempos.
Asaltaron el humor por los cuatro costados: Literatura, música, artes escénicas y con menos resultados en la danza, pero sí, porque hasta sus pasillitos tiraron en las tablas donde sus obras eran verdaderos espectáculos de excelente realización, elaborado contenido e inigualable humor. Una propuesta a contracorriente con el humor que caducaba en las pantallas de nuestra televisión, pero sin negar las raíces y la cubanía del arte de la risa.
En varias ocasiones escuché en voz de algunos de sus integrantes que ellos no imitaban el trabajo del Conjunto Nacional de Espectáculos. Que lo admiraban, pero trataban de darle un sello diferente a sus propuestas, de hecho, se autodenominaban «grupo atípico». Para mi visión personal había más de Les Luthiers en la proyección de La Seña, que de los humoristas del patio. Quizás es pura (pero feliz) coincidencia. Contar en su nómina (que llegó a ser de doce y más integrantes) con excelentes músicos le permitía ese lujo.
Lo cierto es que, a pesar de su grandeza desde los inicios, La Seña no saltó a la palestra de la gran popularidad hasta la presentación en el Karl Marx, de su genial espectáculo ¿Jaguar you, Claudio? en colaboración con el Conjunto Nacional. Con guión de José Pelayo, Aramís Quintero y Moisés Rodríguez, la actuación de La Seña (por supuesto), y actores invitados como Mario Aguirre, Lina Ramírez, Frank González, Jorge Cao, Daniel García, Jorge Guerra, Carlos Otero, y el grupo danza América (todos bajo la dirección de Virulo), este fue uno de los más importantes sucesos culturales acontecidos en aquella época y en la historia del humor cubano de todos los tiempos.
Después le siguieron múltiples de espectáculos en los grandes escenarios de toda la Isla, y La Seña se convirtió en referente obligado para todos: humoristas, actores, músicos, investigadores… Fueron los creadores de uno de los festivales de humor más importantes que se realizaban en Cuba, incluso con invitados foráneos. Hablo del Melocactus matanzanus, cuya sede principal era el insigne teatro Sauto de Matanzas.
¿Cuánto más les puedo contar? ¡Quién sabe! Ya les dije que era imposible en un par de cuartillas. Sirvan estas líneas solo para levantar polvo, para hacer bulla, para patalear… para hacerle una pequeña, pero sentida señal a La Seña. Es cierto que se habla poco de ellos, como de otros grupos que fueron pioneros irrebatibles de humor de estos tiempos; no obstante, creo que siempre estarán en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de verlos actuar, y que luego contaron a sus hijos, y a sus nietos, que hubo una vez, allá en Matanzas, un grupo de humoristas tan geniales…
Fotos del autor y su archivo personal
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