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Hoy, volver a SILVIA

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Por Noel Bonilla-Chongo

Ya ha pasado un año de aquel adverso 30 de enero de 2020; aquel día donde Silvia Rodríguez, como uno de esos personajes recurrentes del ballet más exquisito, batallara entre la carne y el espíritu, entre el cielo y el suelo, entre la vida y la muerte. Se fue fugaz, siendo franco depósito de ese legado bautizado como escuela cubana de ballet.

Ella, portavoz de las mejores conquistas de nuestra danza toda; sabía, como pocos, tornar gracia elocuente los entresijos de la técnica más rigurosa. Maestra atenta, precisa en correcciones, “metodológica”, explicativa hasta el delirium para revelar los mecanismos más recónditos tras la combinación de pasos y solo así, convertirlos en solvencia poética del cuerpo danzante y sus vocabularios.

Volver a Silvia, es volver a la esencia, a la matriz, a la raíz de todo; sí, como la de aquel árbol frondoso que protege y alimenta cada una de sus hojas y a todos los retoños; sabiduría acumulada, maestría potente y rigor extremo. En su clase, cada paso emergía de porqués, de preguntas, de razones, para, como fino dispositivo de relojería suiza lograr aplomo y sentido. Nada casual o azaroso, nada decorativo o ilusorio, quizás buscadora del virtuosismo, pero en el sentido originario del término: dominio honesto, certero, íntegro de la técnica.

Esa era Silvia, de hablar diligente, de tono fuerte, de tez oscura y pasa dura, alta y corpulenta, una rara avis en el mundo del ballet de su tiempo. Quizás por ello, supo cómo fundar desde el amor inclusivo, sin distinguir entre ballet o danza, entre caer al suelo o elevarse al cielo, entre contracciones y release… Lamentar su partida es parte del dolor, no lo ocultemos. Pero, como en esos grandes maestros, reverenciemos su obrar, su gran obra, su inconmensurable obra silenciosa e incansable.

Maestra, donde quiera que esté, al debatir sobre ballet y su metodología, ojalá que el café no se derrame sobre los apuntes, pero siempre procuraremos que su savoir faire conduzca nuestro mirar y con él, transitar por los mejores caminos.

¡Gracias Silvia! Lo sabemos, hoy, al no estar tú, demasiado inmenso será el bosque…