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El libro de Rita. Entrevista a Ramón Fajardo

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Por Isachi Durruthy Peñalver

Este 17 de abril conmemoramos el aniversario 63 de la desaparición física de Rita Montaner (Guanabacoa, La Habana, 1900- 1958). A propósito de esta mítica figura de la cultura cubana, conversamos con el destacado periodista e investigador Ramón Fajardo Estrada (Bayamo, 1976), autor del libro Rita Montaner. Testimonio de una época. Volumen que, en el año 1997, fue galardonado con el Premio Literario Casa de las Américas en la categoría de Testimonio y con el Premio Nacional de la Crítica.

Rita Montaner. Testimonio de una época, es una obra medular en la literatura nacional. La vida y la obra de este ilustre referente de la cultura cubana son desentrañados en su justa dimensión estética, sentimental, humana.

 ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro definido por nuestra poetisa Carilda Oliver Labra como “un pedazo de Cuba”?

Rita Montaner: testimonio de una época surge de un programa para Radio Habana Cuba que en 1978 dedicamos a la artista. Con ese propósito entrevistamos a Alejandro Lugo, Parmenia Silva, Rodrigo Prats y Eduardo Robreño, quienes habían tenido vínculos con la Montaner. En esa realización -lo puedo asegurar- está la génesis de la obra.  Un año después, sin tener en cuenta con exactitud cuál iba a ser el resultado final, decidí grabar nuevos testimonios y es entonces que busco el apoyo de familiares de Rita entre ellos la primera nieta: Rita Fernández Sánchez; Carmen Sánchez Calderón (nuera); y, principalmente, del primer hijo: Alberto Fernández, El Curro, cuyas orientaciones fueron importantes respecto a la gente que debía entrevistar.

Así emprendí la compleja tarea de reunir unos cien testimonios, de los cuales algunos anulé al emprender el proceso de redacción del texto, pues la imaginación del ser humano se desborda a veces y hay personas que, por incorporarse a un mito, a una leyenda, son capaces de inventar anécdotas y hechos solo existentes en su mente y que solo podría verificar una vez iniciado, paralelamente a las entrevistas, el también largo camino de la investigación en la prensa epocal.

Porque algo sí tuve claro desde el principio: no íbamos a convertir la obra en una sucesión de anécdotas. Era necesario que la riqueza documental atesorada en periódicos, revistas y libros de nuestras bibliotecas o de archivos oficiales y privados se convirtiera en otro elemento sustancial al abordar la trayectoria profesional de Rita Montaner durante tres largos decenios ricos en acontecimientos históricos y, ante todo, en la cultura cubana, especialmente en la música y la escena nacional. O sea, en esa mezcla prensa-documentación-testimonio creo que se sustenta el valor esencial del libro, al cual, a partir de 1989, comienzo a definir biografía-testimonio.

Esta es una obra profundamente conmovedora en las voces de quienes conocieron, trabajaron e interactuaron directa o indirectamente con Rita: me vienen a la mente, por ejemplo, Alberto Fernández Montaner (uno de sus hijos), Luis Carbonell, Rosita Fornés, Rodrigo Prats, Raquel Revuelta, Rogelio Martínez Furé, Germán Pinelli, José Luciano Franco… ¿Cómo concibió ese amplísimo rango de testimonios? Y en tal sentido ¿qué entrevistas le resultaron más difíciles de realizar y por qué?

Con cada una de las personas que contacté para grabar sus remembranzas de la Montaner tuve conversaciones previas para un tanto definir los aspectos a abordar. Esos diálogos previos a las grabaciones estimo que resultaron beneficiosos. No se trataba de edulcorar la trayectoria humana y profesional de Rita Montaner, sino de ir a un análisis profundo y honesto de su paso por este mundo, aun cuando algunos hechos narrados resultaron difíciles de evocar para los interlocutores.

Cada jornada de grabación estuvo acompañada por una especie de magia. Ella se impuso en las diferentes entrevistas y -tras el aludido proceso de decantación del conjunto de ellas- quedaron las que nos servirían para uno de los basamentos de la obra. Eso permitió que, al final, pudiéramos mostrar a una mujer de carne y hueso y a una diva acompañada -como es común al aplicar el calificativo- de las complejidades psicológicas que generalmente las caracterizan en la historia del arte a escala internacional.

