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Raúl Reinoso: “combinar esas dos vertientes”

Para el bailarín y coreógrafo Raúl Reinoso, la creación de una pieza es un estado de iluminación que requiere de un conocimiento previo y de una disciplina y un rigor que ha alcanzado en su desempeño a lo largo del propio devenir de Acosta Danza.
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Para el bailarín y coreógrafo Raúl Reinoso, la creación de una pieza es un estado de iluminación que requiere de un conocimiento previo y de una disciplina y un rigor que ha alcanzado en su desempeño a lo largo del propio devenir de Acosta Danza.

Por Rubén Ricardo Infante

En medio de los ensayos como parte de la Temporada Evolución, el joven bailarín y coreógrafo Raúl Reinoso, integrante de la compañía Acosta Danza, me recibe para sostener un breve diálogo acerca de su experiencia como en ambos aspectos. Lo que surgió como una pequeña conversación resultó un encuentro de más de una hora. Es una primera parte, nos quedaron muchas cosas por hablar, pero el rigor y la disciplina de un bailarín están en su capacidad para continuar con el entrenamiento. Se despidió y un minuto después se perdía junto a los demás miembros de esta compañía que celebra sus primeros cuatro años de fundada.

¿Cuéntame del proceso de concepción de Satori?

La creación de Satori fue en paralelo con mi tesis de licenciatura de la Universidad de las Artes (ISA) y una se retroalimentó de la otra. En ese momento yo estaba muy tenso, muy estresado, haciendo mi tesis y estudiando para Satori. Carlos me dijo: “Yo te voy a dar la oportunidad, vas a hacer la pieza, yo quiero una buena pieza. Yo estoy dándote un voto de confianza e invirtiendo tiempo en tu creación”. Con ello me estaba comprometiendo mucho. Era un domingo y esa tarde, después de una presentación, fui a casa de mi tutora, porque aquellas palabras me dejaban la cabeza un poco atormentada. Por suerte, mi profe supo convencerme de que podía hacer las dos cosas. En el proceso de creación de una participaba la otra, la tesis me ayudó a estructurar la pieza por partes.

¿Desde cuándo sentías la necesidad de montar tus obras?

En sentido general, te puedo decir que cuando yo entré a la Escuela Nacional de Arte (ENA) venían bailarines de Danza Contemporánea de Cuba (DCC) a hacerle solos a los chicos que ya estaban en segundo o tercer año. Yo estaba en primero y obviamente como era novato no me escogían y rápidamente dije: “Ah, ya, me voy a montar mis propias cosas, esa va ser mi exposición y así me van a ver lo poquito o lo mucho que puedo hacer”.

Y con catorce años empecé a crear mis cosas. Cada vez se ha hecho más serio, con aspiraciones más ambiciosas, con formatos más amplios. En la ENA hice mis cositas, también en DCC, en el evento Danza en Paisajes Urbanos, auspiciado por Danza Retazos. También en el Ballet Nacional de Cuba (BNC) hice dos pequeñas coreografías en los dos últimos talleres fotográficos, luego con Acosta Danza empecé por un solo a petición de Carlos Acosta para una bailarina clásica.

Luego hice un dúo con Beatriz García, mi compañera en la vida, que no fue para Acosta Danza, era realmente para ella y para mí, fue un regalo pues es nuestra primera criatura, porque llevábamos siete años de relación y nunca pudimos hacer nada juntos, ni bailar ni crear. Y ese fruto se lo enseñé a Carlos en un video y antes del primer minuto de grabación, me dijo vamos a hacer aquí. Lo estrenamos con Acosta Danza, se ha puesto en Córdova, México, New York… y luego yo quería más y le estaba pidiendo espacio. Hasta que llegó el momento y Carlos me motivó a la creación de una obra.

Yo he llevado esas dos carreras a la vez, no hay un punto en que me convertí en coreógrafo, de hecho, hace un momento le comentaba a una integrante de la compañía que va siendo muy difícil llevar las dos carreras juntas. Porque mi tiempo libre como bailarín lo invierto en pensar y planificar coreografías.

Y entre bailarín y coreógrafo, ¿con cuál te quedas?

No me gustaría dividir esas dos vertientes, quiero combinarlas, me gusta lo interdisciplinario, esa pluralidad de disciplinas. Como bailarín, o mejor como performer me gustaría hacer danza, hacer teatro, hacer video-danza, fotografía…, todo eso en una misma propuesta como bailarín y como coreógrafo.

Pero también habías formado parte de DCC, una verdadera escuela para la formación en este sentido…

En DCC estuve alrededor de tres años sentado, sin bailar. Porque en ese momento había bailarines espectaculares en el elenco activo y no había oportunidad. Es la ley de la vida, la gente va saliendo de un sitio y tú vas ocupando lo que queda y así vas escalando. Pero estuve tres años sentado en espera en el banco, hasta que un día llegó un coreógrafo israelí Itzik Galili, que una de sus piezas estaba dentro del programa de una gira al Reino Unido y bueno él fue la primera persona que me sacó del banco, luego de una audición, no fue así por así.

¿Y cuál es el provecho profesional que obtuviste de tu estancia en DCC?

