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Ocho décadas y un hombre para la danza

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Para Isidro, uno de mis originales hijos,
en hacer existir la danza en Cuba,
con felicitaciones por su bien ganado premio,
de su maestro
Ramiro Guerra
24-4-2009

Por Víctor Cabrera Soriano

Este 15 de mayo se cumplieron 83 años del natalicio de Isidro Rolando Thondike, Premio Nacional de Danza 2009. Un hombre que ha entregado cuerpo y alma a la danza cubana. Isidro Rolando formó parte de las primeras generaciones que comenzaron a bailar danza moderna en el país, a las cuales debemos la existencia de un estilo danzario puramente cubano.

En 1961, tras un primer intento fallido, Isidro Rolando Thondike ingresó a las filas del Conjunto Nacional de Danza Moderna (CNDM) y se formó con Lorna Burdsall, Elena Noriega y Ramiro Guerra. Como integrante de la compañía fue intérprete de las obras coreográficas más importantes del repertorio de la danza moderna cubana.

El pertenecer a esta agrupación lo sitúa entre las principales personalidades del medio dancístico cubano, y es una fortuna que aún esté entre nosotros. Durante cincuenta y cuatro años los salones que se encuentran encima de las taquillas del Teatro Nacional fueron el templo de Isidro para formarse como maestro y coreógrafo. Roles con los que a menudo enriquece a la actual Danza Contemporánea de Cuba, nombre que adoptaría el Conjunto desde 1987.

Fue también en ese espacio donde se consagró como bailarín y ensayó tantísimos personajes que interpretó en el mitológico Orfeo Antillano de Ramiro Guerra. Además, fue parte de un acontecimiento que marcó la historia cuando se abrió el telón en la Sala García Lorca aquel 13 de mayo de 1971. Ese día sucedió el estreno de la pieza Sulkary, con coreografía de Eduardo Rivero, que cincuenta y tres años más tarde significa la síntesis de una técnica que conformó a la Escuela Cubana de Danza Moderna.

Hace unos días me acerqué a su casa. En su hogar, Isidro Rolando guarda con muchos celos valiosos recuerdos: fotos, artículos de periódicos, programas de mano, guiones de coreografías. Todo un arsenal que ha recopilado durante más de medio siglo.

Sentado a mi lado, con un álbum de fotos en su mano, Isidro iniciaba la conversación que sostuvimos por más de tres horas. “No sé cuántas veces le he dicho a Jorge Brooks que se lleve todo esto para el archivo de la compañía. Ya estoy viejo. Un día me pasa algo y nadie más le dará valor”

Aunque la edad lo hace caminar despacio, la memoria de Isidro Rolando sigue intacta, a su maestro Ramiro Guerra lo recuerda con mucho aprecio.

El mejor recuerdo que tengo de Ramiro es del día en que me entregaron el Premio Nacional de Danza. Cuando me informaron que había sido seleccionado como ganador, me cuestioné si realmente lo merecía. Pero el día que me entregaron el Premio en el teatro, estando en el escenario prendieron las luces; y cuando miré al público vi a Ramiro. En ese momento se acabaron mis dudas, porque de no merecerlo el maestro no hubiera estado ahí. Rato después se acercó y me regaló un libro con una dedicatoria. Ese libro lo guardaré por siempre.

No hay muchas personas vivas que puedan contar la evolución del Conjunto de Danza Moderna, lo que sucedía en la escena y las exigencias de Ramiro por aquellos años. Pero Isidro sí. Él sabe toda la historia porque es parte de ella. Y fueron muchas las anécdotas que aquella tarde compartió conmigo

En mis inicios en compañía ya el nivel técnico había subido un poco porque Ramiro ideaba las clases con las necesidades que presentaban sus montajes. Experimentó con los bailarines… Cuando yo empecé, lo primero que hice fue aprenderme todo el repertorio que ya estaba montado. Recuerdo que por una lesión que tuvo Lorna Burdsall se cambiaron algunos roles y empecé a bailar Auto Sacramental junto Victor Cairo.

Como bailarín siempre tuve muy buenas habilidades rítmicas y creo que eso fue lo que me ayudó a destacar, porque no soy muy alto… En Chacona () yo bailaba con Gerardo Lastra y Eduardo Rivero que eran de los más altos de ese tiempo en la compañía.

