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La creación coreográfica como proceso de investigación

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Por Noel Bonilla-Chongo

A esta altura del campeonato parecería que revenir sobre tan llevado y traído apotegma podría constituir una reverberación insustancial, pero créanme que no es así. En mis tantos años de observador atento y cómplice acompañante de la danza en su expresión escénica, crítica y formativa; desde mis propias prácticas metodológicas implementadas en el marco de la investigación artística y académica alrededor de la danza, voto por el valor inequívoco de la creación coreográfica como proceso de investigación. Claro, desde este posicionamiento es oportuno advertir que como en toda creación artística, la coreográfica nunca deberíamos verla solo como un simple acomodo o reacomodo de los elementos seleccionados de la experiencia humana; ella es igualmente (y creería que por encima de todo) un refinamiento, abstracción e intensificación de estos elementos, en función de las intenciones expresivas que el artista lanza, compromete, aporta y recualifica. Obvio, no existirá una única fórmula objetiva para la creación de una obra de arte que pueda seguirse meticulosamente y garantice resultados satisfactorios; al decir de Hayes, el arte es una destilación individual y expresión objetiva de la experiencia subjetiva.

En días recientes, la bailarina, profesora y coreógrafa Libety Martínez Pino, sustentaba sus premisas e ideas como resultado de una investigación conducente a la obtención del título de máster en el programa de la Maestría en Procesos Formativos para la Enseñanza de las Artes, dentro de la mención Danza, en la Universidad de las Artes. Libety, joven inquieta con un ya camino recorrido en varios proyectos educativos y creativos profesionales en Cuba y fuera de nuestro país, se adscribía al paradigma artográfico para narrar su hacer de maestra artista. Fue este un acto resuelto en los modos eficaces de socializar los itinerarios de la investigación en su propuesta de “Sistema 0” como metodología creativa en el contexto educativo de la Escuela Nacional de Danza, a través de la puesta en espacio visual, sonoro, corporal del arduo camino recorrido con sus estudiantes. De igual manera, la artista investigadora referencia el trabajo creador con sus colegas en el montaje de la pieza En 0, que le sirviera de campo expresivo de sus procedimientos como coreógrafa.

Particularmente en esta investigación, Libety nos asegura que se erige holísticamente mujer, madre, artista, docente, aprendiz de investigadora, a la luz de su sombra y a la sombra de sus luces. Viaje del adentro hacia el afuera y viceversa, desde una trayectoria narrante donde subyace el impacto que tuvo en ella la compleja paradoja contextual de la maternidad en pandemia y el acto resistente para trascender dicotomías entre lo puramente encarnado y protésico en su propio cuerpo y quehaceres danzantes. A la artista me unen vínculos cooperativos y afectivos desde que era estudiante de la Facultad Arte Danzario del ISA, luego en su vida profesional, de ahí que me permito situarme en sus eventos académicos recientes para volver sobre algunas franjas que interceptan la creación coreográfica como proceso de investigación, en el campus de la enseñanza.

Libety Martínez en su ejercicio de defensa “Sistema 0” como metodología creativa en el contexto educativo de la Escuela Nacional de Danza.

Estas prácticas, en dicho campus, se materializan tanto en forma de propuestas artísticas danzadas como escritas (trabajos de diplomas, de cursos, tesis, etc. Y son estas experiencias concretas, las que mueven algunas cavilaciones sobre las cuestiones encontradas en torno a la investigación/creación “con” y “en” la danza, con la inclusión de mis tránsitos personales como investigador. ¿Qué métodos específicos desarrollan estas prácticas? ¿Cómo afectan estos métodos a la creación artística? ¿Qué pueden aportar estas prácticas a la investigación universitaria? ¿Qué escritos requieren? ¿Qué escritos pueden generar?

Es en el espacio intersticial que separa y conecta la investigación y la creación donde pude desarrollarse proyectos de estudio que incluyen la práctica artística en sí, explorar los contornos de este espacio “entre”, sin delimitarlos deliberadamente sería esencial. Mi tesis doctoral en ciencias sobre arte especializada en danza, me sirve de plataforma equivalente para acercarme desde mi proceso vivido a otras experiencias, como la de Libety. En su tesis, Martínez Pino, nos deja ver cómo su trabajo lo llevó a cabo explorando el espacio flexible y en movimiento que surgió de las zonas de contacto entre formación, investigación y creación. Evolucionar en este espacio, al darle forma a su proyecto, le permitió cuestionar los límites de su práctica artística pedagógica, así como los de la investigación-creación realizada dentro del ámbito académico (el inmediato de su objeto, la clase de Creación Coreográfica en la Escuela Nacional de Danza y el de la universidad que ha amparado su formación de maestría. La investigación dentro del floreciente contexto de los estudios de danza en Cuba, que apenas comenzaron a desarrollarse hace unos treinta años, en ambos procesos, el mío y el de ella (con más de diez años de diferencia en su realización), la investigación en danza sigue siendo un campo de estudio en construcción, y dentro de él, la “investigación/creación” es una modalidad de operación aún marginal, no concurrente ni siquiera en creadoras y creadores escénicos dados a la investigación en sus procesos.