Rita Montaner y Miguel de Grandy en Cecilia Valdés. Foto de Archivo

El libro traza un camino que abarca desde el nacimiento de Rita el 20 de agosto de 1900 hasta su muerte el 17 de abril de 1958. ¿Cómo trazar la estrategia para la consulta y recopilación de fuentes bibliográficas en el caso de una figura que abarcó el teatro, el cine, la radio, la televisión y que además realizó numerosas giras internacionales?

Como expliqué antes, esto solo pude lograrlo a través de las colecciones de periódicos, revistas y documentos existentes en nuestras bibliotecas. Es un trabajo que requiere de mucha paciencia y de un buen estado de salud. Esto último lo expreso porque muchos desconocen la situación real de esos fondos, sobre todo, de los que datan de las tres primeras décadas del siglo XX. Casi siempre los acompaña una capa de polvo bien dañino para las vías respiratorias.  Sumemos a esto, la incomprensión que a veces encontramos en directivos de nuestras bibliotecas, que en vez de facilitar el trabajo ponen cortapisas. Unidas ambas circunstancias hay que apelar a las mejores energías positivas para no decaer, para mantenerse firme en el empeño trazado.

Fueron años de búsquedas en la Biblioteca Nacional, el Instituto de Literatura y Lingüística, el Archivo Nacional, la Biblioteca Rubén Martínez Villena, la correspondiente a la Universidad de La Habana, etc., complementados por la posesión de gran parte del archivo personal de La Única, material de extremo valor. Ese esfuerzo nos permitió apreciar el legado de la Montaner a la cultura criolla, la resonancia de sus giras internacionales y algo bien importante:  su invariable pensar en la tierra natal, algo que dejara muy bien definido un escritor de la categoría de Nicolás Guillén al calificarla Rita de Cuba en el ya lejano año 1942.

 La estructura capitular merece un elogio especial pues se aborda su luminosa trayectoria con minuciosidad; igualmente el recuento del universo cultural y sociopolítico que rodeó a Rita estimula, nutre, complementa exquisitamente el discurso general aportándole una densidad y un rigor informativo enorme a este libro.

Cada día de consulta cronológica en nuestras bibliotecas posibilitó lograr lo que me preguntas. Ahí está la clave, por ejemplo, para entender las reacciones de Rita Montaner contra empresarios, propietarios y directivos de radioemisoras o canales de televisión que tenían conceptos artísticos diametralmente opuestos a los de ella. Egresada con Medalla de Oro (por sus estudios de piano) en el Conservatorio Peyrellade, donde también recibe clases de canto, estaba en posesión de sólidos conocimientos  para una labor de gran magnitud en el arte nacional, en una época que, aclaremos, no era bien juzgada la mujer dedicada a estas faenas  y, aún más, lo que ella representaba desde el punto de vista racial: una mulata.

Solo una aguda  inteligencia, una firme voluntad, la condición de mujer adelantada para su época -según su propio decir- le permitirían eliminar barreras e imponerse en los mejores y distintos medios artísticos de la Isla antillana para desde ellos eslabonar un arte tan original, que también la hizo famosa en Estados Unidos de Norteamérica, principalmente en la etapa que la contrata Al Jolson; los días en que triunfa en Francia sustituyendo a Raquel Meller en el teatro Palace; sus recorridos por ciudades de España, entre ellas Madrid, la capital; sus triunfos en Venezuela, Puerto Rico y la Argentina, así como en México, país donde, aparte de triunfar en el teatro, se impone en la cinematografía nacional.

A través de esas entrevistas conocemos no solo a la artista cabal, también a la mujer enamorada, la madre afectuosa, la colega incondicional o la intérprete cuyo carácter le valió desencuentros con algunas personas. Sin dudas uno de los mayores aciertos es desechar testimonios triviales o juicios paternalistas en función de una mirada enriquecedora y verídica sobre Rita Montaner. ¿Ese certero ojo crítico es herencia de su formación periodística y sus más de tres décadas como profesional en la radio cubana?

Te comentaba antes que, si bien atendí con profusión la versatilidad artística de Rita Montaner, otro empeño sería mostrar al ser humano rodeado con sus ángeles y demonios, como sucede en la vida de cualquiera. Cuando empiezo la investigación algunos hacían referencias a la compleja personalidad de la Montaner y las reacciones violentas con que se proyectó en varias circunstancias.

