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“Manteca después de 30 años tiene mucho que decirnos”

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Por Yoamaris Neptuno Domínguez

Llegé por tercera vez a la Sala Adolfo Llauradó para “embarrarme” de la Manteca que ofrece Tebas Teatro. Se comenta que es el montaje que da inicio a este grupo que dirige Alberto Sarraín[1] y lo hace precisamente con una puesta que fue estrenada hace ya casi 30 años, lo cual no es motivo de desactualización; por el contrario, nos permite ver manteca como un “término vivenciado” ya que queda demostrado que cualquier generación la va a aceptar y ha vivido un pedacito de esa manteca.

Por eso me decido a escribir, a organizar las ideas que en mí provoca la obra, como simple espectadora que desea trasladarse al año 1993, cuando era una niña y los recuerdos del llamado Período Especial[2] tienen que ver con necesidades, vicisitudes, carencias provocadas por la crisis económica que afectó a nuestro país.

Nuevamente el arte se convierte en ese agente transmisor de mensajes, parafraseando uno de los textos del personaje de Dulce. Ella que es parte de una generación que está en negación constante, se inventa su historia con esa inocencia correspondiente a no estar siempre calzada a la tierra, definitivamente es la mediadora entre sus hermanos Celestino y Pucho. Celestino que intenta reafirmar su carácter y hombría, así como su compromiso familiar a pesar de los marcados desacuerdos. Pucho que otorga el vuelo poético a la puesta desde el sentimentalismo y se regodea en sus propios escritos convirtiéndolos en manifiestos de intelectualidad subjetiva.

Tebas Teatro se inicia con un montaje que tiene herencia de lo miamense, expone tres islas según los personajes donde cada uno comparte y defiende su historia y aunque están bien delimitados, en algún momento se entrecruzan o buscan un lugar común para comer o llorar juntos dentro de un mismo apartamento.

Sus puntos de vista confluyen desde “lo absurdo” y otra vez se vuelve a la familia como centro, a la fragmentación de la misma y siento que el cubano lo agradece; quizás sea por esto que vi en el auditorio rostros con los que me encontré en mis visitas anteriores y otros nuevos que, esperaron hasta casi el inicio de la presentación por “los fallos”, lograron sentarse en el pasillo de la sala.

Entendidos del tema teatral pudiesen emitir sus criterios y los respeto. Prefiero quedarme con la energía que he sentido de este lado como público que sortea los disímiles obstáculos para llegar al teatro y retornar a sus hogares. Y sí, vale la pena porque se encuentra un texto cuya validez tiene que ver con la actualidad del mismo, es como si Alberto Pedro[3] hubiese avizorado lo que sucedería después. Un texto que es defendido por dos elencos de actores y actrices que le han impregnado su sello y muestran su verdad, su compromiso no solo con la obra, sino con el arte en general. Un texto que ha sido representado en varios momentos, contextos, por diferentes grupos y no ha perdido su esencia. Un texto que conserva su vigencia y que dice siempre algo nuevo, aunque se escuche muchas veces.

Manteca llegó a la Jornada Villanueva[4] en pleno 2024 con un exquisito tratamiento de temas de una manera muy sutil, algo tan conocido que hurga en cuestiones que se vuelven incómodas, se tornan invisibilizadas y se recurre al silencio por “el qué dirán”. Pudiera decirse desde la incoherencia coherente según el contexto, que los personajes exponen matices de machismo, homofobia, racismo, consecuencias de la emigración, desigualdades sociales, conflictos políticos; mediante símbolos, imágenes, canciones, gestos. Son personajes que te inundan con sus discursos que llegas a creerlos tuyos… y te ríes y piensas que hasta pudiste haberlos escrito tú, por la cercanía… y lloras por la verdad que encuentras en ellos y la imposibilidad de no poder hacer más… y vuelves a la reflexión después de lo que “mucho ha llovido” desde que se escribió. Y da la sensación que esa inestabilidad en los sentimientos es parte de los propósitos de la representación. A pocos días de haber comenzado el año este puede hacer sido el 31 de diciembre para muchas familias cubanas.

En medio de la Jornada hubo un momento de interacción con el público asistente a la puesta. El sábado 13 de enero se rompió la “cuarta pared” y luego de la puesta en escena, en coordinación con la Editorial Tablas Alarcos se llevó a cabo Expuesta, espacio habitual que se realiza en diferentes teatros.

También estuve y fui testigo de un diálogo de los espectadores con el director, los actores y el equipo creativo general. Esta vez se habló de Manteca, del proceso, de la relación de los actores con la obra, con sus maneras y enfoques de ver el teatro y los asistentes conversamos con Sarraín que nos contó y develó aspectos relacionados con este proyecto catalogado como necesario y por supuesto de Tebas Teatro que se funda exactamente con Manteca.

