Por Roberto Pérez León
“Un diseñador sabe que ha alcanzado la perfección no cuando ya no tiene nada más que añadir, sino cuando ya no le queda nada más que quitar.”
Antoine de Saint-Exupery
El teatro es un complejo sistema significante constituido por subsistemas que a su vez tienen independencia operacional. Pero en la interacción sistémica el todo es superior a la suma simple de las partes.
No se trata de un donde “digo digo digo diego”. Ciertamente el teatro es un complejo sistema que debe estructurarse desde una posición holística donde se resguarde el sinergismo entre las partes y no el despuntar particular de alguna de ellas. Por esta razón entre nuestros premios nacionales de teatro no solo hay actores y directores. Eduardo Arrocha y María Elena Molinet son Premios Nacionales de Teatro como lo es Carlos Repilado, los tres son diseñadores escénicos.
El diseño contribuye a la abstracción, a que tengamos de una puesta en escena una apreciación enriquecedora al sentir el espacio más allá de la fisicalidad y disfrutemos de la espacialidad, de la sonoridad y no solo del sonido, del cuerpo como despliegue de la corporalidad, de la música como musicalidad.
El movimiento, el tiempo, la iluminación, la escenografía, la música, el empleo de tecnologías particulares, el vestuario serán funcionales, como componentes escénicos según la eficacia del diseño.
Estos elementos constituyentes del hecho escénico generan la concreción por parte del espectador que puede ir de la más elemental apreciación sensorial hasta la más profunda aprehensión de la representación como fenómeno estético-ideológico; el diseño debe producir una percepción semiótica enriquecedora, y entonces es cuando salimos de la representación no solo con lo que vimos sino con los que sentimos y reflexionamos.
El diseño es una instancia vertebral para que el teatro se convierta en acontecimiento y no solo en un suceso más. En el diseño está el componente esencial de la connotación de una puesta en escena.
El diseño en el plano semiológico además de generar semejanzas perceptivas entre significante y significado, también debe, más allá de las analogías, sacar de sus cauces al significante, rebasar sus límites buscando un significado que ya no denota sino que connota para desde este ángulo sea posible la construcción de imágenes que desde el punto de vista emocional y crítico adjetiven la producción de sentido. El diseño dinamiza la simple denotación cuando pone en crisis la relación significante/significado.
La Sección de Diseño Escénico de la Asociación de Artes Escénicas de la Uneac sabe honrar. Recientemente celebró los 90 años de Tony Cañas quien tuvo en sus manos la imagen de Alicia Alonso ya fuera en Odette en Odile en Gisell o cuando la prima ballerina assoluta era Carmen. Entre amigos y admiradores se hizo música anécdotas y Tony Cañas nos puso al día de cuánto ha hecho y piensa seguir haciendo como diseñador.
L. Rankín, presidente de la Sección de Diseño Escénico organizó otro homenaje imprescindible, esta vez para elogiar, por sus 100 años, a María Elena Molinet quien sigue entre nosotros porque ahí está su obra como diseñadora, investigadora y docente.
María Elena Molinet tuvo una sólida preparación intelectual, se confrontó con creadores europeos y latinoamericanos y siempre esta mujer supo enarbolar lo cubano desde el diseño que hizo para teatro y para cine. Lucía y Cecilia de Humberto Solás fueron vestidas por ella, solo por nombrar dos de nuestras películas más poderosas. Vicente Revuelta y Abelardo Estorino hicieron puestas marcadas por las razones y la impronta de esta diseñadora que además de su obra plástica nos dejó más de un texto donde podemos seguir nutriéndonos de su concepción artística: La piel prohibida (1997) y La vestimenta ritual tradicional de la santería cubana (2008). Deben de existir notas, apuntes y reflexiones sin publicar que desde la misma Sección de Diseño Escénico de la Uneac se podría hacer una edición.
En 2009 la Galería Raúl Oliva organizó, con muy buena curaduría, una exposición personal de la Molinet, entonces cumplía 90 años. Vestidas por el tiempo nos mostró una artista que la Dra. Graciela Pogolotti definió en toda su significación para la cultura nacional:
“Concebido tradicionalmente como decoración, el diseño adquiere carta de naturaleza a partir del triunfo de la Revolución, integrado al proceso de maduración del movimiento teatral cubano y al desarrollo de la industria cinematográfica. Se convierte, entonces, en un lenguaje que participa en la producción de sentido en la propuesta escénica. La obra de María Elena, desde la docencia, la creación y el trabajo teórico alcanza, en ese contexto, dimensión fundacional. Deja su impronta en realizaciones clásicas del teatro y el cine con una concepción de la cubanía que trasciende el acercamiento superficial, costumbrista o folklorizante. Su trayectoria previa, en estrecho vínculo con la vanguardia nacional de los años cincuenta, la había preparado para abordar tan exigente empresa. Como diseñadora, sostuvo un diálogo productivo con imprescindibles directores, ya inscritos en la historia de nuestra cultura. Pero no hay que hablar de María Elena en pasado: se mantiene creativa y actuante.”
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