El investigador Oscar Luis López afirma en su testimonio cómo siempre existía una causa para inducirla a tal proceder. Creo que eso justifica, en algunos casos, que aflorara la Rita con el látigo en las manos para combatir a aquellos que intentaron denigrarla como artista y mujer en más de una ocasión, alentados por algo tan común en el sector artístico: la envidia. Fue algo con lo que debió luchar durante todo su reinado en el arte cubano.

Nunca fue su responsabilidad que los principales compositores coetáneos la escogieran para los estrenos de títulos que quedarían como representativos de la música criolla en todos los tiempos: El manisero (Moisés Simons), ¡Ay! Mamá Inés (Eliseo Grenet) y Canto siboney (Ernesto Lecuona), obra esta última de la cual no realiza la primera interpretación, pero que casi de inmediato la populariza al incorporarla a su repertorio y grabarla para la Columbia en un disco que recorre gran parte del mundo.

Lo anterior basta para ubicar a la artista en un alto sitial en la historia de la música nacional. Pero a ello habría que agregar las numerosas páginas que la vinculan con hitos en los anales de nuestra cultura: la inauguración de la radiodifusión, en 1922; la fundación de un teatro lírico de envergadura, en 1927, cuando tiene lugar el estreno de Niña Rita (Lecuona-Grenet); los inicios del cine sonoro, en 1938; su presencia en las primeras transmisiones televisivas…

Los éxitos de su activa participación en tantos hechos asociados a la farándula, aparejados al amor que ella despierta en el pueblo, genera un número de enemigos a los que ella se enfrenta abiertamente, olvidando a veces las normas de la buena educación recibida de sus padres. Afloraba otra Rita Montaner, la que profería frases hirientes e imposibles de responder y en las cuales se ponía de manifiesto un carácter violento, que ella misma llegó a definir así: «Si a hacerse respetar como artista y como mujer, se le llama violencia, yo tengo un carácter violento. Ante la envidia de los incapaces; ante las intrigas de las envidiosas… yo ostento con orgullo formidable, mi carácter violento».

Pero, puesto en un lugar aparte lo anterior, estaba la madre que sacrificó más de un ventajoso contrato profesional por permanecer al lado de dos hijos que idolatraba; la amiga leal y generosa dispuesta a ayudar a los necesitados; la artista solidaria con colegas carentes de trabajo; la caracterizada en Lengualisa, personaje con que lanza fuertes críticas a gobiernos corruptos desde una cabina radial;  la  que envuelta en una piel y adornada con brillantes se une al pueblo en un arrolladora conga del carnaval;   y la cubana ejemplar que nunca puso su arte al servicio de una causa injusta… Esa es otra Rita, la que queda arraigada en el recuerdo popular como una presencia constante.

Rita Montaner en sesión fotográfica

Lo reitero ¡Son dos volúmenes extraordinarios! Cada uno con más de 300 páginas que se leen con avidez y con una valiosísima selección de fotografías e imágenes de archivos, la mayoría inéditas… ¿puede comentarnos sobre este punto y sobre la reedición que en 2018 realizó la Editorial Oriente de Santiago de Cuba?

Desde hace mucho tiempo las imágenes resultan cada vez más importantes para obras correspondientes a determinados géneros literarios, como la biografía y el testimonio.

Aunque para mí lo fundamental siempre será el texto, no hay dudas de que una acertada selección y recreación fotográfica realza el valor de un libro.  Este aspecto también lo atendí desde el principio. Y así es como empiezo a agrupar las primeras fotografías con las escasas que quedaban en la casa de Rita del reparto La Sierra, las cuales me entregara su hijo Alberto. Ellas engrosarían luego parte del disperso archivo de la artista hasta donde lo pudimos volver a estructurar.

La búsqueda fotográfica dio fructíferos resultados. Varios entrevistados hicieron sustanciales aportes y, por supuesto, de periódicos y revistas, así como de archivos privados, tomamos elementos de alta significación en apoyo a lo que se describe sobre la vida y el quehacer profesional de esta singular figura.

La edición del 2018, a cargo de la firma Editorial Oriente, es la más completa. Decidimos prepararla porque casi habían transcurrido dos décadas de la segunda edición del libro y dos generaciones de lectores no lo conocían. Por supuesto, contábamos con más información y fotografías. La obra mejoró sustancialmente en el ritmo de lectura, se agregaron datos de actuaciones de la Montaner y aumentó considerablemente el material gráfico. Es una tarea de la cual me siento satisfecho e invariablemente agradecido a la Editorial Oriente,

Víctor Casaus afirmó, a propósito de haber sido usted galardonado con el prestigioso Premio Literario Casa de las Américas: “Los que integramos aquel Jurado, practicantes y creyentes del testimonio; nos felicitamos al presentar, hecho libro, aquel manuscrito que nos movió y conmovió en nuestras lecturas de entonces, que trae hasta hoy la memoria viva de una artista incomparable en nuestra cultura y de una época que guarda todavía valores por redescubrir”.