Al presente, siguen siendo escasas las investigaciones académicas y tesis que vinculan de manera implicativa las razones de “la teoría” y de “la práctica” en una misma razón operativa. Este espacio, apenas delimitado (el de la coexistencia), ofrece la libertad necesaria para posibilitar la convivencia y los intercambios entre la creación artística y la investigación académica. Prácticas artísticas de danza desarrolladas como parte de la investigación universitaria, interesan a modo de certidumbre para centrar la investigación desde el estudio del trabajo artístico puesto en perspectiva y en conversación con saberes teóricos/prácticos que se vuelven herramientas metodológicas para poner en marcha y poder estudiar las propuestas artísticas (tal como ocurre ahora con la investigación doctoral de la maestra cubana Rosario Cárdenas en su fundamentación de la “danza combinatoria” como alternativa en la danza contemporánea cubana.

Sustentación, argumentación, fundamentaciones sobre el entramado que encierran las poéticas particulares en la danza contemporánea, son necesarias. No solo por lo que pudiera significar en el afuera de la voz y creación de coreógrafas y coreógrafos, sino por lo que les aportaría a ellas y a ellos como armazón discursiva de obsesiones, privilegios, nociones de ser en danza. En ese sentido, cabe hacer notar el valor del encuentro con “el otro” (el lector-espectador, el colega, la consulta y asesoría experta) que podría darse en la investigación, la creación de una danza, en la producción de diferentes discursos, así como la escritura de textos. Describir y analizar proyectos artísticos y sus procesos interesarían para estimular la creación artística, alimentar la imaginación, provocar reacciones emocionales y sensitivas en todos los participantes, así como registrar huellas, memorias. Quizás en una segunda fase del proceso investigativo/creativo, adentrarse en la descripción, lectura y análisis de los materiales recogidos, puede ser principal. Estos últimos formarán un conjunto híbrido compuesto por textos e imágenes que, en tanto métodos específicos de trabajo, pueden llagar a cuestionar la experiencia del cuerpo y la del encuentro.

 

Así, en la tesis recién defendida por Libety como la que encarna Rosario Cárdenas en este momento, resaltar una relación única con el lenguaje y la escritura, los aspectos visuales de los gestos inmovilizados en una fotografía, la imaginación que evocan, posibilitan ser “leídos” y analizados y descritos utilizando modulaciones activas de la investigación/creación. Artografía, autoetnografía, historias de vidas contada en primerísima persona, se tornan necesarias sistematizaciones de experiencias, tal vez singularizadas, puntuales, locales, pero de incuestionable valor como voz del artista y de su contexto.

 

Durante el proceso investigativo y dependiendo de la etapa del trabajo, emergerán interrogantes específicas que, a su vez, dan lugar a opciones metodológicas, a preguntas relativas al objeto de investigación: ¿cómo situarse para establecer una relación fértil con un objeto vivo y en movimiento? ¿Cómo evolucionar dentro de la compleja e híbrida posición del investigador-artista en danza? ¿Cómo moverse entre la función de quien desencadena el proceso creativo y la de quien lo estudia? Para poder realizar investigaciones en el presente, in vivo y en vivo, enfocadas en procesos creativos, posicionarse a distancia de aquello que evoluciona y se mueve “con” el objeto de investigación. Este tipo de proximidad dinámica otorga acceso a modos para adentrase en aquello que identificamos como propiamente dancístico, hacia gestos, movimientos, cambios que accionan en concordancia con todo aquello que modifica, afecta y transforma.

Estos elementos aquí abordados, nos lleva a la afirmación de la importancia de la experiencia creativa durante el proceso de formación profesional en danza, que si bien está presente en gran parte de su recorrido formativo mediante las diferentes asignaturas que conforman una malla curricular (con diversas perspectivas, objetivos y enfoques), las reseñas a los procesos investigativos aquí referidos, acentúa que es la creación coreográfica un espacio específico de intersección y cruce entre los diversos saberes académicos y personales; lo académico se entremezcla con deseos, búsquedas e intereses, que parten de inquietudes creativas personales, permitiendo a su vez nombrar entender y comenzar a materializar una obra, haciendo posible la confrontación con un escenario real y potencializando el crecimiento profesional, personal y creativo de estudiantes en diferentes niveles de enseñanza.

Como sostiene Elizabeth Hayes, la función del maestro es guiar al estudiante a través del laberinto inexplorado y a menudo desconcertante del empeño compositivo, ofreciéndole sugerencias que abran nuevos horizontes creativos. Su función es asistirlo en la maduración tanto de la expresión como de la idea.

Foto de portada: Pixabay