Eduardo tenía una figura muy bonita. El papel de Oggún en Suite Yoruba sin dudas tenía que ser de él. Lo bailó por muchos años. Además, él le puso su marca, lo hizo suyo. Eduardo bailaba a su forma. Muchas veces eso era motivo de discusión entre él y Ramiro. Tú sabías que, a diferencia mía y de Santiago Alfonso, Eduardo Rivero no estuvo en la convocatoria inicial. Ramiro conoció a Eduardo en Santa Clara y desde que lo vio bailando, quiso que fuera él quien estrenara el papel protagónico de Mulato.

Entre tantos apólogos, por parte de Isidro no faltaron las atenciones para su invitado. En varias ocasiones me brindó jugo de mango y agua. “Ponte cómodo, que no te de pena. Por aquí no viene mucha gente para hablar sobre mi carrera. Casi siempre con quien converso es Jorge Brooks, él se ocupa mucho de mí”.

 Con Santiago Alfonso también hablo a menudo porque lo veo en el Centro de la Danza, ese es mi hermano. No me ha dejado solo ni un momento, me contrató como asesor para su compañía; se lo agradezco mucho.

Le comenté mi intensión de conformar con su ayuda varios textos sobre de Orfeo Antillano y otras coreografías de la primera etapa del Conjunto; y sonriendo dijo:

Ya tengo ochenta y tres años; me place tanto seguir aportando a la danza cubana y esa es la forma en que puedo hacerlo. Estuve impartiendo clases hasta hace poco, pero me siento limitado, no puedo demostrar. Este tipo de trabajo que hoy hago contigo me hace sentir valioso.

Sin dudas, son palabras de un hombre que, a pesar del tiempo y todo lo que ha vivido, es el mismo bailarín deseoso de hace 64 años cuando estrenó Cimarrón (1960), un ballet Alberto Alonso. Isidro Rolando Thondike posee muchos premios y reconocimientos: Medalla Alejo Carpentier, Distinción por la Cultura Nacional, Miembro Fundador de la UNEAC…

Isidro fue uno de los iniciadores de la Carrera de Danza, en el Instituto Superior de Arte y es unos de los pioneros en la enseñanza de la técnica de la danza moderna cubana en la Escuela Nacional de Danza.

Ser maestros creo que nos tocaba a la mayoría en las primeras generaciones de la compañía, sobre todo después de que se fue Ramiro en 1971. El más inmerso en impartir clases fue Arnaldo Paterson, él se lesionó una rodilla y se dedicó a estudiar para desarrollar sus ejercicios. Yo iba para su casa y le servía de modelo para que probara los ejercicios que elaboraba.

Gradué a muchos de los que hoy son maestros en el ISA, otros son investigadores importantes o directores de compañías prestigiosas. Fui maestro de María del Carmen Mena, y mira en lo que resultó, excelente profesional; también de Luisa Santiesteban. Luisa dice que yo soy su papá. Fui profesor de Bárbara Ramos, que hace un buen trabajo con su compañía Danza Teatro del Caribe en Santiago de Cuba.

Trabajé con Miguel Iglesias y con Luis Roblejo, que hoy son personas importantes para la danza cubana. Ellos bailaron una coreografía mía, Rombos y la Ofrenda. Otra persona que quiero mucho es Yoerlis Brunet, yo adoro a Yoerlis. Siempre le he visto mucho parecido a mí, aunque él tiene su propia forma de moverse. Cuando bailó Súlkary hacia mí solo y yo me veía en él.

Víctor e Isidro en la casa del maestro.

Justo en la tarde del quince de mayo de 2024, día de su aniversario ochenta y tres lo llamé por teléfono, se escuchaba feliz y animado. Agradeció el gesto y me comentó que estaba compartiendo con algunos compañeros de trabajo del Centro de la Danza. Yo también me sentí feliz. Isidro Rolando es un nombre valioso dentro de la historia de la danza en Cuba y ojalá las nuevas generaciones de bailarines conozcan su dedicada labor. Llegue hasta él las más sinceras felicidades de todo el gremio de la danza cubana.