Por Emanuel Gil Milian
Para nadie es un secreto que en los últimos años el Conjunto Folclórico de Pinar del Río, no transitaba por sus mejores momentos. Sin embargo, ahora mismo nos ha sorprendido. Travesía, el nuevo espectáculo que presenta este elenco, encierra una serie de valores artísticos y humanos que nos demuestran el salto cualitativo y cuantitativo que, en menos de un año, ha experimentado en el plano creativo la agrupación de danza folclórica pinareña.
Antes, en 2018, el Conjunto Folclórico de Pinar del Río, había estrenado Secreto de una tierra, una puesta en escena que dejaba mucho que desear. El cuerpo de baile se mostraba diezmado y con serio descuido de la corporalidad. Secreto de una tierra, pecaba por su falta coherencia estilística, por deslices en la composición coreográfica y su cuestionable calco intrascendente del elemento religioso yoruba.
Mas, Travesía, se nos muestra con otro rostro. En el aspecto más básico, pero no menos importante, vemos que convocó, que conforman este hecho danzario una mayor número de nuevos bailarines con corporalidades más dúctiles y registros técnicos cuidados, lo que ha permitido que en Travesía se exhiba un notable avance y profundización en lo coreográfico e interpretativo.
Cuando nos acercamos a Travesía, podemos avizorar que no se trata de un espectáculo formado a la ligera, que responda al simple criterio de la danza por la danza[1], a la presentación de la danza folclórica por la mera ilustración lo religioso, como muchas veces ha ocurrido lamentablemente con otras propuestas del Conjunto Folclórico pinareño y de otras agrupaciones que se pronuncian por la práctica danzaria folclórica. Se puede percibir que Travesía, está sustentada por un pensamiento y una escritura escénica que se han reusado a facilismos, zonas comunes, en función de hacer del hecho folclórico una producción artística con un discurso que busca establecer diálogo con estos tiempos.
Lo cual se agradece en vista de que, en honor a la verdad, no hemos podido encontrar, al menos en los últimos años, propuestas de danza folclórica que sobrepasen el acto de mostrar las tradiciones nacionales o locales de los contextos donde se gestan. Por ello es que nos complace que, a partir de un argumento original y desde el evidente despliegue escénico de una parábola, se evoque en escena la historia de un esclavo, Cirilo[2] -que se fuga de la hacienda donde sirve y en el camino se encuentra con varios obstáculos que encarnan deidades como Oyá u Oggún, para finalmente llegar al Palenque- con el claro interés de convocar, para afirmar un gesto nacional y personal que nos ha caracterizado durante nuestra historia: ‘la resistencia’, vista como territorio de lucha y avance.
La evidente defensa de este núcleo conceptual en la escritura escénica de Travesía, nos convence de que en Vueltabajo la danza puede ser un territorio desde el cual se pueda establecer miradas inteligentes.
También encontramos otros méritos desde el punto de vista estructural en Travesía. A diferencia de otras puestas en escena del Conjunto Folclórico de Pinar del Río, aquí hay una dramaturgia mejor concebida y labrada escénicamente. Se articulan coherentemente los cuadros danzarios (Hacienda, Rumbita, Caminos de la muerte, Río, Monte, Coronado), a partir de una relación lógica de causa-efecto, con un sentido aristotélico, en que los conflictos bien definidos en escena (las oposiciones amo-esclavo, Oyá-Cirilo, Cirilo-Oggún), generan una teatralidad, un espesor de acción y sentido que cautiva al espectador.
El coreógrafo, Arístides Pérez logra narrar la fábula en torno a Cirilo con claridad. Uno de los momentos más importantes en Travesía es el cuadro nombrado Río. En este segmento de la obra, Cirilo cruza el río ayudado por Oshún, estableciéndose, desde lo coreográfico, cambios estilísticos, de dinámica, tempos y de relaciones de los bailarines, los que nos regalan uno de los minutos más líricos y sensuales de Travesía.
El cuadro Río tiene una significación importante. Si bien no es algo nuevo,[3] resulta importante que la compañía pinareña haya tenido la lucidez de crear en Travesía, un cuadro con la estructura de un pas de deux, en que se hibridan elementos de la danza folclórica y la contemporánea, un tipo de experimento formal, muy atendible puesto que rompe con paradigmas, dogmas que mantienen a la danza folclórica vertida en sí misma, con una resistencia a dejarse penetrar, en su concepción, por otras vertientes danzarias, otros horizontes creativos. De ahí, la importancia técnica del dueto entre Cirilo y Oshún.
Con relación a las interpretaciones podemos decir que sobrepasaron nuestras expectativas. La nueva savia que corre por las arterias del Conjunto Folclórico de Pinar del Río, las corporalidades físicamente dúctiles, entrenadas, con una técnica cuidada, aunque todavía perfectible, nos demuestran un crecimiento por parte del cuerpo de baile de la folclórica pinareña. Ello se evidencia en la calidad de las interpretaciones donde se aprecia mayor trabajo con la energía, caracterizaciones más orgánicas, limpieza en los pasos y poses, el muelleo y trabajo de torso.
Travesía, es un espectáculo que está en un estado de definición y perfectibilidad de sus partes, marcará un antes y un después en la creación artística del Conjunto Folclórico pinareño. En esta obra, más allá del evidente crecimiento de plantilla y técnico de los bailarines, de su cuidado en el aspecto coreográfico, de su marcada calidad como espectáculo, es destacable que se abra a la posibilidad de ampliar el registro de lo que es la danza o los modos en que se puede perfilar la danza, en función de expresar en escena y lo más importante, de ser un núcleo de relación y diálogo con el espectador actual. Por ello es que es tan bien recibida esta Travesía.
[1] Que en el caso de la danza folclórica suele estar dado en la búsqueda, sin más trascendencia, de espectacularidad o la evocación del componente religioso como mecanismos comunes para seducir de alguna manera al espectador.
[2] Se nombra Cirilo al personaje principal, en recordatorio al importante escritor Cirilo Villaverde, autor de una de las novelas más importantes de la literatura cubana: Cecilia Valdés.
[3] Ya en la danza moderna Ramiro Guerra lo había logrado en Suite Yoruba (1968) o Antonio Pérez, en Yemayá y el pescador, que todavía es parte del repertorio Conjunto Folclórico de Oriente.
CONTENIDO RELACIONADO