¿qué ha motivado su recurrente interés por esa época gloriosa y sus también elogiados libros sobre Ernesto Lecuona, Bola de Nieve y María de los Ángeles Santana?

Todos ellos coinciden en desarrollar su principal labor en etapas que, oficialmente,  no siempre fueron alentadoras para el desempeño artístico.  Pero supieron imponer su nombre, su talento, ante los escollos encontrados en el camino y así garantizar su espacio en algo que se llama la eternidad.

Sus vidas transcurrieron en una Habana que tiene como telón de fondo la proliferación de teatros, cines, radioemisoras, centros nocturnos, conservatorios, salones de baile, una sociedad Pro Arte Musical que trae a tantas figuras de fama mundial…  Es realmente una Habana sorprendente, de la que aún queda mucho por redescubrir. Pero, en medio de aquel entramado estaba la lucha individual para mantener el prestigio, la popularidad, la simpatía del público. De ella disfrutaron a plenitud Rita Montaner, María de los Ángeles Santana, Bola de Nieve y, principalmente, el maestro Lecuona, artífice, en cierto sentido, de las trayectorias de los otros tres casos citados.

Todos devienen ejemplos de consagración profesional, legaron lecciones de los sacrificios exigidos para lograr el éxito y la importancia que al respecto tienen el rigor, el ensayo, la disciplina, el minucioso estudio de lo que se proyecta hacer en una pieza teatral y en transmisiones radiales o televisivas. Por eso han quedado para siempre en nuestro Parnaso artístico.

Comparto la visión de Víctor Casaus cuando afirma que este es el libro de Rita, el libro es Rita. ¿algún momento que quiera referirnos sobre los regocijos que le ha brindado este maravilloso volumen?

Son muchos. Pero hay tres que citaría. Para el primero me remito al año 2000, cuando presentamos el libro ante profesores de la Cátedra de Música de la Tufts University, en Boston, dada la receptividad de los asistentes a las proyecciones de fragmentos de películas protagonizadas por la Montaner y fotografías asociadas a su trabajo artístico, aparte de la conferencia preparada para la ocasión.

El segundo sería al darse a conocer la primera edición del libro en la Casa de las Américas y tener entre mis manos una obra que significaba largos años de búsquedas y esfuerzos. Y, en último lugar, la emoción que un grupo de renombrados artistas cubanos manifestó durante la presentación de la segunda edición, también en la Casa de las Américas. En realidad, fue desbordante; y recuerdo cómo al finalizar el acto, Rosa Fornés me dijo estas palabras con auténtico sentimiento: «Pocas veces he actuado tan a gusto en un espectáculo por la emotiva entrega que todos pusimos para homenajear a Rita».

«La única», calificativo que le pone Nicolás Guillén a Rita Montaner por su inigualable encanto.

Estamos en medio de una pandemia, pero sospecho que su mente se mantiene atareada forjando nuevos proyectos, ideas…. ¿?

R.F: Estamos en la fase de preparación editorial de nuestro segundo acercamiento a la vida y obra del maestro Lecuona. Es un libro de casi quinientas páginas de texto y más de doscientas fotografías. Tiene por título Ernesto Lecuona: cronología comentada, y será publicado por la Editorial Oriente, en Cuba, y Unos Otros Ediciones, del Sr. Armando Nuviola, en Miami, Estados Unidos.

Además, con el apoyo de la UNEAC y de la Productora de Medios Audiovisuales de la Oficina del Historiador de ciudad de La Habana, acabamos de terminar la serie documental Ernesto Lecuona: siempre en mi corazón. Se trata de cuatro capítulos -cada uno con 55 minutos de duración-la cual entregaremos en breve al estimado amigo Roberto Ferguson, quien durante los lunes de julio los estrenará en el programa que dirige para la televisión cubana: ¡Bravo!

Personalidades de la cultura nacional y española tuvieron la gentileza de testimoniar o actuar para este trabajo audiovisual dedicado al que justamente la crítica especializada reconoce como el más famoso y difundido de los compositores cubanos.

Fotos cortesía de la entrevistadora.