Por Maikel Chávez García
Acabamos de jugar
Y sin nadar, quisimos navegar
Glup, zas, pum, crash.
LTL
El año 2020 ha estado marcado por la incertidumbre que provoca la pandemia del COVID-19. Los teatros y muchas instituciones culturales se vieron en la necesidad de cerrar sus puertas. Pero llegó el mes de diciembre en la capital cubana y se avistan nuevas luces y los teatristas vuelven a escena tras la apertura de las salas. Fui testigo de esa euforia que se generó por el intercambio entre artistas y espectadores en el Café Brecht, durante la temporada del Estudio Teatral La Chinche con la obra para niños Glup, Zas, Pum, Crash o la verdadera historia de Tarzán del Libre Teatro Libre (LTL).
El texto funciona como esqueleto o guía, plantea situaciones disparatadas que se complementan en escena con la participación del público. El LTL surge en Argentina, en 1969, en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), con el liderazgo de la actriz e investigadora teatral María Escudero. Desarrolló una experiencia de creación colectiva identificada con los intereses del proletariado, convirtiéndose en una de las principales referencias del teatro de grupo. En 1970 se organizó como grupo independiente fuera del ámbito universitario. Como afirma Jaime Gómez Triana en la notas al programa, “La historia de un grupo de teatro está marcada, al menos entre nosotros, por su capacidad de reinventarse, de empezar de cero. Por eso regresamos a los niños y a la creación colectiva, por eso nos miramos ahora en ese referente imprescindible de la escena latinoamericana que es el Libre Teatro Libre”.
Estudio Teatral La Chinche se nutre del ritual del encuentro cada mañana en su sede para entrenar el cuerpo y la mente, dispuestos a estar alertas en escena para pensar la vida desde sus creaciones y proponer una multiplicidad de discursos sobre temas que los inquietan, como seres que habitan la Cuba de aquí y ahora. En esta agrupación prima la investigación y el compromiso. Diariamente ejercitan la voz, el canto, la danza, el ballet, y por supuesto la actuación, profundizando en entrenamientos del método de Stanislavski. En gran medida Lizette Silverio Valdés, directora de este colectivo, propone la pedagogía como estructura y sedimentación del grupo, haciendo honor a los más de 30 años de experiencia en la enseñanza artística.
Glup, Zas, Pum, Crash… se basa en la idea pura del juego, sin andamiaje escenográfico, vestuarios vistosos, ni otro recurso que la voz y el cuerpo de los intérpretes. Cuatro actores se juntan sobre la escena para invitar a un divertimento, desde la dinámica de sus movimientos y la melodiosa música que brota de sus voces. El espectáculo atrapa a niños y adultos a través de una serie de propuestas orientadas a sensibilizar la capacidad creativa y crítica, comprometiendo al público con la propuesta escénica. Propone juegos corporales y lingüísticos entre los que se destacan las onomatopeyas, los juegos, canciones y rondas tradicionales.
La puesta en escena, a cargo de Niurka Pérez Nazco y Lizette Silverio, centra toda su atención en el cuerpo de los actores. A nivel visual propone una ruptura del espacio escénico y redimensiona elementos cotidianos como espumaderas, cucharones, delantales, plumeros, embudos y otros útiles del hogar, estimulando la imaginación del niño. El diseño sonoro, a cargo de Viviana Ramos, calza todo ese universo disparatado y rico en matices tan necesario en el ambiente que evoca la escena.
Actores representando a actores donde cualquiera puede llevar adelante la próxima acción, el carácter lúdico propone caracterizaciones que muestran a criaturas rebeldes que divierten y apelan a la cooperación del público en un intercambio dinámico de energías, sabemos que están jugando y que nos convidan. Sorprenden sus interrupciones y sus cantos, desestructuran la representación convencional y establecen líneas temáticas contestatarias a lo socialmente establecido, a lo impuesto por la familia, la escuela, y establecen un contacto estrecho y participativo entre actor y espectador.
Destaca el trabajo en conjunto de sus actores María Carla Guevara, Camil Odette, Naylan Feliciano y Maikel Sosa, que funcionan como un verdadero equipo; del desempeño de uno depende la brillantes del otro. Se agradece ese intercambio de energías y esa preocupación constante por el trabajo del colega. Sobre la escena no hay competencia, sino una comunión de talentos y saberes; en gran medida es una expresión máxima de lo que persiguen como poética en Estudio Teatral La Chinche y su insistencia en el crecimiento actoral.
A partir de la libertad lingüística, situaciones cotidianas con resoluciones insospechadas y el desenfado, convocan al humor en sus múltiples formas ya sea con parodias, el absurdo, lo grotesco, convocados para producir la risa y conseguir la complicidad con el espectador. Encontramos también una marcada posición crítica y el humor es planteado como ruptura ante lo terrible que se muestra.
Tarzán en esta representación es casado, su esposa se llama Juana en español, Yein en inglés, y Jane en buen cubano; a su vez es inglesa y muy puntual. Tarzán es tonto, encorvado y flaco, que carece de lo que lo caracteriza en los cómics “El grito”, transformando así el imaginario infantil y acercándolo a la realidad jocosa de su espectador.
Uno de esos momentos deliciosos es cuando los actores desmitifican el famoso grito y descubren al personaje de Tarzán doblándolo como en una especie de playback, redimensionando así, el discurso expresivo de los elementos de representación. Esto ocurre constantemente en toda la puesta, pues parten de la forma misma que tiene el niño cubano de estructurar sus juegos cuando imita su realidad o realza con ellos sus sueños y aspiraciones de ser director de cine, maestra o héroe de su animado preferido.
En medio de una situación epidemiológica compleja por la que pasa el país y el mundo, en un momento donde los pequeños necesitan más que nunca del teatro y donde los padres precisan de estas opciones para poder enfrentar esta nueva realidad con sus hijos, Estudio Teatral La Chinche funciona como una bocanada de aire fresco con esta propuesta y, para decirlo a su forma, con un Glup, Zas, Pum, Crash nos invitan a retozar, cambiar la historia de Tarzán, y hasta la historia de nosotros mismos, en estos tiempos de incertidumbre. La Chinche está ahí porque los niños quieren jugar.
Fotos: Eugenia Marina Andreani
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