Por Roberto Pérez León
Hemos tenido del 21 al 30 de septiembre la octava edición de la Semana de Teatro Alemán. Pero creo que se ha tratado de una jornada de teatro cubano inspirada en el teatro alemán.
Si parto de la premisa de que una semana de teatro alemán es para conocer el teatro alemán, entonces he quedado plenamente insatisfecho. He visto gran parte de la oferta teatral.
¿Qué está pasando en el teatro alemán en estos momentos? ¿Quiénes son los escritores de teatro alemán que han participado en la semana que acaba de concluir? ¿A qué generación pertenecen? ¿Cuál es el lugar de los dramaturgos alemanes en el contexto internacional? ¿Cuál el abanico temático de la dramaturgia alemana, se trata de temas globales, existenciales? Todas estas preguntas podrían ser contestadas espléndidamente por los especialistas, académicos, organizadores, gestores, críticos, analistas, patrocinadores de la muestra. Pero el pueblo, pueblo, la gente que pagó las entradas para asistir a las representaciones, no cuentan con respuestas a esas y otras preguntas que se les pueden ocurrir. Los programas de mano no han contribuido a dar la información necesaria y suficiente: datos sobre el autor, resonancia internacional de la obra montada, traductores; en fin, una elemental ubicación para que al público tenga conciencia de que está asistiendo a una representación, dentro del marco de un evento de determinadas características, y no se trata de una puesta más del colectivo tal o más cual.
Sí hubo una divulgación general sobre la jornada, mas no se enfatizó en el propósito cardinal del evento: conocer el teatro alemán.
Yo, a boca de salida de espectáculo, anduve indagando. ¿Y esta obra quién la escribió? ¿Pero esta obra es alemana? ¿Qué quiere decir esa expresión que tanto se dijo en la obra? Las respuestas fueron vagas, despistadas. En el mejor de los casos miraban el programa de mano y con la misma encogían los hombros.
No vi todo lo que esta vez se puso en la semana de teatro alemán en La Habana. Aunque asistí a una gran cantidad de montajes. A partir de lo visto puedo decir que se hizo patente una diversidad de estilos en las puestas en escena. En cuanto a las temáticas queda clara la moda entre nosotros de agarrar nuestras problemáticas sociales y meterlas donde quiera y como sea, al duro y sin careta.
En estos días que estamos celebrando el 70 aniversario de Electra Garrigó, me inquieta la forma en que estamos asumiendo, desde el punto de vista antropológico, sicológico y sociológico, lo nuestro hoy por hoy en el teatro.
El teatro cubano, el buen teatro que hemos tenido, siempre nos ha “teatrado”, que no es retratado ni mimetizado. Partiendo de la creadora perspectiva estético-reflexivo-ideológica hemos hecho excelente teatro desde hace mucho –insisto, Electra Garrigó cumple este mes de octubre 70 años de estrenada. Hemos hecho muchísimo en lo que podría ser, llamémoslo, un teatro documental ficcional: Electra Garrigó, por poner un inicio justo cuando ingresamos a la modernidad, pasando por Aire Frío, Santa Camila, La noche de los asesinos, Manteca, Contigo pan y cebolla, María Antonia.
Todas estas obras son el testimonio más contundente de la “artización” y “artificación” de lo cubano más raigal. Ahí están sin que dejemos de acudir a ellas. Esas obras forman parte de la construcción y solidificación de la cultura nacional. En ninguna de ellas hay vulgaridades, obscenidades, mal gusto, lenguaje soez, tendencias filosófico-doctrinales con afanes sociologizantes para hablar y despotricar alrededor de los problemas socioculturales de la Nación.
En esta semana de teatro alemán algunas puestas han estado ubicadas en la “vulgatosfera”. No hay que naturalizar la ordinariedad desde el escenario.
Sí, es válido versionar, actualizar, adaptar. Ahora bien, cuando se sobrepasan los límites y se llega al palimpsesto, creo que sería mejor sentarnos a hacer dramaturgia propia. Si es que tanto tenemos que decir no usemos muletas, andemos con nuestros propios pies aunque tropecemos.
En esta Semana del Teatro Alemán en La Habana, las puestas han dado tantas vueltas sobre los textos originales que no se nos ha permitido conocer el teatro alemán actual. Tal vez en otra oportunidad sea absolutamente razonable estas operaciones dramatúrgicas, pero es que esta vez se ha tratado de una jornada para dar a conocer el teatro alemán. ¿O no ha sido ese el propósito?
Los acercamientos a los textos originales han conformado puestas de superficies, ajustadas al diálogo más clásico, desarrollos argumentales con tendencias lineales y muy locales, naturalistas o hasta “costumbristas” en ocasiones.
En verdad nos han visitado obras de dramaturgos destacadísimos en el panorama teatral mundial. En lo personal alcancé a presenciar casi toda la muestra, excepto Testosterona de Rebekka Kricheldort, puesta en escena por Teatro El Público.
Asumido por Ludi Teatro, Roland Schimmelpfennig en La mujer de antes, entra en el pasado, lo regresa y lo pone en vivo con implacable estrago. Por su parte, Thomas Melle -por cierto, su novela 3000 euros es una joya literaria- diseña desde una escuela la pirámide social alemana y los trastornos existenciales. Propuesta bajo el título de Traslado, por Impulso Teatro.
La Compañía del Cuartel trabajó Lengua materna, de Sasha Marianna Salzmann, joven escritora y excelente creadora teatral, quizá sea ella la cúspide de la dramaturgia alemana en estos momentos. Lengua materna, en su versión original, posiciona al idioma yisdi, el idioma de las comunidades judías del centro y este europeo, como sujeto performativo del accionar escénico global.
Fritz Kater anduvo entre nosotros con Heaven (a tristán), un texto absolutamente conmovedor en su original, que nos pone en tres y dos al hacernos reflexionar sobre el antes y después de la caída de Muro de Berlín. Nos llegó a través de Heaven-Sola-Cubitas, declarada como reescritura para Cuba, hecha por Teatro del Viento.
Esta pasada Semana de Teatro Alemán en La Habana se desarrolló entre versiones despejadas, reescrituras expeditas, reflexiones abigarradas y abismadas investigaciones sobre los originales para restringirlos a lo local más vernáculo. Esperemos si en la próxima jornada del teatro alemán podemos ver teatro alemán hecho en Cuba y no teatro cubano inspirado en el teatro alemán.