Fue muy interesante lo sucedido pues lo primero a señalar es la aceptación que ha tenido la obra por el público. Contaba el elenco actoral que el feed back ha sido increíble, las reacciones tienen que ver con entendimiento y hasta empatía, el que la gente se vea reflejada en la obra.

David Reys, por ejemplo, es el rostro más joven y expuso que su principal problema es que era muy niño en los años 90. Recurrió a su mamá en la búsqueda de información, en la familia y descubrió la escasez oculta por su misma madre siendo él muy pequeño. No considera que sea una obra vieja y su personaje en particular es muestra de frustración de la censura desde la posición del artista. La considera una obra familiar y de relaciones y que el proceso en sí ha sido una construcción de relaciones entre los actores.

Enrique Bueno, por su parte consideró importante hablar de la utopía, de la necesidad de tener una idea que rija la vida. Siente que los personajes están en un círculo vicioso, y marca los 30 años del escrito como una verdad que hace falta repetir y decir y confesó: “al analizar el texto se me hizo el corazón una pasita, se me estruja…”

Indira Valdés resalta el valor que se le da a la familia como núcleo integrador y alude que quizás esa sea la causa por la que Manteca continúa viva a pesar del paso de los años.

Todos coincidieron en el compromiso del equipo de realización por la envergadura de Manteca y el poco tiempo de montaje. Agradecen al director la posibilidad de aportar, la libertad de construir en colectivo, el estar conectados. Consideran que es «una obra que se las trae», que ha sido reiterada y hay una magia donde ha funcionado más menos independientemente de la puesta. Pero la conexión del público ha sido increíble, la puesta cumplió su rol, es ahora mismo un termómetro, una aproximación a la realidad

En este espacio (que condujo el reconocido y multipremiado dramaturgo Yerandy Fleites, quien además ha sido asesor de este montaje) se habló de Manteca de Alberto Pedro Torriente como una de las obras fundamentales de la dramaturgia cubana.

Es un texto que podríamos decir tiene la condición de ser muy reconocido por los públicos; tiene la gracia esa de la popularidad que muchas personas conocen y recuerdan por aquel estreno mundial de Teatro Mío en al año 1993. En esta ocasión es la puesta de Alberto Sarraín con Tebas Teatro. Ya el propio director hace unos años había estrenado en Miami y entonces acá en Cuba ahora como que retoma desde la proximidad, desde la intimidad, desde lo más profundo de su relación con esa obra pues un proyecto como este, no solamente Manteca sino Tebas Teatro en sí por la propia viceralidad teatral que hay detrás de todo esto. Es una puesta con muchos valores, con mucha verdad, con mucha fuerza, que dialoga desde una necesidad tremenda con el contexto cubano actual.

 El jueves 11 de enero tuvimos la noche de estreno y realmente fue impresionante, con alto impacto del público con la puesta en escena. Desde entonces hemos llorado, reído, sin dejar de respirar un segundo, de verdad es como un encuentro maravilloso. Es un proceso abarcador, es una puesta grande, con muchas complejidades que yo creo que de verdad merece todo el estudio que hagamos alrededor de ella; porque tiene mucho que decirnos, es un suceso teatral importante para el teatro cubano.  

Solo me queda desear éxitos al equipo en este camino que han decido emprender. Y como espectadora, agradecer al teatro y sus hacedores por colocar en escena temas que no por cotidianos dejan de ser necesarios y nos hacen reconocer la valía de eventos como la Jornada Villanueva, organizada por el Consejo Nacional de la Artes Escénicas, donde cada año podemos disfrutar de las más variadas propuestas teatrales.

[1] Alberto Felipe González-Sarraín Yániz: director de teatro, dramaturgo y ensayista cubano.

[2] Período especial en Tiempo de Paz en Cuba (1990-1999) Período prolongado de crisis económica causado principalmente por la disolución del campo socialista.

[3] Alberto Pedro Torriente (29 de septiembre de 1954 – 5 de junio de 2005) Actor y dramaturgo cubano. Autor de Manteca.

[4] La Jornada Villanueva se realizó entre el 11 y el 28 de enero de 2024, en saludo a los 155 años de los sucesos del Teatro Villanueva ocurridos el 22 de enero de 1869. Este fue un hecho sangriento perpetrado por cubanos al servicio de las fuerzas colonialistas españolas contra los simpatizantes de la independencia de la isla caribeña, y años más tarde se escogió esa fecha como efeméride teatral.

Foto Sonia Almaguer