Matanzas y un viaje en espiral de 35 años

Danza Espiral celebra otro aniversario y se refuerza como un pilar sólido de las artes escénicas matanceras y de Cuba.
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Por José Omar Arteaga Echevarría

Matanzas por estos días ha sido una capital importante para la danza. El pasado mes volvió a la presencialidad el Concurso de Coreografía e Interpretación Danzandos, aliciente para los creadores e intérpretes tras varios años de contingencia sanitaria y crisis que inevitablemente ha provocado el virus del Sar-Cov-2. Reencontrarse en uno de los certámenes más importantes dentro de las artes escénicas cubanas ha significado volver a conectar(se)(nos) en tiempos donde impera el entorno tecnomedial y las conexiones de internet paradójicamente nos aíslan.

También la ciudad de los puentes, y el Sauto como plaza principal, fueron sede de la vigésimo séptima edición del Festival Internacional de Ballet de la Habana. Exponentes del arte danzario en su vertiente más clásica o apegada a los lenguajes contemporáneos tomaron la escena para arrebatarle el aplauso a un público ávido de propuestas culturales de elevada factura.

El pasado fin de semana la compañía Danza Espiral ocupó el tablado del coloso yumurino con motivo de celebrar sus 35 años. El espectáculo integrado por tres piezas, tuvo como creadores invitados al también matancero José Ángel Carret con The DucklingApocalipsis del prestigioso coreógrafo estadounidense James Calvin Jarrell y a modo de cierre el estreno absoluto de Freedom del español John Midolo.

Esbozar una especie de viaje a la semilla en estos 35 años, que se dicen más fácil de lo que se han vivido, pueden partir de imaginar un inicio de cabezazos, ensayos a prueba y error, apoyos e incomprensiones además del designio de ser continuidad-ruptura, máxima para echar a andar de acuerdo con los postulados ideoestéticos de su creadora y líder principal.

Lilian Padrón, líder de Danza Espiral aún se mantiene activa en la escena.
Lilian Padrón, líder de Danza Espiral aún se mantiene activa en la escena.

Liliam Padrón fue de las primeras osadas que impulsó un proyecto danzario alejado del epicentro habanero y ha dado frutos en una ciudad que le devuelve el agradecimiento de habitarla. En su hacer destacan obras como Brillante carrera, El viejo y el mar, El No y Aire Frío, evocaciones a Virgilio Piñera, ese otro matancero que trajo grandes cambios en las letras cubanas.

Parábola, Otelo, quedan en el imaginario del cubano que ha seguido su trayectoria dentro y fuera de la isla. Otras como Chequeré, Punto de partida, Una oscura pradera, Un bolero para mí y Clave cubana. Un estudio sobre Hamlet, engrosan el repertorio del colectivo que no se ha detenido teniendo como últimos títulos La consagración y Pase a Bordo.

Un componente que distingue el quehacer de la compañía es la concepción del elemento sonoro musical que va más allá de acompañamiento o mero sustento para secuencias coreográficas.

El entramado musical de Danza Espiral, vivo en sí mismo, posee desde la combinación de Mendelsson con Sánchez de Fuentes, las piezas que utilizan a Vangelis, música hindú o folklórica cubana, hasta los collages más diversos, llegando a la no utilización de ninguna música o a obras con música coral

Pase a bordo, coreografía de Liliam Padrón para Danza Espiral. Foto Ernesto Cruz

Espiral desde 1994 realiza con carácter bianual el concurso Danzandos como espacio de concurrencia corpórea, creativa y a su vez medidor del estado de las inquietudes y maneras de hacer de las jóvenes generaciones.

La compañía también dedica un espacio al trabajo comunitario, cada año realizan sus talleres de verano para niños y jóvenes, mantiene un trabajo mancomunado con la escuela vocacional de arte, han invadido los espacios públicos de la ciudad con sus performances itinerantes en otros eventos y festivales. Danza Espiral celebra otro aniversario y se refuerza como un pilar sólido de las artes escénicas matanceras y de Cuba.

Los años 80 y 90 del pasado siglo marcaron un cambio en cuanto a los juicios estéticos de la escena, se abrieron nuevos caminos por donde transitaron los creadores y creadoras desde los más disímiles lenguajes. La modernidad traída por Ramiro Guerra, las vanguardias, el esplendor coreográfico del Ballet, las novedosas técnicas teatrales, el performance arts, lo posmoderno y lo contemporáneo… se vieron plasmados en la vorágine de formas y deformas que irrumpieron en la escena. Liliam Padrón con su Danza Espiral es una parte imprescindible de esta historia vivida y escrita (en parte) de la danza cubana. Matanzas tiene a Lilita, como cariñosamente le llaman, y a un colectivo que se reinventa ante el reto que supone trazar en los cuerpos-lienzos la espiral, símbolo del cambio perenne.

 

¹ Tomado del libro: Panorama de la danza moderna y contemporánea en Cuba. Inicios del Siglo XXI. Iliana Polo Díaz y Daisy Cartier Romero. Pág 57

En Portada: Póster promocional por los 35 años de la compañía. Frank David