Por Omar Valiño
Celebramos ayer el Día del Teatro Cubano. Desde todo el país se compartieron noticias de eventos, estrenos, jornadas, funciones y, desde Matanzas, la entrega allí del Premio Nacional de Teatro 2025 a Miriam Muñoz. Son acciones demostrativas de resistencia y creación que no creen en tiempos malos ni peores. Como enuncia el clásico de hace 156 años, en Villanueva: «perro huevero aunque le quemen el hocico».
En La Habana, varios nos fuimos al ISA, a un encuentro con estudiantes de la Facultad de Arte Teatral de la Universidad de las Artes. Mi tarea fue presentar el más reciente título de Carlos Padrón, pero lo hicimos mediante un diálogo público que resultara más ameno a alumnos e interesados.
Padrón es un conocido actor de los medios, autor y director esencial del teatro de Santiago de Cuba, primero con el Conjunto Dramático de Oriente, y luego con el Cabildo Teatral Santiago, el grupo que actualizó la tradición de las relaciones y creó un género profesional a partir de su raíz de pueblo.
Desde esos lejanos años, investigaba Carlos cualquier documentación sobre el teatro, veladas entre legajos de archivos sacros y profanos. De esa saga nacieron los dos tomos de Lo que fuere sonará, Ediciones Alarcos, 2018. Si estos bucean en siglos (XVI, XVII Y XVIII) de prácticas con elementos escénicos de diversa índole, en No siempre es lo que parece. El teatro en Cuba 1812-1814, recién impreso por Alarcos, se detiene en apenas tres temporadas entre los años que refiere.
Pero se trata de un periodo decisivo, con la llegada a Cuba del actor catalán Andrés Prieto y su compañía, mientras en España se enfrentaba a los franceses y la verdadera América comenzaba a luchar por su independencia. Prieto, uno de los dos actores más importantes de su tiempo en la península, trajo a La Habana los aires nuevos de la actuación que había recibido de su maestro Isidoro Máiquez, quien se había formado con Talma en París. En definitiva, fue un momento de renovación para la concepción de repertorios, temporadas y estilos dentro del teatro de comienzos del XIX.
Si a ello le sumamos la entrada de Francisco Covarrubias a la «armada» de Prieto, y su rápido reconocimiento como el primer gracioso de esa compañía, se comprenderá por qué Padrón retrata esos años, también vitales para quien luego será llamado el fundador del teatro cubano. Covarrubias estará entre las fuentes que conducen al bufo, género protagonista de los sucesos de Villanueva, el 22 de enero de 1869.
Fruto de una investigación ejemplar, acuciosa, prolongada y penetrante, este nuevo título de Padrón reconstruye y analiza el contexto histórico nacional e internacional, las características de la dramaturgia y el teatro, la empresa teatral y sus edificios, la repercusión social, el público, la prensa y la crítica, y hasta los chismes entre bambalinas.
Es un viaje en el tiempo que permite fijar los hilos de historia del teatro en Cuba.
Fuente: Periódico Granma