Tercera parte de la conferencia ofrecida por Graziela Pogolotti, Premio Nacional de Literatura, en el Teatro Abelardo Estorino del Ministerio de Cultura, como parte de las Jornadas Villanueva 2019.
Con la fundación del Ministerio de Cultura se trató de replantearse estrategias y políticas culturales, teniendo en cuenta el momento histórico que se estaba viviendo, porque yo creo que las repercusiones del Quinquenio Gris fueron muchísimo mayores que el problema de PM. PM fue uno de los detonantes de las célebres reuniones en la Biblioteca Nacional, por lo tanto, se trataba de hacer un replanteo y de hacer algunas definiciones fundamentales.
Entre estas definiciones culturales estuvo el concepto de que la cultura no se administra, tampoco se dirige, sino que la función de las instituciones es la de propiciar un clima creador, no solamente para darle el espacio necesario a los artistas, sino también para que el pueblo accediera a los beneficios de la cultura, esa fue la primera definición. La segunda definición se sustentaba en que había que establecer un vínculo entre las instituciones y los artistas.
Como yo voy a cumplir ochenta y siete años, y he vivido muchas cosas, y por suerte todavía tengo buena memoria, tengo entre uno de mis recuerdos más entrañables la ocasión en la cual Armando Hart fue a la UNEAC y dijo: “Se ha hecho la justicia, ha llegado el momento del arte”.
Aquella asamblea de la UNEAC, que estaba repleta de artistas de todas las manifestaciones y de algunas de las grandes figuras hoy reconocidas de nuestro mundo del arte, y a mí no me gusta ni el sentimentalismo ni el melodrama, pero yo estuve ahí con amigos, con compañeros, muchos de ellos artistas plásticos, que estaban estremecidos, muchos de ellos con los ojos llenos de lágrimas, y la gente se abrazaba. Ese fue otro componente de la estrategia que entonces se diseñó.
Y creo que también habría que destacar que uno de los lineamientos fue el destacar el vínculo entre la creación artístico-literaria y la construcción de la identidad nacional porque, como todos sabemos, los procesos sociales son construidos, no son espontáneos, y la identidad nacional no surgió por arte de magia cuando los españoles desembarcaron en esta isla, ni tampoco surgió por arte de magia cuando la toma de La Habana por los ingleses –ya se sabe que fueron los cubanos los que pelearon–, ni surgió tampoco cuando Félix Valera daba clases en el Seminario de San Ambrosio; sino que a través de esos eslabones, a través del pensamiento que se fue desarrollando, de la creación de nuestros poetas, del imaginario forjado por nuestros escritores, por nuestros artistas visuales, por nuestros músicos, a través de todo eso se fue construyendo eso que llamamos nuestra identidad nacional.
Partiendo de esas premisas estratégicas de política cultural, había que implementar un conjunto de medidas dirigidas específicamente al sector teatral, había que reinsertar el teatro en la vida de la sociedad cubana con el reconocimiento debido a su quehacer. Con ese propósito, entre las distintas cosas que se llevaron a cabo, se crearon los Festivales de Teatro de La Habana y las primeras premiaciones en este Festival.
Como yo soy memoriosa, en la tarde de hoy también recuerdo que yo estuve en aquel jurado. Los resultaron se mantuvieron en el secreto más absoluto, el jurado trabajó hasta las seis de la madrugada, nos fuimos a dormir, por lo tanto, no pudimos hablar con nadie. Llegamos a la Sala Covarrubias y nadie sabía nada, aquello era un gallo “tapao” de verdad, y ahí, muy teatralmente si ustedes quieren, se fueron trayendo aquellos premios. En aquella premiación aparecieron, con el reconocimiento debido, los marginados de ayer.
También recuerdo la emoción de todos los presentes en la sala mientras iban cayendo los nombres. Después, en el Café Cantante del Teatro Nacional, hubo un brindis. En este medio donde muchos se malquieren, esa noche todos se querían muchísimo, y se querían muchísimo de verdad.
De una manera simbólica, la Declaración final la leyeron Sergio Corrieri y Raquel Revuelta, que representaban dos líneas distintas en el teatro, todo eso involucrado en esos debates un poco absurdos del teatro de sala y el teatro nuevo, pero ahí convergía todo el mundo. Esa fue una de las primeras medidas. Muchos de ustedes, de los que están aquí, recordarán….
Marilyn Garbey: Carlos Pérez Peña está aquí.
Graziella Pogolotti: Carlos, tienes que recordar más cosas que yo, porque estuviste en el Guiñol. ¿Tú no hiciste el muñeco de La loca de Chaillot?
Carlos Pérez: Sí.
Graziella Pogolotti: Ese muñeco era precioso.
Carlos Pérez: Fue lo último que hice con el Guiñol.
Graziella Pogolotti: Por otra parte, había que conquistar públicos, y ustedes recordarán que en esos festivales se hacían funciones no solamente en los teatros establecidos, tradicionales, sino en distintos espacios asequibles a otros públicos. Finalmente se decidió restablecer el vínculo con la tradición nacional y con nuestra identidad, y tomar el aniversario de los sucesos del Teatro Villanueva como fecha del Día del Teatro Cubano.
Creo que fue la primera vez, Roberto Blanco fue el encargado de montar un espectáculo donde se evocaba el tiroteo en el Teatro Villanueva, con ese talento para la espectacularidad y la visualidad que tenía Roberto Blanco.
Esta es la razón por la cual, aunque no sepamos mucho de los sucesos del Villanueva, esa fecha tiene tanta importancia, porque fue unir el proceso del teatro a la historia de la nación cubana, el modo de plantear un reconocimiento al teatro, y de hacer, en última instancia, un acto de justicia, porque las personas de mi generación recuerdan con cuánto trabajo se hizo teatro en Cuba y cuánto costó ese aprendizaje. Ese aprendizaje que permitió que el teatro tuviera la madurez suficiente para la eclosión de los sesenta y para tomar desde aquel momento una diversidad de caminos y una diversidad de estéticas.
Yo quiero decir, finalmente, nosotros sí tenemos, y cuando digo nosotros pienso básicamente en los críticos y en los investigadores, tenemos una tarea ineludible, ineludible en este momento, que es la de rescatar jerarquías, de establecer valores. Y para hablarles con total franqueza, a mí me ha asombrado la proliferación de premios de la Crítica, porque yo digo: “Caballero, ni en Londres, ni en París, ni en Nueva York, ciudades con una producción teatral gigantesca, hay esta lluvia de premios que mis colegas de la UNEAC acaban de otorgar”.
Fernando Rojas: Es bueno que lo diga.
Graziella Pogolotti: Yo creo que los premios tienen que tener un sentido, como los tuvieron aquellos en la Sala Covarrubias, como lo tienen siempre que se establecen con determinado rigor. Y ya que estoy hablando de premios, hoy por la mañana me di el gusto de hablar por teléfono con Herminia Sánchez para felicitarla por su Premio Nacional de Teatro.
Yo recuerdo el trabajo de Herminia como actriz desde hace muchísimos años, recuerdo también su vínculo al Grupo Escambray, su trabajo después en el puerto. Creo que merecía ampliamente este Premio, que ella es la síntesis viviente de una historia que la tenemos ahí, y por suerte perfectamente lúcida, con una coherencia y una memoria admirables.
Foto archivo Cubaescena
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