Por Roberto Pérez León
Ni extraviada ni oblicua. Tampoco vertical. La risa se nos ha dado para que desde sus intersecciones sociales nos recuperemos. La risa nos saca airosos del trance de perder la alegría o la esperanza. La risa nos salva cuando se nos trastorna la identidad y se fractura la memoria que se nos ha dado para tener la capacidad de olvidar. Sin olvidos nos convertimos en insoportables Funes memoriosos. La risa es un fenómeno antropológicamente fundacional en tanto crea connivencia, identificación, complicidad.
La risa como potencia crea alianzas y discrepancias. Por su naturaleza y significado tiene relación con la polivalencia del pensamiento conceptual y, pese a todas las condenas que ha tenido a través de la historia, no ha dejado de ser objeto de reflexión filosófica, científica, teológica. Por cierto, no conozco de un dios que ría.
La risa es muy apegada al clown, palabra inglesa que apareció en siglo XVI y después de algunos entroncamientos etimológicos llega a ser en nuestro idioma un sustantivo bien estropeado: payaso. El empleo de esta palabra tiene sus niveles. Está el payaso considerado artista y a ese le llaman clown; y, está el payaso que no es tenido en cuenta como artista y entonces no se le llama clown sino payaso a secas. Ese payaso a secas es un empeñoso artista muchas veces improvisado: se pintan la cara de blanco, se pone una boluda nariz roja, habla con voz aguda, se encarama una peluca, se viste estrambóticamente. A ese payaso que no le llaman clown le debo el primer contacto con un actor. De mi parte merece una íntima distinción y respeto.
Tenemos en Cuba un colectivo teatral que acrecienta la sonrisa y desternilla al risueño desde una estética sustentada en el clown: Teatro Tuyo cala profundo con las cabriolas y piruetas de la risa. Teatro Tuyo, el mismo nombre de la agrupación la convierte en una entidad grupal en tanto nos incluye a todos. Nuestras experiencias y contrastes puestas en escena con singularidad al quebrar y revitalizar los modos de entender y expresar el mundo.
En el paisaje de las artes escénicas cubanas Teatro Tuyo es territorio plenamente lúdico. Esas narices rojas, metáforas de la diversidad, “la máscara más pequeña del mundo” (Lécoq), traspasan formas teatrales a la usanza y a través del juego dejan fluir una muchedumbre de emociones no siempre risueñas.
Teatro Tuyo está en La Habana y fue invitado al Festival Internacional de Teatro de La Habana donde puso en la Sala Tito Junco Clowncierto, un espectáculo memorable. Clowncierto es un dichoso carnaval sobre la naturaleza humana y su poderosa ingravidez.
De Clowncierto emana la risa, pero no la callejera ni aquella que comúnmente tiene una asimilación social bullangera y hace del payaso una copia desvirtuada y marginal de lo que en realidad es: un artista escénico.
Como en cualquier comedia de situaciones en Clowncierto suceden travesuras, entuertos, incidentes. El grupo de musiclowns quieren dar un concierto y buscan donde instalarse para hacer sonar sus instrumentos. El espectáculo tiene su sustento en el payaso, en el clown, en la creación de un comportamiento expresivo de calidades corporales que se articula con una dramaturgia desde el lenguaje escénico de la comicidad.
Clowncierto tiene un particular pulso comunicacional. La corporalidad escénica en su inmanencia vibra y sobrepasa al signo escénico que es todo actor al enunciar un determinado discurso. Y es que Teatro Tuyo cuenta con performeros, actores que desde la perspectiva performativa problematizan la mirada que comúnmente tenemos de un actor y su corporalidad. La corporalidad en este espectáculo tiene la realización propia del teatro, de la danza y del performance como arte acción. Corporalidad sustentable por el trabajo de cuerpos escénicos que se concretan en precisos y disciplinados actos verbales y gestuales.
La corporalidad concretamente tenemos que verla como suma de percepciones que genera y obliga un cuerpo en escena, el cuerpo escénico en sus interacciones y conexiones. Corporalidad como discursividad capaz de condicionar la mirada estética e ideológica del espectador.
En Clowncierto el entrenamiento, los imaginarios desarrollados en el grupo, lo presentado y representado, las formas y los contenidos concretan una convivialidad consustancial entre intérprete-performador y espectador.
El suceder escénico de Teatro Tuyo disfruta de lo que Dubatti en su Filosofía del teatro considera en la dinámica del acontecimiento escénico:
“el teatro es la expectación de poiesis corporal en convivio; según la definición pragmática, el teatro es la fundación de una peculiar zona de experiencia y subjetividad en la que intervienen convivio-poiesis-expectación”.
El payaso en Teatro Tuyo tiene dimensiones trascendentes. De la sutileza con que ejercen el ritual escénico fluyen fuerzas que, entre nosotros como espectadores y ellos como realizadores, consiguen un dinámico relacional creativo que conduce a una comunión.
Ernesto Parra es la sustancia de Teatro Tuyo. Ese hombre de la escena es un poeta que ha hecho del colectivo una zona exclusiva en el territorio del teatro nacional.
Digo que el director de Teatro Tuyo es un poeta y recuerdo a María Zambrano, poeta y filósofa que escribió La Cuba secreta para la revista Orígenes. En su libro Filosofía y poesía declara:
“El poeta no se afana para que de las cosas que hay, unas sean, y otras no lleguen a este privilegio, sino que trabaja para que todo lo que hay y lo que no hay, llegue a ser. El poeta no teme a la nada.”
Foto de portada: Yuris Nórido