Tecnologías que hacen danzar la ocupación de la investigación

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Por Noel Bonilla-Chongo

«Etre chercheur en danse, c’est redéfinir chaque jour le métier de chercheur en danse»

Isabelle Ginot

Sí, en efecto, tal como asegura la profesora e investigadora francesa, ser investigador en danza, implicaría la redefinición cotidiana del “oficio” inherente a la investigación dancística misma. Por estos días, cuando el asunto de concretar en letra impresa el pensamiento reflexivo que entrecruza cine y danza, como parte de la escritura monográfica que mi colega Andrés D. Abreu ha realizado a modo de ejercicio conclusivo de la maestría en Cultura Audiovisual, el análisis de esta “recherche située” (investigación situada, para Ginot), asegura que el día a día de la danza nos encuentra enfrentando algo inesperado.

Abreu titula su investigación monográfica: “De la era del filme a la era de la e-imagen. Exploraciones intermediales del cuerpo danzante en la cultura audiovisual”. Nótese, a simple vista, cómo la enunciación temática del objeto estudiado por el crítico, profesor y gestor del proyecto cubano “Tecnologías que Danzan”, se asoma a identificado como “inesperado”: la necesidad de repensar nuevos modos de organizar, reflexionar y reinventar, renunciar y re-presentar el cuerpo a partir de los mapas conceptuales instalados por el ciberespacio y el virus de la cultura digital y el sinnúmero de modos nombrantes asociados a ella.

Tal como anotara oportunamente la argentina Susana Tambutti, cuando le preguntaba si después de la Covid-19, se avenía una nueva era para la danza, el arte, la cultura a partir de las experiencias y reflexiones que dejaba la virtualidad (necesaria) y el virus desconocido que sustrajo los cuerpos de la presencia y el encuentro. Tradicionalmente, la danza ha sido un arte en donde el contacto y el lugar de diálogo de los cuerpos sucedía en vivo, en un estar ahí para ser percibido, sin intermediación tecnológica; con la pandemia pasamos de esa perspectiva estética, de ese aquí y ahora de los cuerpos, a otro régimen de intercambio discursivo. La inclusión del espacio otro y las herramientas digitales impuestas por el contexto pandémico, impulsó no solo nuevas performatividades y corporalidades, sino también otras formas de recepción y experimentación de las artes vivas, lo cual obliga a pensar esta forma artística en términos de una interacción entre entornos digitales y presenciales propia de este nuevo (des)orden mundial.

Y aun cuando sabemos que la utilización de tecnologías digitales no es un asunto para nada nuevo y que mucho antes de la pandemia, diversas prácticas artísticas utilizaron las redes como ámbito performativo, no es menos cierto que ulteriormente, estos modos cruzados entre danza y virtualidad han instalado la urgencia de operar en el espacio virtual como si los cuerpos que habitan ese ecosistema no dependieran de las leyes físicas para su percepción, a lo que habría que agregar la distancia con los cuerpos ausentes de las espectadoras y espectadores durante el atasco pandémico.

Asimismo, aunque hace ya varias décadas que términos como digitalización y virtualización son utilizados en la danza, la especialidad de este arte siguió fundada en la comunicación kinestésica entre performers y espectadores, solo posible en la co-presencia con otras corporalidades y en un espacio y tiempo compartidos. Por ese motivo, y más allá de que el confinamiento pandémico impusiera la suspensión de las artes vivas en todas las geografías por igual, la danza, entre todas las artes, posiblemente haya sido la más afectada por la paralización de la experiencia de proximidad. Elemento que, a pesar del tiempo que ha trascurrido, sigue como espada de Damocles lanzando continuos desafíos re-enunciativos y expresivos. Comunicación kinestésica, espacio y tiempo son categorías recurrentes en el arte danzario, percibidas de desiguales formas y según el momento al que nos estemos historiando. Las mismas estuvieron convencionalmente determinadas por la idea de un cuerpo-en-presencia (el aquí del cuerpo) y por un tiempo-presente (el tiempo del ahora). Sobre ese aquí y ahora se cimentó un sistema de valores fundados en la autenticidad y en la existencia irrepetible y única de esta expresión artística. Esta condición de irrepetibilidad estuvo sólidamente instalada en este campo disciplinar y fue tanto afirmada como puesta en cuestión por diferentes estudios críticos.