DCC es una escuela, uno piensa que se gradúa en la ENA y que ya eres profesional, pero para nada. Y DCC es la universidad de la danza, solamente que el ISA te da el diploma, pero universidad, es DCC. Aprendes a bailar como cuerpo de baile y luego vas escalando así, paso a paso, aunque no fue mi caso. Estoy satisfecho con mi camino, con el cómo fue…

En ese tiempo aprendí mucho a pensar con el cuerpo, no es sólo la forma de moverte, la manera en que trabajan los coreógrafos contemporáneos, al menos con DCC trabajan con conceptos, no tanto con personajes o fábulas narrativas, sino con conceptos, que uno tiene que llevar de la cabeza a alguna parte del cuerpo o bien a todo el cuerpo y tienes que convertirte en un concepto que se mueve. Eso es pensar con el cuerpo, no es solamente bailar. Yo creo que esa forma de bailar y de pensar la danza te lleva a un nivel de abstracción tan profundo que desarrolla día a día tu creatividad, porque cada vez te vas haciendo más sensible a cosas que tú crees que no provocan nada. Te conviertes en un bailarín muy adaptable y solamente cambian tus chips y entonces piensas y en qué tienes que pensar: No control, qué cosa es no control y tienes que comenzar a buscar qué es para ti, y son abstracciones de esa magnitud y uno tiene que convertirse en esas cosas. A pensar con el cuerpo, a bailar en grupo, a cultivar una voluntad férrea para no caer, porque tuve muchos tropiezos y eso depende también de tu educación, cómo te educaron tus padres y al menos yo creo que mi arma secreta es usar la cabeza y que siempre he perseverado.

¿Cómo fue ese tránsito? ¿Cómo llegas a Acosta Danza?

Fue una sorpresa hasta para mí, porque yo no iba a audicionar. Yo estaba en un buen momento en DCC y estaba haciendo roles principales y de momento supe de las audiciones. Fueron tres días de audición, y yo fui el último día. Realmente me monté en el último vagón del tren y de fresco porque yo fui para allá y le dije a la Maestra Loti (Clotilde Peón): “Yo quisiera audicionar, yo soy de DCC”. Y ella me dijo: “Se lo tienes que pedir a Carlos”. Y yo fui a ver a Carlos y se lo pedí, le dije quién yo era, de dónde venía, que había estudiado en Pinar del Río, un poco para moverle el piso en la conciencia”, y me dijo: “Tú dominas el ballet”, y yo le dije de fresco: “Si”. Me dijo: “Bueno, cámbiate”. Cuando él me dijo eso, yo ya supe que estaba dentro. Eran clases de ballet, de danza moderna y unas frases que él mismo hizo para nosotros.

Así fueron las audiciones, y bueno entré a Acosta Danza, fue una aventura desde el principio, porque estaba arriesgando mi todo, que no es mucho…, y es como completamente distinto, porque mi entrenamiento académico no era bueno, aunque en DCC dábamos clases de ballet, pero no era bueno y llegar a hacer las mismas clases que los bailarines que venían del BNC fue duro, muy duro. Tuvimos que adaptarnos a ese régimen y a ese rigor de talento y sudor.

Al principio, como todo a lo que uno no conoce le hace un poco de resistencia pasiva y a medida que va pasando el tiempo y le va viendo sus mejores lados, por decirlo de algún modo, en la medida de tu propia sensibilidad claro está, lo vas dejando entrar, lo vas entendiendo y como lo vas entendiendo, pues un día descubres que te gusta verte de esta forma que antes no te veías y así fue. Fuimos enamorándonos del ballet, pero Acosta Danza me ha enseñado otra parte que yo no sabía que es el tema del vocabulario académico, sobre todo, esa parte que yo nunca había descubierto, ese rigor y el placer por verte en esos vocabularios.

¿Cómo ha cambiado ese Raúl, en ese tránsito que es el propio recorrido de la compañía?

Literalmente en el espejo me veo mucho más bello, porque hasta las Maestras lo notan, el cuerpo se comienza a alargar y te pareces un poco más a los bailarines clásicos que son un poco más alargados, un poco menos engarrotados que es lo que suele pasar con los bailarines de danza contemporánea.

Uno se estiliza un poco, pero sobre todo, ese rigor y ese placer por manejar otros vocabularios en este caso académicos, incluso afectan mis inquietudes creativas, que antes yo estaba como circunscrito en un vocabulario puramente contemporáneo, quizás un poco teatral, y ahora estoy descubriendo en otros cuerpos como referentes, porque lo primero que ves es desde fuera y luego empiezas a buscarte a ti mismo y cuando ves tantos empeines, tantas piernas altas, tantas líneas, tantos giros… tú empiezas a pensar y por qué no pudiera hablar este idioma que al fin y al cabo me va a resultar más interesante, más versátil.

Después uno se va interesando por dominar los fonemas de los pasos, porque si mi aspiración es ser coreógrafo debo conocer el idioma del ballet y ese es el francés. Y yo tengo que hablarles a esos bailarines una segunda lengua, porque debo explicarles en el idioma técnico cada paso y dejar de nombrarlos como lo hacía antes. Creo que me ha hecho un bailarín más pulido, más limpio técnicamente. Yo creo que la pasión con la que bailo si la traje de DCC, aquí me parece que hemos pulido ese diamante en bruto en cuanto a técnica, al trabajo con el dúo clásico como lo que hicimos cuando presentamos Majísimo, que fue un programa clásico y es lo más difícil que he hecho en Acosta Danza.

¿Y aquí que has aprendido?

Acosta Danza me ha enseñado tantas cosas que realmente no sé cuáles son, lo he sabido en el momento de aplicarlas, es una información inconsciente que lo sé cuándo me doy cuenta que he hecho esto o antes yo no pensaba así. Esa forma de apreciar el vocabulario académico creo que, por sobre todo, es lo más importante que me ha dado Acosta Danza.

Foto de portada tomada del sitio web de Acosta Danza.

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