Por Mery Delgado
El quinto Concurso Codanza y Grand Prix Vladimir Malakhov volvió a subir la parada en cuanto a emociones y notables encuentros. La sede de la UNEAC en Holguín recibió al homenajeado del certamen, el reconocido bailarín cubano Rubén Rodríguez, quien gracias a la palabra convertía un diálogo en Clase Magistral, para todos los que ávidos bebíamos de su rica historia.
Decir Rubén Rodríguez es recordar las primeras imágenes de El cruce sobre el Niágara de Marianela Boán o su legendario Michelangelo, concebido para él por Víctor Cuéllar. Discípulo de los grandes maestros de la danza y el ballet, Rubén demostró no solo la cultura general que lo viste y engrandece, sino como su inquietud, persistencia y búsqueda lo llevaron a formarse y convertirse en la figura que es hoy.
No dejó resquicio en su memoria sin abrir y compartir vivencias,trabajos, nostalgias, experiencias que acumula como semillas, como le gusta decir. Esas semillas que ahora a su regreso a Cuba quiere regar por todo el país para niños y jóvenes y contribuir a la enseñanza artística por toda la isla.
Para sus maestros Elfrida Malher, Arnaldo Patterson, Eduardo Rivero, Alicia Alonso y Ramiro Guerra, entre otros grandes,solo tuvo palabras de agradecimiento. Bebió de cada uno lo mejor desde sus años de estudiante, cambió ocio por espacios de conocimiento en teatros y salones de ensayo.
A sus 61 años Rubén Rodríguez tiene mucho que aportar a la danza cubana, desde el Malakhov ya lo está haciendo, y esa huella la agradecen los más de 25 talleristas que quisieron inscribirse a sus clases en Holguín, para beber de sus casi cincuenta años de vida artística.