El pasaje a lo que Tambutti llama danza tecnomediatizada exige de nuevo la revisión crítica de las categorías operativas precedentemente mencionadas. Ante el posible advenimiento de una nueva era (¿acaso la era de la e-imagen, sistematizada por Domínguez Abreu en su tesis?) para este arte en el que ya desde mediados del siglo XX ningún concepto es definitivo y estable, es necesario repensar cómo se traducen el aquí del cuerpo y el ahora de un tiempo presente a un vocabulario en el que los términos digitalización y virtualización son los dominantes y los responsables de que la tradición instituida en dichas categorías desaparezca en la reproductibilidad y productibilidad digital al verse afectada no solo la esencia procesual y física de los modos de producción y recepción que le son propios a esta disciplina artística, sino también por la dimensión perceptiva y experiencial del cuerpo danzante. El problema no estriba en que la danza actual habite dos mundos, el mundo del aquí y ahora y el mundo tecnológico, sino que lo que está en cuestión es la jerarquía entre esos mundos (instancia que la tesis desglosa con esmero cientista).

Andrés asegura que el encuentro del cine con la danza generó un proceso experimental intermedial entre ambos lenguajes y modos de creación artísticos. Esta relación ha asimilado en su devenir la diversidad de tendencias y modos de hacer la danza, desde la moderna hasta la contemporánea, así como las tecnologías y procesos creativos de la cultura audiovisual. Para las artes vivas como la danza, se ha multiplicado el desafío de asumirse desde otras formas performativas, reproductivas, narrativas, comunicativas y de expresión, que implican otras espacialidades y temporalidades en su interactividad intermedial con lo audiovisual. Entender la expansión creativa y de circulación de la danza en los contextos electrónicos de la cultura audiovisual actual; implica asumirlos en la continuidad de su desarrollo coreocinético desde el cine danza, la videodanza y la danza para la pantalla, hasta llegar a las potencialidades multiplicadoras de cuerpos imágenes electrónicos, nómadas y espectrales, audiovisualmente danzando por el e-universo.

La posibilidad de que estemos frente a un nuevo paradigma en gestación no sólo anuncia la inauguración de nuevas formas expresivas sino también una nueva sensibilidad estética que, al modificarse la percepción sensorial, coloca a la artisticidad de la danza en un proceso dinámico de transformaciones en el que ya no se le puede asignar a este arte un tipo de corporalidad estable e inamovible. Las formas de producción actuales posiblemente se mezclen con las anteriores, los diversos cuerpos físicos y digitales puede que se sustituyan unos a otros, en una continua hibridación.

Dentro de esta perspectiva, lo urgente es analizar los cambios estructurales y conceptuales en proceso y examinar la posibilidad de relación entre el cuerpo físico-carnal y el cuerpo del mundo digital. Y así lo sistematiza y sustenta la monografía investigativa y de compilación que Andrés nos tributa al campo compartido entre los estudios danzológicos y los más emergentes de la cultura audiovisual. Domínguez Abreu se propone explorar el serpentino y laberíntico camino de esa intermedialidad desde el pensamiento reflexivo, crítico y creativo acumulado sobre este fenómeno. Una exploración que abarca desde la era del filme hasta la era de la e-imagen, espacio epistemológico instrumentado teóricamente en 2010 por José Luis Brea, en su ensayo “Las tres eras de la imagen. Imagen-materia, film, e-imagen”. Hacia el final de la “investigación situada” en la monografía escrita por Andrés, ofreciendo y no posibles respuestas, una inquietante pregunta aflora: ¿se está produciendo un nuevo corrimiento en las fronteras de la danza a partir de las nuevas maneras coreocinéticas que propician los cuerpos imágenes electrónicos, digitales, danzantes, y sus movilidades dentro del universo audiovisual en red y para la red?

Entonces, como serpiente que se muerde la cola, en la redefinición cotidiana del “oficio” inherente a la investigación dancística misma, nos correspondería retornar a los hechos; y así como no fue lo mismo crear una obra de danza después del impacto del happening y el performance art; el hoy por hoy de los universos compartidos entre la danza y la cultura audiovisual se concrete, probablemente, en un ser más digital y menos físico, sigamos explorando.

Referencias:

ABREU, D. Andrés (2025): “De la era del filme a la era de la e-imagen. Exploraciones intermediales del cuerpo danzante en la cultura audiovisual”. Tesis Maestría Cultura Audiovisual, Famca, ISA, 2025

GINOT, Isabelle (2016): “Inventer le métier”, Recherches en danse [En línea], URL: http://danse.revues.org/531

TAMBUTTI, Susana (2021): “Danza-Otra / Danza Tecnomediatizada … cuerpos offline y online”, Danzar.Cu,  No. 2 de 2021.