Por José Omar Arteaga Echevarría
En medio de la jornada de Los Días de la Danza, el pasado 25 de abril, aconteció el Punto Fugaz en la Compañía Rosario Cárdenas, espacio caracterizado que se ha acomodado habitualmente los últimos jueves de cada mes. Estos encuentros pretenden aunar varias manifestaciones del arte así como sus hacedores, propiciar el diálogo, el intercambio de saberes, mostrar el trabajo de los que se aventuran a la creación. Es una manera de promover el arte y la danza específicamente.
El espacio hace más dinámico, además de las presentaciones danzarias y musicales de los invitados, también se hacen proyecciones audiovisuales, preguntas de participación, y un momento de sorteo que constituye un atractivo para el público presente.
La compañía anfitriona presentó fragmentos del espectáculo Tributo a El Monte, además de un cortometraje que se realizó a propósito de este espectáculo. Los alumnos de primer año de la Escuela Elemental de Danza Alejo Carpentier llegaron con sus maestras en calidad de invitados, para presentar un divertimento inspirado en el contagioso ritmo del rock and roll. Fue un encuentro precioso ver a estas generaciones de bailarines ya en ejercicio de su profesión, y a los “pinos nuevos” que recién comienzan estudios en este arte. El intercambio, el asombro en los ojos de los pequeños, verlos bailar con soltura, con la alegría de quien lo goza. La satisfacción y el disfrute de los bailarines al ver que la danza posee un futuro certero.
Entre las propuestas musicales estuvo Elianis Montpeller, estudiante de música de la Universidad de las Artes (ISA), quién con su tres y su voz, propuso un momento de encuentro con las raíces hispánicas, al tocar exquisitamente este instrumento heredado de la tradición rural. Otro invitado de la tarde fue el DJ Casabe, multifacético artista que llegó con su proyecto y puso a todos los presentes a bailar con sus propuestas electrónicas.
Luego del esperado momento de rifa y tras el brindis de cierre, ocurrió un instante singular, del que fuimos testigos solo unos pocos que nos quedamos hasta el final.
Casabe (quien además estudió pintura y es realizador audiovisual), se sintió atraído poderosamente por el piano de cola que permanece en una esquina del salón. A partir de aquí se fue creando un ambiente cada vez más espiritual, comenzaron a surgir espontáneamente movimientos en algunos bailarines, se creó una contagiosa atmósfera donde poco a poco se fueron sumando los demás bailarines y la propia maestra Rosario Cárdenas, en ese impulso que provoca la música cuando recorre el cuerpo y este, como por instinto nato se entrega a la kinesia.
Los músicos de Casabe se fueron sumando, y a la vez que tocaban, este artista iba entonando versos y melodías de su propia inspiración. Demostrando su versatilidad, abandonó la armonía del piano y fue hasta el bongó, para percutir rítmicas aceleradas que hicieron a los bailarines moverse diferente, buscar otros matices a sus partituras corporales e ir hacia zonas del inconsciente, donde la mente ya no controla el gesto, por tanto las técnicas aprendidas son obviadas, el cuerpo busca su moción natural.
La improvisación es un recurso ampliamente explorado en la danza, y de esta salen resultados interesantes en materia de creación. Cuando se da espontánea es un acto sublime. Es más hermoso aun cuando se ve a una creadora experimentada sumarse al convite de la danza junto a sus discípulos, sus compañeros de trabajo, sus hijos. Verlos mezclarse, trenzarse entre ellos, rodar y cargarse sin hacerse daño es un momento sin igual. Sus cuerpos se escuchan, se complementan y se sienten como uno solo, es un misterio que para develarlo hay que experimentar estas sensaciones.
Así terminó la cita de este último jueves de abril, en Prado 111, en el Punto Fugaz de la Compañía Rosario Cárdenas; encuentro que ha traspasado lo efímero de la danza, dejando en cada espectador un poco de arte, o al menos el gusto de un espacio atrayente, que cada vez va ganando más adeptos no solo de la ciudad capital, sino de otras partes de la Isla.
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